Viennale 2025: crítica de «Father Mother Sister Brother», de Jim Jarmusch

Viennale 2025: crítica de «Father Mother Sister Brother», de Jim Jarmusch

por - cine, Críticas, Festivales
17 Oct, 2025 02:00 | Sin comentarios

El realizador estadounidense entrelaza tres historias familiares en distintas ciudades para explorar los secretos y silencios que marcan nuestras relaciones más cercanas. Con Adam Driver, Tom Waits, Cate Blanchett y Charlotte Rampling. Una película de MUBI.

Conocemos de verdad a la gente que tenemos cerca? Esa podría ser la pregunta principal que maneja Jim Jarmusch en FATHER MOTHER SISTER BROTHER, su nueva película, sorpresiva ganadora del León de Oro del Festival de Venecia. Sorpresiva, digo, por tratarse de una película en clave menor, minimalista aún para los estándares del director de BROKEN FLOWERS. A lo largo de tres episodios y en una estructura que remeda en cierto punto a NIGHT ON EARTH, Jarmusch organiza diferentes escenarios en los que desarrolla situaciones familiares con obvias diferencias pero muchísimas y sutiles coincidencias. Acaso la principal pase por esa pátina de secretos, mentiras y misterios que existen en las relaciones familiares.

Tres ciudades distintas, tres conformaciones familiares diferentes, pero tres historias que llevan una similar idea temática y narrativa ligada a todo eso que no sabemos de nuestras familias. Acaso la tercera sea la que rompe, en cierto punto, el formato, ya que en lugar de vacío e incomodidad hay algo más parecido al afecto y la contención. Es, si se quiere, la historia que prueba que –aún con profundos agujeros de información–, una más sólida conexión afectiva entre las partes puede dar resultados completamente diferentes.

PADRE es el título de la primera de las tres historias. Dos hermanos viajan en auto por un paisaje nevado a visitar a su padre, que vive en una cabaña alejado de todo. Jeff (Adam Driver) y Emmy (Mayim Bialik) parecen tener una buena aunque algo fría relación, como si se vieran poco y nada. Menos lo hacen con «papá» (Tom Waits), un tipo raro, viudo, que vive solo y que curiosamente afea su casa en lugar de arreglarla para recibirlos. La primera parte del episodio es el diálogo que los hermanos tienen en el auto, en el que hablan más que nada de las aparentes dificultades económicas de su padre y cómo lo ayudan de vez en cuando con dinero. El encuentro en sí será incómodo y frío: tienen poco para decirse, los diálogos son básicos y plagados de silencios, y dará la impresión de que ninguno de los dos tiene ni quiere tener demasiada relación con él. Sobre el final habrá un giro relativamente sorpresivo que apuntará al corazón central del film: la idea de los secretos que existen entre padres e hijos.

La segunda, MADRE, será en Dublin, Irlanda, y más allá de sus diferencias en cuanto a clase social y «modales», tendrá mucho en común con la anterior. La madre (Charlotte Rampling) aquí es una escritora inglesa de novelas populares que vive en una elegante casa y espera la visita de sus dos hijas con una merienda muy bien preparada, costumbre que repiten anualmente, la que parece ser la única vez que se ven. Ellas son Timothea (Cate Blanchett), una mujer nerviosa y tensa a la que el auto se le rompe a mitad de camino; y Lilith (Vicky Krieps), que viaja con una amiga, acaso su novia (Sarah Greene), que se hace pasar por chofer de Uber y la deja allí. La charla será apenas un poco más fluida que la anterior, pero también estará llena de incomodidades y secretos, solo que en este caso serán las hijas (especialmente Lilith) la que mentirá o dirá constantemente medias verdades.

La tercera se titula SISTER BROTHER y es la más claramente diferente de las tres. Transcurre en París y los protagonistas son dos hermanos mellizos, Billy (Luka Sabbat) y Skye (Indya Moore), que a diferencia de los anteriores parecen tener una relación amable y cariñosa. Sus padres han muerto y el encuentro tiene como objetivo ir a la casa en la que todos ellos solían vivir a, si se quiere, despedirse del lugar. Billy ya ha llevado todos los petates de los padres a un depósito y ese espacioso y vacío departamento parisino será el escenario de su recorrido y de sus reminiscencias familiares. Si bien la lógica acá parece ser muy distinta –queda claro que la relación de los hermanos con sus padres fue muy afectuosa–, se inserta igualmente la idea del enigma o el misterio, ya que ninguno sabe mucho acerca de ellos y de sus vidas personales, más allá del cariño que les dieron.

En las tres historias hay conexiones que pueden parecer forzadas pero que están puestas a modo de pequeñas bromas, de lúdicas maneras en la que Jarmusch unifica tres encuentros muy diferentes. En las tres hay cruces con chicos que andan skate, se hacen curiosos comentarios acerca del agua, se elabora sobre si es apropiado o no brindar con té o café, aparece una conocida marca de reloj –que puede ser real o fake— y hasta un muy poco usado giro idiomático del idioma inglés se incorpora casualmente a las conversaciones. El juego tiene más una finalidad simétrica que otra cosa, hilos tenues que permiten pensar a las tres historias como parte de una conversación más integral.

Algo similar pasa con la puesta en escena, marcada por planos cenitales de las mesas ante las que se sientan, viajes en auto organizados de similar manera y, algo ya característico en la obra de Jarmusch, esos silencios largos o pausas incómodas que suelen generar risas o extrañeza. Eso se nota más que nada en los dos primeros episodios, teñidos de esa sensación de vacío, de dificultad para establecer una conversación significativa que vaya más lejos del «¿cómo van tus cosas?«. En el tercero, en cambio, esos silencios están llenos de vida, de emoción subterránea, de afecto.

Las historias de cada familia pueden ser muy diferentes y, a su modo, dejan en claro que nunca en el fondo conoceremos del todo a nuestros padres o a nuestros hijos, pero a la vez que el amor y el cariño atraviesan cualquier barrera. Será un mensaje simple y sencillo, una especie de haiku a los que el director estadounidense nos tiene acostumbrados, pero no por eso deja de ser relevante.