
Viennale 2025: crítica de «Ghost Elephants», de Werner Herzog
El realizador alemán acompaña el viaje de exploración de un biólogo que busca en Angola y Namibia encontrarse con los míticos paquidermos que habitaron la región.
Es reconfortante, aún en el mundo del cine en el que por lo general se busca y prefiere la novedad, encontrarse con algo conocido, a lo que estamos acostumbrados, que nos suena y quizás hasta nos hace sentir bien. Esa familiaridad la general los documentales de Werner Herzog, una suerte de recorrido por los lugares, las historias y los personajes más particulares del universo siempre observados, analizados y comentados con su característica voz por el realizador de FITZCARRALDO. Su nuevo documental para National Geographic (quien adquirió en el Festival de Venecia los derechos de la película y la estrenará en su plataforma online en 2026) se ubica en la línea de exploración de la naturaleza salvaje al internarse en medio del Africa para acompañar a un intenso biólogo en busca de los llamados «elefantes fantasma».
El Dr. Steve Boyes, sudafricano, parece casi una caricatura del apasionado explorador de la naturaleza, con sus gorritas, su barba desordenada, sus bermudas y su entusiasta efusividad. Lo conocemos primero mientras explora el Smithsonian National Museum of Natural History, otro de los «mecenas» de Herzog en este proyecto. Allí visita los restos del que se considera el elefante más grande del mundo: una gigantesca criatura de 11 toneladas capturada y asesinada en 1955 por el Dr. Fénkövi, de quien tristemente lleva su nombre. En el museo, le dicen «Henry». Un emocionado Boyes –que había estudiado el animal en fotos pero por primera vez visitaba el ejemplar disecado in situ— cuenta ahí que su objetivo es encontrar a los descendientes de esta criatura, quienes siguen –o seguirían– viviendo en las zonas húmedas de Angola y Namibia.
Hacia allí entonces va Herzog, con su cámara acompañando a Boyes, a varios guías, exploradores y especialistas de las tribus locales que saben traquear a estas manadas. Lo que buscan son unos elefantes gigantescos, mucho mayores en altura a todos los conocidos, y que no son fáciles de encontrar. GHOST ELEPHANTS se centrará en ese recorrido, que combinará una parte de aventura con otra de información y a la que sumará, como acostumbra, varias reflexiones entre místicas y filosóficas –del propio Herzog pero también de Boyes, de otros exploradores y de los integrantes de las tribus de la zona– acerca de la íntima relación entre ese animal y los humanos.

A diferencia de las costumbres del siglo pasado –que se ven acá de manera cruel en materiales documentales de la época–, hoy los exploradores no cazan ni casi interrumpen la vida de los animales. La intención del equipo, de encontrarlos, es solo tomar algunas muestras de ADN –ya verán de donde surgirán algunas– para llevarlas de regreso al Museo de Historia Natural y compararlas con las del tal «Henry» y ver si son o no descendientes de esa especial y espiritualmente poderosa rama paquidérmica. La película se armará básicamente en torno a la exploración y a las reflexiones tanto místicas como científicas que genera esa búsqueda, pasando de las aldeas más pobres de Africa a las millonarias maquinarias que tienen para analizar esa data en los Estados Unidos.
En algún punto, el objetivo y el tema de Herzog pasará tanto o más por seguir a su «Aguirre» o «Fitzcarraldo» de turno que por llegar a alguna conclusión importante acerca de la conexión entre estos misteriosos elefantes y los seres humanos. Boyes es su apasionado y obsesivo Ahab en busca de un Moby Dick que se transforma más en un desafío personal que en otra cosa. De todos modos, las imágenes impresionantes de la región permiten ir más allá del retrato personal. A su modo, lo que Herzog filma es un mundo que parece existir en paralelo al nuestro, con otros tiempos, otros objetivos, otra lógica y otra relación con el territorio.
En sus danzas, sus trances, sus reflexiones y rezos, Herzog observa –con respeto pero también con una pequeña cuota de sentido del humor– cómo la tribu de cazadores imita a los elefantes, «actúa» sus encuentros y arma ceremonias en su honor. Se cuentan historias, se recuperan leyendas y, en medio de la inmensidad abrumadora de la naturaleza africana, donde se dice que aparecieron los primeros seres humanos, se escucha una voz familiar en un inglés muy acentuado contándonos, en su particular manera, otro de sus cuentos mágicos y misteriosos.