Series: crítica de «Pluribus», de Vince Gilligan (Apple TV)

Series: crítica de «Pluribus», de Vince Gilligan (Apple TV)

El creador de «Breaking Bad» cambia el universo criminal por la ciencia ficción especulativa y sigue a una novelista desencantada (Rhea Seehorn) que descubre que todos a su alrededor se han vuelto misteriosamente felices. Los dos primeros episodios debutan el viernes 7 de noviembre por Apple TV.


«Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son
dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad
y la búsqueda de la felicidad»
Declaración de la Independencia de los Estados Unidos (1776)

La mayoría de la gente que sigue el mundo de las series conoce a Vince Gilligan como el creador de dos de los shows más importantes de la historia del género: BREAKING BAD y su spin-off BETTER CALL SAUL. Lo que quizás no todos sepan, o recuerden, es que el hombre comenzó su carrera en televisión como guionista de THE X-FILES, serie para la que llegó a escribir treinta episodios. Ese elemento es fundamental para entender el universo en el que se mueve PLURIBUS, una serie que tiene –en apariencia, al menos– bastante más en común con esa experiencia y búsqueda como guionista que con la más reconocida que vino después. Aunque si uno presta real atención, finalmente verá que los temas, las formas y obviamente las locaciones sí tienen bastante que ver con la dupla de series que lo hicieron famoso.

Es poco lo que se puede contar de PLURIBUS en detalle por la extensa lista de spoilers a evitar que envió Apple TV al adelantar siete de sus nueve episodios. Sí se puede decir que transcurre en buena parte en Albuquerque, New Mexico, mismo escenario de las dos famosas series de Gilligan y que la protagonista excluyente es Rhea Seehorn, la «Kim Wexler» de BETTER CALL SAUL y el alma de esa ya mítica serie. Seehorn encarna a Carol Sturka, una autora de novelas de ciencia ficción que está en una gira presentando el cuarto libro de una exitosa saga. Tiene fans que la adoran y una manager (Miriam Shor) con la que tiene una gran relación, pero está lejos de ser feliz con lo que escribe y lo que eso genera alrededor. Carol quiere publicar una novela seria –la tiene escrita ya– y abandonar de una vez por todas ese universo que a ella misma a veces le parecen «episodios malos de STAR TREK«.

Lo que no imagina –y de acá en adelante no hay mucho que pueda decir sobre lo que pasa– es que un episodio de esa o de cualquier otra serie de ciencia ficción especulativa le está por pasar en la vida real. Debido a sucesos que ya descubrirán, la mujer se descubre atrapada en una extrañísima situación cuando se da cuenta –tras un hecho entre dramático y violento– que el mundo ha cambiado de formas irreconocibles y que ella es una de las pocas personas que se ha quedado fuera de ese cambio. Como lo anuncia la propia promoción y se ve en los trailers de PLURIBUS, casi todas las personas parecen felices y amables mientras que Carol no puede evitar estar aún más enojada que de costumbre.

De ahí en adelante, Carol se obsesionará por poder seguir siendo una persona infeliz y desdichada –es decir, como siempre lo fue, pero ahora con aún más rabia que antes– en un escenario que parece haberse transformado en una especie de secta de gente feliz, amable y generosa. No solo eso, sino que tomará como causa personal hacer que el mundo vuelva a ser como era antes, aún con sus problemas, desdichas y miserias. A su modo, PLURIBUS se centra en esa mezcla de misión y cruzada personal de Carol por el derecho a ser ella misma, con todos sus defectos y peculiares características. Y será, claramente, una misión muy complicada ya que no parece haber nadie que quiera acompañarla en esa curiosa batalla.

A la manera de clásicos de la ciencia ficción de los años ’50 como THE INVASION OF THE BODY SNATCHERS, THE DAY THE EARTH STOOD STILL o THE VILLAGE OF THE DAMNED (uso los títulos originales en inglés ya que tuvieron traducciones muy diferentes en distintos países de habla hispana), la trama de PLURIBUS se presta a ser leída de modo metafórico. En estas y en otras películas de esa época de los Estados Unidos, el concepto de un mundo en el que las personas parecían haber sido «cooptadas» por algún tipo de secta, virus o invasión extraterrestre se prestaba para diversos tipos de interpretaciones políticas, desde que reflejaban el miedo al comunismo (que en esa época existía de verdad) a ser vistas como críticas del conformismo y la perdida de individualidad implícita en el «sueño americano» entonces en apariencia próspero.

