
Fuera de Campo: «Había una vez un mago», de de María Salomé Jury y Oscar Frenkel y «Dice que…», de Alejandro Fernández Mouján
Un documental sobre Leonardo Favio en el rodaje de «Aniceto» y otro sobre la historia de un joven chaqueño que murió en una emboscada.
HABIA UNA VEZ UN MAGO, de María Salomé Jury y Oscar Frenkel. «No se si es el sueño que tuve el que me angustia o si ese sueño es producto de la angustia«, dice Leonardo Favio, en la conversación que es el principal eje de este documental que recupera el detrás de escena del rodaje de ANICETO, allá por 2007. Entre las muchas reflexiones que el cineasta le ofrece a sus directores –de los cuales una es su hija–, Favio se explaya sobre su cine, su infancia, la política, Dios, el misterio de la existencia y esa personal filosofía de vida que lo guió desde siempre.
Esa intimidad de la charla, capturada casi en plan diario familiar, convive acá con escenas tomadas en el rodaje de la versión musical de su clásico ESTE ES EL ROMANCE DEL ANICETO Y LA FRANCISCA… y lo muestra al realizador dando indicaciones a los técnicos y a los actores, analizando cuestiones de la puesta en escena y confraternizando –y en algún caso discutiendo– con su equipo. Escenas de las dos películas, combinadas a veces entre sí, y algunos momentos de Favio en la sala de montaje organizando el material terminan por conformar este sencillo pero emotivo documento que sirve para recordar al gran realizador argentino en lo que terminaría siendo su último trabajo cinematográfico.

El tiempo transcurrido desde aquel momento hasta ahora, más que quitarle actualidad al documento, lo hace crecer en importancia, lo convierte en testimonio y hasta legado. Su humanista, cristiana y, dice él, peronista filosofía de vida cobra aún mayor peso al ser expresada en estos precisos tiempos políticos. La manera en la que dice, con humildad, que los personajes le salen así porque no sabe hacerlos de otro modo («actúan como actuaría yo», asegura) o sus reflexiones sobre el rol de la política en la vida de los pueblos («la política es la forma más alta del arte») tienen ahora un valor aún mayor que entonces. Al verlo, uno no puede evitar pensar qué diría sobre lo que está pasando ahora en la Argentina y cuánta falta haría tener una voz así para contrarrestar tanta crueldad. O al menos hacernos sentir más acompañados al tener que atravesarla.
DICE QUE…, de Alejandro Fernández Mouján. La trama principal de cualquier otra película acá está resumida en una serie de carteles ubicados en su inicio en los que se habla de la muerte de José Luis Alvarenga, apodado «Lorenzo Lamas», en el Chaco, víctima de un enfrentamiento desigual con unos cuatreros de la zona de apellido Báez. Esos textos (todos empiezan con la expresión que da título al film) resumen el fin de la historia de José Luis, pero poco parecen tener que ver con lo que vamos viendo durante los minutos siguientes. En imágenes en blanco y negro, vemos a un joven andando en bicicleta y moviéndose dentro de las zonas más recónditas de lo que parece ser el Chaco.
Pronto empezaremos a intuir la conexión al escucharlo hablar. Se trata del propio Alvarenga, muchos años antes, cuando participó en otro documental que Mouján filmó en la zona. Allí Alvarenga cuenta su complicada historia de adolescencia, llena de entradas y salidas (fugas, en realidad) de institutos y cárceles de menores en Buenos Aires, su llegada al Chaco bajo libertad condicional y sus intentos allí de tener una vida más tranquila, trabajando como «marisquero» y tratando, en la medida de lo posible, de mantenerse lejos de los problemas, cosa que nunca en apariencia logró del todo.

DICE QUE… se arma a partir de esos materiales, sobrantes o no, de la otra película, un retrato a cierta distancia de un hombre que hoy sabemos muerto violentamente mientras lo vemos, décadas antes, intentando reinsertarse en la vida y en el ámbito laboral. Su labor cotidiana, las conversaciones que mantiene con otros trabajadores y algunas palabras suyas que lo muestran solidario y dispuesto a pasar hambre si la familia de un compañero no tiene para comer conforman este film cuya tragedia está implícita desde su inicio. Una vida que es posible recordar y homenajear gracias al poder y a la verdad que surgen del cine.



