Series: reseña de «Merteuil: Juegos de seducción», de Jean-Baptiste Delafon y Jessica Palud (HBO Max)

Series: reseña de «Merteuil: Juegos de seducción», de Jean-Baptiste Delafon y Jessica Palud (HBO Max)

Precuela en francés de Relaciones peligrosas, The Seduction narra la transformación de Isabelle de Merteuil, de joven inocente a mujer calculadora y manipuladora. Protagonizada por Anamaria Vartolomei y Vincent Lacoste, la serie combina sensualidad, traición y tensiones de clase en el París previo a la Revolución. Desde el 14 de noviembre.

La serie MERTEUIL: JUEGOS DE SEDUCCION es una especie de precuela, prehistoria o versión más juvenil de los hechos narrados inicialmente en la novela epistolar LES LIAISONS DANGEREUSES, de Pierre Choderlos de Laclos, publicada en 1782, y que fueron luego adaptados al teatro por Christopher Hampton y llevados al cine varias veces, siendo RELACIONES PELIGROSAS (1988), de Stephen Frears, la más famosa de sus versiones. Creada por Jean-Baptiste Delafon y dirigida por Jessica Palud, la miniserie mantiene los escenarios y el estilo de la más conocida de sus versiones aunque cambia tres cosas fundamentales: el idioma (acá por suerte se habla francés), la edad de los protagonistas (en su mayoría en sus veintitantos o treintas) y el contenido sexual, que es un poco más intenso que en otras adaptaciones.

Anamaria Vartolomei (MICKEY 17) interpreta aquí al personaje de la Marquesa Isabelle de Merteuil, encarnado por Glenn Close en el film de 1988. Acá Merteuil es mucho más joven y lo que se cuenta en sus primeros episodios es la prehistoria de su relación con el Vizconde Sebastien de Valmont (Vincent Lacoste aquí, John Malkovich en aquel film), que comienza cuando el seductor aristócrata conquista y se casa con Isabelle siendo ella virgen para luego cruelmente abandonarla apenas sucedido el hecho. Todo este juego hecho, además, con la complacencia de Madame de Rosemonde (Diane Kruger), la tía del joven. Merteuil jura vengarse de lo que le hizo Valmont e irá a los círculos sociales altos de París con esas intenciones, logrando entablar una sociedad con Rosemonde, cuyas intenciones quizás no sean del todo las mismas que las suyas.

Pero lo que empieza como un intento de Isabelle de vengarse de Valmont empieza a enredarse luego de que su plan inicial sale mal, es humillada por el seductor Conde de Gercourt (Lucas Bravo) y condenada al ostracismo social. Obligada por las circunstancias y la fragilidad económica a tener que casarse con un veterano aristócrata que se va a la guerra en los Estados Unidos (en la novela ya es viuda), la Marquesa de Merteuil vuelve a emprender una intrincada revancha, pero esta vez con la ayuda siempre un tanto sospechosa de Valmont –que dice estar arrepentido de haberla dejado y que la ama– y de Rosemonde, tomando como inicial objetivo al tal Gercourt.

En esos juegos de seducción irán apareciendo otros personajes ya famosos de la novela y de la adaptación cinematográfica que se irán enredando en esos cruzados complots romántico-económicos que intentan controlar Merteuil y Valmont, como la joven e inocente Cécile de Volanges (Fantine Harduin), el músico aquí adolescente Raphaël Danceny (Samuel Kircher) y la célebre Madame de Tourvel (Noée Abita), personajes que en la película de Frears fueron encarnados nada menos que por unos entonces jovencísimos Uma Thurman, Keanu Reeves y Michelle Pfeiffer. En el medio aparecerán otras alteraciones y modificaciones de la trama original que tienen como objetivo construir una versión más feminista y, si se quiere, empoderada de la clásica historia.

THE SEDUCTION –tal es su título en inglés– dialoga en términos de estilo y temática con otras series de éxito reciente en plataformas, especialmente THE GILDED AGE, con la que comparte un similar universo más allá de la diferencia de épocas y de locaciones entre ambas. Lo que la dupla Delafon y Palud intentan hacer aquí no se aleja demasiado de otros intentos de modernizar y darle un giro feminista a textos de la literatura clásica o célebres obras de teatro y películas. En ese sentido, la serie francesa funciona como una «historia de origen», una que explica qué cosas le sucedieron en su vida a Merteuil para que terminará convirtiéndose en la mujer entre libertina y malvada que describe la novela original.

Palud logra estructurar muy bien lo que podría llegar a ser una confusa saga de nombres aristocráticos entremezclados en tramas complejas de engaños cruzados, ya que los personajes manejan un doble y a veces hasta triple discursos, diciéndoles una cosa a unos, otra a otros, sin que se termine sabiendo muchas veces cuáles son sus verdaderos intereses personales. La serie le da peso también al rol que la economía tiene en los comportamientos de muchos de ellos, incluyendo a la propia Merteuil. Lo que puede ser visto como una serie de juegos libertinos, malvados y viciosos de una serie de diletantes aristócratas está acá siempre teñido –como en las buenas novelas clásicas– de sus específicas y muchas veces ocultas necesidades de dinero o de posición social.

No se trata, de todos modos, de una serie que proponga una búsqueda estética particularmente moderna o radical. De hecho, lo más actual que la serie propone –siempre en el contexto de las series– es su sensualidad y su contenido ligado a temas sexuales, asuntos que siempre fueron característicos de la programación de HBO y que aquí se presentan en una versión entre afrancesada y decadente, alejadas acaso de los parámetros un poco más medidos de otras adaptaciones. Por fuera de eso, MERTEUIL se construye desde un formato clásico para contar la historia de una joven que trata de hacerse un lugar, a su manera, en una sociedad como la francesa pre-revolucionaria del siglo XVIII que no miraba con buenos ojos a mujeres como ella.