Series: reseña de «Made in Korea», de Woo Min-ho (Disney+)

Series: reseña de «Made in Korea», de Woo Min-ho (Disney+)

Inspirada en un secuestro real, Made in Korea cruza espionaje, política y crimen en un thriller elegante ambientado en la Corea de los años 70.

Esta nueva serie coreana toma como punto de partida una variación de un conocido hecho histórico (el secuestro de un vuelo en 1969 que fue desviado a Corea del Norte) para ir entrelazando una trama que conjuga asuntos políticos, bandas de peligrosos narcotraficantes, yakuzas japoneses y un enfrentamiento entre dos hombres que, supuestamente, luchan por el mismo objetivo: la seguridad de Corea del Sur. Más ligero y convencional de lo que aparenta ser en un principio, de todos modos Made in Korea funciona muy bien como una accesible puerta de ingreso a la complicada historia de ese país.

Baek Gi-Tae (Hyun Bin) es un elegante hombre de negocios que aborda un avión que viaja de Japón a Corea del Sur, avión que es secuestrado por un grupo revolucionario que los toma como rehenes y amenaza llevarlos a la comunista Corea del Norte. En medio del caos que surge dentro y también fuera del avión, Baek se revela como un inteligente negociador, tratando de que las personas sean liberadas sin problemas y que los novatos secuestradores puedan llegar a destino. Pero Baek no es, estrictamente, un hombre de negocios. Es, en realidad, un importante miembro de la KCIA (sí, la CIA coreana) en lo que aparenta ser un trabajo de infiltración en una banda narcotraficante que opera con los yakuza.

Como la KCIA trabaja para lo que entonces era un gobierno militar –Corea del Sur estuvo bajo dictaduras de distintos modelos hasta 1987–, su operatoria era un poco más secreta y complicada que lo habitual para ese tipo de organizaciones. Y el elegante y siempre cool Baek, cuya voz en off organiza el relato en ese primer episodio, parece más un funcionario corrupto que un infiltrado que trabaja para la ley. ¿Lo será?

En el segundo episodio aparece el otro personaje clave de Made in Korea, el que se transformará en su némesis: Jang Geon-young (Jung Woo-sung), un fiscal de Busan enfrascado en detener una banda narco involucrada en el asesinato de una pareja en esa ciudad. En su investigación –que incluye también hacerse pasar por otro– se cruzará con Baek, que en los papeles debería estar de su lado, pero en la práctica no parece ser tan así. Y allí nace un enfrentamiento que se extenderá por el resto de los seis episodios de la serie.

Si bien, de entrada, por el uso de material documental de archivo, la serie parece más centrada en ocuparse en asuntos reales de la política coreana de los años ’70, de a poco esos hechos históricos pasan a ser un tanto más contextuales y Made in Korea toma características más clásicas de una serie de espías, agentes secretos y narcotraficantes. Básicamente, se monta como un enfrentamiento entre dos hombres que pueden ser vistos como modelos opuestos: el incorruptible hombre de ley y el un tanto más sinuoso agente de inteligencia.

Con momentos de humor característicos del audiovisual coreano y una puesta en escena elegante y estilizada –se nota por diversos motivos que el director Woo Min-ho (Inside Men) es un fanático de El samurai, de Jean-Pierre Melville, con Alain Delon–, Made in Korea va perdiendo algo de fuerza dramática con el paso de los episodios, aún cuando continúa siendo relativamente inteligente como una mirada bastante áspera a la política coreana de la época.

El cine y las series de Corea se han apoyado mucho en tensas y violentas anécdotas de su historia nacional para crear entretenimientos masivos y populares. En los mejores casos, por detrás de la acción y el suspenso, uno puede sentir el peso de esos acontecimientos políticos que marcaron a esa nación. En Made in Korea eso no sucede tanto. La historia coreana le da el contexto y la excusa, pero en más de un sentido lo que la serie cuenta la serie podría suceder, con algunas diferencias, en cualquier parte.