Viennale 2025: crítica de «No Other Choice», de Park Chan-wook

Viennale 2025: crítica de «No Other Choice», de Park Chan-wook

por - Críticas
22 Oct, 2025 07:26 | Sin comentarios

Tras ser despedido de una papelera, Mansu descubre que el mercado laboral se ha vuelto literalmente mortal. El director de ‘Oldboy’ convierte al capitalismo salvaje en una comedia feroz sobre la desesperación y la lucha por no quedar afuera.

La expresión «capitalismo salvaje» encuentra su mejor expresión audiovisual y, en más de un sentido, literal, en NO OTHER CHOICE, la nueva película del realizador coreano de OLDBOY, Park Chan-wook, una negrísima comedia acerca de los límites que el propio sistema obliga a traspasar a aquellos que se han quedado, o están cercanos a quedarse, fuera de él. Así funcionan las cosas en todo el mundo. Y en Corea del Sur, donde ser un eficiente empleado de una misma empresa durante un cuarto de siglo es una demostración de confianza y respeto por ese mismo sistema, caerse afuera puede ser peor. De hecho, las propias compañías que te despiden te dan cursos de autoestima para enfrentar el vacío que se viene.

Pero el capitalismo tiene sus reglas y no hay truco de autoayuda o ejercicio de reclamo sindical que hoy parezca servir para nada. Un día te dan un premio y te envían una preciada anguila para asar en tu parrilla, y poco después te están obligando a vender tu casa, regalar tus perros y, horror, cancelar tu cuenta de Netflix. «No había otra opción«, le dicen a Mansu (Lee Byung-hun) cuando quiere ensayar una queja a los nuevos dueños estadounidenses de la empresa papelera que acaba de echarlo junto a muchos otros empleados en plan reducción de personal. Se viene un futuro negro –para ellos y para muchos más–, uno que quizás sea bastante más difícil que lo imaginado.

«En tres meses encontrarás otro trabajo«, les aseguran. Y no, no sucede. Mansu busca más de un año y termina como repositor en un depósito. Su intensa y preocupada esposa Miri (Son Yejin) ha hecho las cuentas y llegó a la conclusión de que habrá que vender el antiguo caserón familiar en el que Mansu creció y que ayudó a restaurar, además de suspender las clases de tenis y de danza. Su hijo mayor Si-one (Kim Woo Seung) y su menor, Ri-one (Choi So Yul) –el primero metido todo el tiempo en su computador, la más pequeña en su cello, ambos muy poco comunicativos– tendrán que despedirse de sus perros, sus amigos y comodidades. No terminarán en la calle, eso es claro, pero tendrán que empezar a vivir de una manera que no imaginaban.

Pero Mansu no está dispuesto a darse por vencido y, tras una fallida y grotesca entrevista de trabajo en otra papelera, se dará cuenta que el sistema de «eliminación de personal» tiene otra acepción, una más literal: liquidar a la competencia, a aquellos candidatos a su mismo puesto que pueden ganarle en la carrera. Si la trama les suena conocida es porque la película adapta la novela de 1997 THE AX, de Donald E. Westlake, que ya fue llevada al cine por Costa-Gavras hace 20 años. Ahora, el brutal descenso a los infiernos del protagonista para no caerse del sistema se ha vuelto aún más relevante y actual. Las empresas despiden más brutalmente que antes, las «papeleras» tienen un futuro más complicado y la Inteligencia Artificial en combinación con la robótica han tornado a muchos de esos puestos de trabajo en cosas del pasado. Y todo eso sin hablar de otro flagelo contemporáneo que también lo afecta: los influencers.

Así, en plan de comedia cada vez más negra y violenta, NO OTHER CHOICE pondrá al torpe y desesperado protagonista ante la perspectiva de volverse un criminal. Y Park se alejará de la exactitud por momentos rigurosa de sus películas anteriores para crear un film más libre, salvaje y desesperado, uno que tiene la potencia, la fiereza y el enojo de su protagonista, alguien a quien el realizador ve con empatía pese al enloquecido y bastante absurdo viaje en el que se mete. Con un dolor de muelas infernal que lo persigue y una facilidad para meterse en problemas permanentemente, es claro que Mansu no es un candidato ideal para la tarea. Y eso queda rápidamente demostrado.

Gracias a éxitos como PARASITE y EL JUEGO DEL CALAMAR, el audiovisual coreano parece especializado en crear tramas en las que el ascenso y el descenso social se dirime en peligrosos juegos de vida o muerte, con personajes dispuestos a soltar las manos de sus pares con tal de salvarse a sí mismos. En esa línea, pero de una forma más anárquica, potente y menos calculada, funciona la película de Park, como si los años que pasaron desde aquel film de Bong Joon-ho solo hayan servido para aumentar la angustia y la desesperación de los que sienten que están, no ya cayéndose del sistema, sino perdiendo algunos de sus publicitados privilegios.

La película logra ser, a la vez, muy graciosa y abrumadora sin nunca (o casi nunca) ser cruel en un sentido gratuito. Mansu no planea matar a los dueños de las compañías sino a sus pares, los que pelean con él por un mismo puesto, pero en su lógica deshumanizada por años de vida corporativa, esa es la única opción que se le ocurre. Y no es casual que esa lógica sea la misma que maneja la vida política de buena parte del mundo en estos años: cada vez son menos los que piensan en ponerles freno a los que más tienen ya que todos hemos sido de algún modo programados –mediante algoritmos, redes sociales, campañas políticas, publicidad– para pensar que el enemigo es el que tenemos al lado, el que está en la misma situación que nosotros. Por ahí pasa el lado angustiante que se entrelaza con el humor de la película. De un modo quizás menos directo y sangriento, la realidad no es tan distinta a lo que se ve acá.

Las historias del «sálvese quien pueda» corren siempre el riesgo de ser problemáticas, de terminar de alguna manera celebrando o festejando a los que ingresan en esa lógica. Park logra que su película jamás vaya hacia ese lado. Los competidores a los que cree que tiene que eliminar son personas tan desesperadas, angustiadas y, en algún caso, aún más patéticas que él. No hay «placer» en completar su misión ni nada parecido. Mansu es una víctima más de un sistema que funciona por eliminación y su gran fracaso es no saber o poder salir a tiempo de esa maquinaria en la que creció y se educó. Con humor, un par de secuencias antológicas de violencia y torpeza en partes iguales, y con la ambición de contar una historia que habla del presente, Park Chan-wook hace la que quizás sea su mejor película. La más libre, la más salvaje y la más furiosa contra el estado del mundo.