
Estrenos online: crítica de «Invierno en Sokcho» («Hiver à Sokcho»), de Koya Kamura (MUBI)
En una ciudad costera desierta de Corea del Sur, una joven que trabaja en una pensión se siente atraída por un artista francés que se hospeda allí. Su breve y frágil vínculo se desarrolla entre paisajes fríos y emociones contenidas, en esta delicada adaptación de la aclamada novela de Elisa Shua Dusapin.
Las relaciones entre las personas que trabajan en alojamientos turísticos y los pasajeros que los visitan pueden tomar todo tipo de características. En los hoteles más tradicionales, suelen ser formales y burocráticas. Pero en lugares más chicos –posadas familiares, pensiones, distintos tipos de casas familiares–, esas mismas relaciones pueden tomar otras características, más íntimas y personales. La que cuenta INVERNO EN SOKCHO no es, estrictamente, una historia de amor, pero sí una en la que entre personajes de esos mundos aparece algún tipo de intimidad. En este caso, más por parte del anfitrión que del cliente.
Adaptada de la novela homónima de Elisa Shua Dusapin, INVIERNO EN SOKCHO transcurre en una pequeña ciudad turística ubicada en el norte de Corea del Sur pero fuera de temporada, cuando está vacía y sus conocidas playas, cerradas. La protagonista principal se llama Soo-Ha (Bella Kim) y trabaja como empleada en una antigua, un tanto venida a menos, pero cálida pensión, en la que además cocina. Si bien tiene estudios universitarios y todos piensan que debería estar haciendo otra cosa –inclusive casarse con su novio, que aspira a triunfar como modelo–, ella parece satisfecha o quizás resignada a trabajar allí.
Son convenientes, de todos modos, sus conocimientos de idiomas, ya que allí se aparece un tal Yan Kerrand (Roschdy Zem), un artista plástico francés y ella habla muy bien el idioma. Es así que se transforma en el lazo comunicante entre Yan y el carismático dueño de la posada. Yan es un tipo seco, de pocas palabras, que prefiere estar solo y que, se ve, está buscando inspiración para una nueva obra. Y si bien Soo-Ha se engancha con él, el tipo parece estar siempre más preocupado con sus cosas y su vida, de la que no sabemos casi nada. Sí, en cambio, sabemos cosas de ella. Y algunas explican su conexión casi obsesiva con este hombre francés que, además, es bastante mayor que ella.

INVIERNO EN SOKCHO se ocupará de los vaivenes de una relación que nunca fluye del todo bien, o al menos como ella querría. El le pide recomendaciones de restaurantes, ella lo acompaña a un tour por la DMZ -la Zona Desmilitarizada que divide la península coreana entre Corea del Norte y Corea del Sur, que de «desmilitarizada» no tiene nada–, surgen algunas conversaciones en las que ella pone el mayor esfuerzo y él siempre se muestra un poco distante. A la par, la chica tiene una tensa relación con su madre y, obviamente, con su novio, que parece estar en su propio mundo, desinteresado de lo que le pasa.
La película es, más que una historia de amor o de amistad, el retrato de dos personas solitarias que, en una ciudad fría y semivacía, se cruzan durante un período de tiempo, en un cruce que no significa lo mismo para uno u otro. Si bien el punto de vista siempre es el de Soo-Ha y es por eso que la vemos espiarlo, googlearlo y hasta escuchar sus entrevistas (Yan es relativamente famoso), da la impresión de que para él ella no es mucho más que una anfitriona cordial y amable. De hecho, en más de una ocasión –y no solo ella– se comenta lo seco y rudo que es. «Así son los franceses», parecería decirle Soon-Ha al dueño de un negocio que él visita comprando materiales para pintar de una forma bastante agresiva.
Cálida, aunque por momentos un tanto distante y con algunos breves secuencias de animación que no funcionan del todo bien, INVIERNO EN SOKCHO tiene elementos similares a muchas otras películas coreanas o japonesas que tienen como protagonistas a personajes solitarios que se conectan en parajes turísticos no particularmente memorables. Aquí hay un drama familiar previo que le agrega un peso un tanto más clásico al relato, pero de todos modos la película del franco-japonés Kamura respira hasta el final ese tono de novelita corta asiática sobre relaciones breves que quizás no sean demasiado importantes, pero que de todos modos nos marcan para toda la vida.



