Viennale 2025: crítica de «Roofman», de Derek Cianfrance

Viennale 2025: crítica de «Roofman», de Derek Cianfrance

por - cine, Críticas, Festivales
20 Oct, 2025 05:52 | Sin comentarios

Tras fugarse de prisión, un ladrón carismático se esconde en una juguetería y se enamora de una empleada divorciada, arriesgándolo todo por recuperar un vínculo humano. El director de «Blue Valentine» convierte un caso real en una tierna e insólita historia de amor con Channing Tatum y Kirsten Dunst como protagonistas.

Una mezcla de thriller, drama romántico y comedia absurda, ROOFMAN puede no ser la típica película que uno ve en un festival de cine, pero quizás por eso mismo se disfruta. Comedia ligera que se va volviendo drama romántico sobre un peculiar ladronzuelo, este film protagonizado por Channing Tatum y Kirsten Dunst tiene como director a Derek Cianfrance, pero su tono está bastante lejos de films anteriores suyos como BLUE VALENTINE o THE PLACE BEYOND THE PINES. Pertenece, si se quiere, a la «picaresca americana», esos films acerca de personajes curiosos que se las arreglan para engañar a medio mundo sin ser, casi nunca, descubiertos.

Basado en un caso real que tuvo lugar a principios de los 2000, ROOFMAN se inicia con las actividades que hicieron famoso a Jeffrey Manchester (Tatum), un veterano de guerra y padre de familia que necesitado de dinero y afecto –está a punto de separarse de su pareja, con la que tiene tres hijos– no tiene mejor idea que robar varios locales de McDonald’s. Un tipo simpático y bonachón con una gran capacidad de observación, Jeffrey se da cuenta que puede entrar a los negocios por el techo, esperar a los empleados antes de su llegada, reducirlos, encerrarlos en el freezer del local y robar la caja. Calcula, además, que necesita robar 45 locales para conseguir el dinero que quiere para ayudar a su familia y abandonar la tarea. Obviamente, será atrapado antes de terminar su tarea. Y su «caída» tendrá que ver con un golpe de generosidad, característica que le complicará más de una vez su modus operandi.

En lo que bien podría dar para una miniserie, las desventuras de Jeffrey ahí recién empiezan. Condenado a 45 años de cárcel, encuentra una ingeniosa manera de fugarse de la prisión y pronto está en la calle otra vez, perseguido por las autoridades. Fiel a su estilo, los burlará y terminará encontrando un raro refugio para hospedarse: escondido adentro de un enorme local de la juguetería Toys «R» Us, que habitará como si fuera su casa, usando sus instalaciones por la noche, alimentándose a M&M’s y hasta instalando cámaras (las que se usan para los bebés) para husmear sus oficinas y actividades.

Mientras espera el regreso de un amigo (LaKeith Stanfield) que podría ayudarlo a fugarse del país mediante un pasaporte falso, Jeff termina involucrándose en la vida de Leigh (Dunst), una recientemente divorciada vendedora del local a la que primero ayuda con algunas necesidades y de la que luego se enamora. Buscado –aunque ya con menos intensidad– por la policía, es obvio que ese romance y esa salida a la vida pública tendrá sus riesgos, pero el hombre no puede evitarlo y, con otra identidad, empezará a jugar un nuevo capítulo en su vida.

Tatum encarna a la perfección la complicada personalidad del protagonista, un hombre inteligente e ingenioso que a la vez puede ser inocente y algo tontuelo. Quizás la caracterización del personaje esté demasiado virada a lo cómico –Cianfrance lo presenta como el criminal más amable del mundo–, pero de todos modos resulta creíble en el contexto de un film que maneja un tono ligero, como una comedia de los hermanos Coen pero desprovista de cualquier tipo de cinismo. Manchester tendrá recursos y talento para ser un gran criminal, pero comete errores de principiante, a veces por torpeza, otras por amabilidad y, por supuesto, también por amor.

El núcleo central de la película pasará por la relación que tiene con Leigh, una mujer con dos hijas, devota religiosa y divorciada, con la que se conecta primero viéndola trabajar en el local –allí es maltratada por su jefe, encarnado por Peter Dinklage–, después acompaña a su iglesia y de la que luego se enamora. En su obsesión por caerle bien a las hijas de Leigh queda claro que Jeffrey (que usa con ellas otro nombre y se inventa una absurda profesión) está desesperado por recuperar los afectos que perdió, en especial el de su propia hija. Y aún sabiendo los riesgos que corre al exponerse con ellas, lo dará todo por ser parte de ese nuevo grupo familiar.

Cianfrance va logrando que la película de a poco gane en densidad, dejando de lado sus recursos más ostensiblemente absurdos y entrando en un territorio más humano e íntimo. Y más allá de una extensión que podría reducirse en varios minutos –Juno Temple, Ben Mendelsohn y Uzo Aduba aparecen en breves papeles que fueron claramente recortados en montaje–, el realizador logra que podamos empatizar con la confusión de su protagonista, tironeado entre la necesidad de esconderse y escaparse con la de volver a conectar con el mundo tras un largo encierro y, a su manera, redimirse. Y los que nos «venden» esa empatía son sus protagonistas, la siempre impecable Dunst y un Channing Tatum a quien el papel le cae como anillo al dedo: un buen tipo al que no se le ocurre otra cosa que robar para ganarse el afecto de los que más quiere.