
Estrenos online: crítica de «Lamentos y oraciones: escuelas en la mira» («Thoughts and Prayers»), de Zackary Canepari y Jessica Dimmock (HBO Max)
Este documental expone la extraña y creciente industria creada para “preparar” a las escuelas estadounidenses ante tiroteos masivos en un país que se niega a restringir el acceso a las armas. Por HBO Max.
Si uno no supiera que está frente a un documental podría sentir que lo que está viendo pertenece a una extravagante comedia negra. Quizás, en el fondo, LAMENTOS Y ORACIONES sea exactamente eso: una historia de tragedias tan brutal que, por la manera en la que son ignoradas, parecen transformarse, sino en cómicas, al menos en absurdas, ridículas en su soberana estupidez. Como se sabe, los Estados Unidos viven hace décadas en medio de una terrible problemática ligada a sangrientos hechos de violencia en lugares públicos. Los ha habido en todos lados –recitales, salas de cine, iglesias–, pero su forma más brutal tiene que ver con las escuelas, atentados que terminan con niños y docentes fallecidos, montones de heridos, traumas generacionales y comunitarios. Lo más llamativo es que nadie hace lo que realmente se debería hacer para evitarlos o al menos reducirlos en número: prohibir o limitar severamente el uso de armas. Como dice el título de este documental, lo único que se hace es enviar «pensamientos y oraciones» a las víctimas y a sus familiares.
En THOUGHTS AND PRAYERS lo que se muestra es la industria creada alrededor de ese vacío. Cada atentado de este tipo, tras las condolencias y pesares, pone en discusión el tema de la facilidad para comprar cualquier tipo de armas en los Estados Unidos y la falta de atención psiquiátrica en el país. Y cada vez los políticos, gobernadores, congresistas y presidentes dicen que no pasa por ahí la solución, que la Constitución, la Segunda Enmienda, lo que sea. A esta altura ya ni se discute el tema: mueren decenas de personas en un atentado y no se hace mucho más que lamentarse. Y prepararse para el siguiente.

Lo que este asombroso documental muestra es la «industria de la preparación». Es que a partir de tantas situaciones violentas, todas las escuelas del país sienten que necesitan algún tipo de protección para evitar que algo similar les suceda. Sin control de uso de armas lo que les queda son paliativos, desde traumáticos y complejos simulacros hasta adquirir algunos de los centenares de productos que existen en el mercado para «combatir» estos hechos, pasando por preparar a los docentes y staff de las escuelas para saber manejar armas llegado el caso de que sea necesario utilizarlas.
De manera áspera y brutal, el documental funciona por momentos como una exhibición de estos productos, presentados por pequeñas compañías familiares –muchas de ellas lideradas por militares retirados– que han sacado al mercado desde pupitres antibalas –que se giran 90 grados y se usan como escudos– a cuadros y mochilas antibalas, a vidrios reforzados, a perros robots, a cámaras de todo tipo y especificidad, por citar solo algunos. No solo eso: hay una industria también para los cursos y preparación en las que se les ensaña a los docentes a disparar, usando sofisticados juegos de realidad virtual, y personas que se dedican a recrear este tipo de brutales crímenes para entrenar a sus potenciales víctimas.
Este raro «circo de la muerte» es el eje de este aterrador documental. Por un lado se sigue el entrenamiento de un colegio en Oregon para lo que será la recreación de un potencial tiroteo masivo, un ambicioso y un tanto ridículo experimento que compromete a toda la ciudad y que parece la filmación de una escena de acción de una película hollywoodense. Por otro, a los ya citados vendedores de artilugios de defensa de dudosa utilidad. Y, en las escenas más duras del film, se entrevista a chicos y a docentes que hablan de sus sensaciones, su paranoia y constante temor que los lleva a ir cada día al colegio sin saber si volverán o no vivos a sus casas.
Si uno no pone en consideración que esta industria existe por la negativa del gobierno a controlar el uso de armas hasta podría entender que algunos de estos ensayos y productos puedan llegar a ser útiles. Pero el «elefante en la sala» es más que evidente. Y lo mismo pasa por entender, tratar y ayudar a las personas que, por los extraños motivos que sean, puedan cometer este tipo de crímenes. Pero como nada de eso se hace, terminamos viendo a chicos usando cuadros colgados en el colegio como si fueran el Capitán América. Y ni hablar del trauma que genera, ya no solo que suceda algo así, sino vivir pendiente de eso.
THOUGHTS AND PRAYERS habla, en segunda instancia, de docentes agotados por las agresiones de alumnos, padres, bajos sueldos y por tener que aprender a usar armas para ayudar en estos casos. Y son varios los que entienden que es por esos motivos que más y más docentes van renunciando a sus cargos. Otro inquietante tema que surge, con el crecimiento de esta «industria del miedo», es que los propios creadores de estos gadgets admiten –con una poco creíble congoja– que su negocio crece con cada nuevo atentado, ya que los distritos escolares compran más y más productos para defenderse. Así, en una continua escalada de locura armamentista que tiene más de un paralelo con la manera en la que funcionan los conflictos internacionales.
Tan dramático como, en algún punto, delirante, lo que cuenta LAMENTOS Y ORACIONES hace pensar hasta qué punto estos hábitos y costumbres pueden trasladarse a otros países que, habitualmente, no tienen este tipo de atentados masivos en escuelas. Tomando en cuenta las tendencias actuales de radicalización de lenguajes y comportamientos, la fascinación con algunos de los peores hábitos de la cultura estadounidense y el discurso vacío que reivindica la «libertad» antes que cualquier otra cosa, no suena tan absurdo pensar que esta brutal lógica propia de un western contemporáneo se traslade a otros países y que los gobiernos tomen las mismas decisiones que allí. Esto es: no hacer nada más que enviar condolencias a los deudos y armarse para otra potencial y evitable batalla.