PLURIBUS, por diversos motivos, se presta para un similar debate. El mismísimo título de la serie y ciertas coincidencias en la trama son tomadas de los orígenes de los Estados Unidos revolucionarios del siglo XVIII, lo cual parece pedir a gritos una lectura del tipo político. En ese sentido, Gilligan deja a los espectadores a que interpreten el material como quieran. La parte alegórica de la serie puede ser bastante ambigua –especialmente si uno piensa que hoy «la gente enojada» parece ser la mayoría y da la sensación de que la furia conecta más con los otros que la bondad o amabilidad–, pero en función de los cambios políticos en el mundo en los últimos años es imposible no leerla, o al menos esa es mi interpretación personal, como una áspera y ácida mirada a una época en la que parece imposible mantenerse por fuera de grupos con pensamientos uniformes sin quedar como un paria social. A su modo –aún desde su enojo y descontento–, Carol pelea por ser la que fue siempre.

Allí sí entra otra mirada posible de PLURIBUS, una que le permite a Seehorn explayarse y enredarse con todas las contradictorias emociones de un personaje que actúa durante gran parte de la serie sola o comunicándose telefónicamente con otros. Convengamos que Carol no es, lo vemos de entrada, una persona amable ni satisfecha con su vida ni demasiado capaz –con excepción de con su manager, Helen– de conectar con los demás. Se ríe de sus fans –en privado queda claro que los desprecia–, se queja de casi todo, bebe de más y parece protegerse emocionalmente de conectar con los otros. Es por eso que su reacción al «cambio de clima» que se produce en el mundo puede ser más vista como un modo de aferrarse a zonas suyas que no necesariamente son las mejores o más nobles. En segunda instancia y con cierta sutileza, PLURIBUS se pregunta si la equivocada no será ella.

En lo estrictamente audiovisual y narrativo, la serie continúa con el modo detallado, obsesivo y muy particular de Gilligan y equipo de contar historias. De BREAKING BAD y BETTER CALL SAUL mantiene, además de una geografía similar –los suburbios de Albuquerque, con sus colores, su sol abrasador, su arquitectura y paisaje–, esos inicios muchas veces misteriosos que tardan en conectarse con la trama central, ese gusto por la narración minuto a minuto de muchas situaciones específicas y la reiteración mecánica de hechos puntuales que sirven para poner en escena la bronca, el tedio o la frustración de su protagonista. Es claro que lo que sucede da para ser llevado a gran escala, pero la mayor parte del tiempo –no siempre, la serie irá abriendo puertas paralelas– Gilligan prefiere contar todo desde la surreal experiencia de Carol, un poco de la manera en la que lo haría M. Night Shyamalan, que suele tener una búsqueda minimalista relativamente parecida ante situaciones globales de alto impacto. En ciertos episodios, parece un unipersonal de Seehorn. Y la actriz le saca todo el jugo posible a esas situaciones.

En lo esencial, sin embargo, lo que conecta a PLURIBUS con esos dos clásicos es el arco emocional de su protagonista. Si bien la serie acaba de empezar y no se sabe cuántos años durará –es un concepto que, en principio, parece más contenido que los de aquellos por lo que dudo si será posible mantenerlo cinco o seis años–, todo parece indicar que el viaje personal de Carol tiene bastante en común con el de Jimmy «Saul Goodman» McGill en BETTER CALL SAUL: el recorrido de una persona frustrada con el mundo que encuentra, ante una situación que se le presenta inesperadamente, la posibilidad de pegar un vuelco en su vida. Tomando en cuenta que «ser feliz», en el contexto de la trama, parece más una trampa que una solución, no es del todo claro cuál es el camino a emprender por la protagonista. Aún cuando su búsqueda esté expresada en la propia Declaración de la Independencia de ese país como un objetivo, quizás la libertad y la felicidad no vayan siempre de la mano. Y tal vez esa sea la ambigua lección con la que haya que aprender a lidiar.