
Re-estrenos: crítica de «Adiós Sui Generis», de Bebe Kamin
A 50 años de los conciertos, se reestrena, remasterizada, la película que capturó la despedida de la banda de Charly García y Nito Mestre en el Luna Park. Estreno: 20 de noviembre de 2025.
Todo estaba por hacerse. El rock, al menos tal como lo conocimos décadas después, no era un «nicho de mercado» ni una «industria en crecimiento». Era, simplemente, una manifestación musical y cultural de los jóvenes. Si bien en Estados Unidos y Europa ya llevaba las décadas suficientes como para haberse convertido, sí, en un mercado creciente, con shows en estadios y documentales ad hoc, en la Argentina era un universo poco explorado, salvo por contadas excepciones como ROCK HASTA QUE SE PONGA EL SOL, documental dirigido por Anibal Uset en base a registros tomados en el festival B.A. Rock de 1972 y que fue estrenado en 1973. En ese contexto, la despedida (o una de las despedidas) de Sui Generis el 5 de septiembre en el Luna Park porteño marcó dos hitos en paralelo. Fue un concierto de una masividad inusitada para el momento y generó una película que se transformó en un clásico del género.
Si bien hoy llenar dos Luna Park puede parecer poco –lo podría hacer cualquier streamer o youtuber con una buena cantidad de seguidores–, en ese entonces era el equivalente a llenar un par de estadios de fútbol, o quizás más que eso. Cualquier nota de la época lo pone en perspectiva: Sui Generis pasó de tocar para mil o 1500 personas a hacerlo para 12, 15 mil. Y esa falta de sistematización es más que evidente en lo caótico de la organización, en la limitada puesta en escena, en un sonido frágil (remasterizado para este reestreno) pese a la musicalidad de sus cuatro integrantes (además de la dupla original de Charly García y Nito Mestre estaban Rinaldo Rafanelli en bajo y Juan Rodríguez en batería) y hasta es una iluminación que da por momentos el aspecto de estar asistiendo a algún tipo de mística ceremonia macabra.
ADIOS SUI GENERIS captura esa despedida respetando la lógica del show, sin intentar «vestirlo» de otra cosa. No es el Sui Generis acústico y dulzón de sus primeros dos discos sino el cacofónico, experimental y «progresivo» de mediados de los ’70, elección musical que terminó por separar a los dos miembros fijos de la banda. De hecho, con la excepción de algunos éxitos de los dos primeros discos (como «Canción para mi muerte», «Rasguña las piedras», «Confesiones de invierno» y «Aprendizaje»), gran parte del material se compone de canciones más recientes, algunas no editadas aún y que terminarían saliendo en álbumes de futuras bandas («temas largos, con varias partes, pero están hechos para ustedes», dirá Charly) y hasta una versión extendidísima de «Un hada, un cisne» que supera los 25 minutos e incluye un solo de cada miembro del grupo. El pack musical incluye también dos canciones («Nena», versión primigenia de «Eiti Leda»; y «Mr. Jones») que, por dificultades técnicas de la filmación, debieron ser reconstruidas y grabadas de nuevo a posteriori, con formato de videoclip.

Pero lo esencial, más que lo estrictamente musical, pasa por la manera en la que el documental captura el clima y, si se quiere, el espíritu de la época. Filmando por momentos tanto al público como a los músicos, Kamin y su equipo de camarógrafos –entre los que se contaba Raimundo Gleyzer, desaparecido al año siguiente, en 1976– se enfocaron casi tanto en lo que pasaba arriba del escenario como abajo. Y esa decisión, que pudo haber sido polémica para su época, hoy se revela como fundamental. Hay algo en esos rostros, en ese entusiasmo (las simpáticas entrevistas, la entrada a las corridas, los pedidos de canciones y los constantes gritos) y en el look de la gente que ubica al espectador en ese año intenso de la vida argentina, que iría a volverse aún más complicado a partir de marzo del siguiente. Y ese espíritu también ronda, fantasmal, en la disolución personal y musical de una banda que, a su manera, se vio envuelta en el creciente descontrol de esos años.
Es cierto que, musicalmente al menos, los largos solos de la extendida versión de «Un hada, un cisne» pueden haber quedado fechados –y no son los más «efectivos» en relación a algunos otros temas que tocaron y que aparecen en los discos aunque no en la película–, pero son los que en definitiva ubican al show en su momento histórico, al menos desde la búsqueda sonora que proponen. Y lo mismo sucede con la puesta en escena del show, que no está cambiada ni «disfrazada» para la película. Eso era Sui Generis en ese momento. Eso era hacer un show y un rockumental en esa época. Y esa era la Argentina de 1975, el escenario de un cruce de tensiones que solo podía terminar por caminos separados o directamente rotos.
En 70 minutos de «sucio y desprolijo» material analógico, con un sonido capturado en vivo no arreglado a posteriori (remasterizado, sí, pero sin agregados en estudio, más allá de los circunstanciales y adelantados a su tiempo videoclips) y con cuatro jóvenes músicos explorando los límites de sus posibilidades artísticas, ADIOS SUI GENERIS queda como un testimonio de un país y de una cultura que, cincuenta años después, parecen ir quedando en el olvido. O, como se anticipaba Charly entonces: «Cerrarán las puertas de este infierno y es posible que me quiera ir«.



