Estrenos: crítica de «Modigliani: tres días en Montparnasse», de Johnny Depp

Estrenos: crítica de «Modigliani: tres días en Montparnasse», de Johnny Depp

por - cine, Críticas, Estrenos
13 Nov, 2025 08:04 | Sin comentarios

El actor dirige este retrato del artista plástico italiano Amedeo Modigliani a lo largo de unos caóticos y decisivos días de su vida en la París de 1916. Con Riccardo Scamarcia, Stephen Graham, Antonia Desplat y Al Pacino. Estreno en cines: 13 de noviembre.

No hay que hurgar muy profundo para darse cuenta qué es lo que pudo haberle interesado a Johnny Depp de la vida de Amedeo Modigliani, el pintor y escultor italiano que vivió y creó su luego valiosa obra a principios del siglo XX. Un tipo un tanto impresentable, seductor, alcohólico, entre escandaloso y patético, muy talentoso pero incomprendido por los «millonarios» que controlaban el mercado, Modigliani bien podría ser una versión ligeramente distinta del propio actor ahora convertido en director. Es cierto que Depp fue –y para muchos todavía es– una gran estrella y justamente celebrado en su momento, pero ya hace un buen tiempo que es visto por muchos en la industria como un paria. Un paria multimillonario, pero paria al fin.

Depp elige contar la historia de Modigliani a lo largo de tres días de su vida en la París de 1916. De entrada parece que será una misión imposible tolerar el tono entre circense, patético y excesivo que presenta la película, una versión mediterránea del caos balcánico de las comedias de Emir Kusturica, con música gitana y todo, pero en el mundo del arte decadente de París. Durante su primera hora, MODIGLIANI se presenta como una comedia disparatada que sigue las vidas del pintor (encarnado por ese muy buen actor italiano que es Riccardo Scamarcio), un par de colegas alcohólicos, sucios y hambrientos del mundo del arte (Maurice Utrillo y Chaim Soutine, interpretados respectivamente por Bruno Gouery y Ryan McParland), y de su agente, el constipado Leopold Zborowski (Stephen Graham), mientras tratan de escapar de situaciones conflictivas.

En medio de esas idas y vueltas buscando dinero para pagar deudas, bebiendo, lidiando con cucarachas y tratando de ganarse la vida, aparece lo más parecido a un «rayo de luz» que hay en la vida de Modigliani. Se llama Beatrice Hastings (Antonia Desplat) y es algo así como su novia, una escritora y crítica de arte, una de esas personas que antes se denominaban «musas». Es junto a ella que Modigliani logra salir por momentos de la espiral decadente en la que parece metido, aunque en otros la intensidad se traslada también a ese frente. Y hay, al final de esos tres días, una ilusión: una prometida reunión con un famoso galerista llamado Maurice Gangnat (y que interpreta Al Pacino, que alguna vez coqueteó con dirigir este mismo guión de Jerzy y Mary Olson-Kromolowski), quien podría sacarlo de la pobreza, siempre y cuando el propio Modigliani no la arruine, bueno, con su personalidad.

A partir de cierto momento, Depp y su elenco bajan un par de cambios, la película se pone más oscura, trippy y melancólica (como ejemplo del cambio de tono, en la primera mitad del film hay un tema musical de tono imperativo y noir de Tom Waits y en la segunda se escucha el bellísimo y tristón «Tom Traubert’s Blues«) y LOS TRES DIAS EN MONTPARNASSE se van convirtiendo en una serie de reflexiones un tanto más introspectivas y dolorosas acerca de un artista que cree en su talento pero que no logra convencer a muchos de su valor. La larga y única escena entre Scamarcio y Pacino ilustra muy bien la angustia del artista ninguneado pero orgulloso, que no está dispuesto a hacer cualquier cosa por dinero, por más que lo necesite.

Scamarcio es en buena medida responsable, gracias a su delicada contención expresiva, de que la película no se pase de rosca del todo en casi ningún momento. Depp crea una atmósfera caótica alrededor suyo casi todo el tiempo, pero hay una suerte de melancólica dignidad en el rostro del actor italiano que no logra arruinar ni la obligación contractual de hacer toda la película en un inglés fuertemente acentuado. Rodada más en sets de filmación checos que en la verdadera Montparnasse, MODIGLIANI no funciona demasiado bien ni como biografía ni como reflexión acerca del arte, pero si uno tolera su desmañada primera hora se encontrará para su sorpresa extrañamente conmovido por las vueltas de la vida de un artista que, quizás vivió de un modo escandaloso, pero dejó una obra fascinante que no tardó en ser justamente valorada.