Las mejores películas de 2010 (estrenos): «Aquel querido mes de agosto»

Las mejores películas de 2010 (estrenos): «Aquel querido mes de agosto»

por - Críticas
11 Dic, 2010 11:49 | comentarios

Aquel querido mes de agosto, la película de Miguel Gomes ganadora del BAFICI 2009, propone una combinación de tantos elementos que, de sólo citarlos, parecería ser el colmo de lo pretenciosa. Pero, sin embargo, se trata de una de las películas más vitales, amables, alegres y festivas vistas en mucho tiempo. El realizador portugués mezcla […]

Aquel querido mes de agosto, la película de Miguel Gomes ganadora del BAFICI 2009, propone una combinación de tantos elementos que, de sólo citarlos, parecería ser el colmo de lo pretenciosa. Pero, sin embargo, se trata de una de las películas más vitales, amables, alegres y festivas vistas en mucho tiempo.

El realizador portugués mezcla documental con ficción, falso detrás de escena con improbables sesiones de cásting, números musicales en vivo y un melodrama digno de una telenovela: todo con una gracia y naturalidad tal que, más que chocar entre sí, esos elementos dispares se combinan para entregar una película subyugante.

El filme es también un objeto extraño en cuanto al lugar cultural que ocupa. Se trata de un filme apegado a la cultura popular del interior portugués y, a la vez, uno que ofrece una mirada analítica de esos fenómenos pero sin jamás distanciarse irónicamente de lo que cuenta.

Agosto no será de sencilla digestión para aquellos que no tienen una relación de curiosidad (amor/fastidio, cariño/paternalismo) con ciertas formas de la cultura y los mitos populares. El filme de Gomes tiene quince o veinte canciones interpretadas en su mayoría en vivo. Nada hay aquí de la elegancia exportable del fado: Agosto nos mete en un mundo de carnavales y fiestas veraniegas de pueblo, con canciones románticas, bailables y hasta una payada que sirven como marco narrativo, estético y temático del filme.

La música es parte de las fiestas que se realizan durante el mes de agosto, que es cuando los emigrantes vuelven a visitar sus pueblos en plan vacaciones/reencuentro familiar. El filme de Gomes puede ser visto, en primera instancia, como un recorrido por esos pueblos, esas fiestas, esas músicas, y los curiosos personajes que los pueblan y que cuentan a cámara sus historias de amor, de locura y hasta de muerte.

Pero esta narración está enmarcada por otra. Lo que vemos es casi una sesión de cásting, el recorrido que hace un equipo de filmación por una zona buscando locaciones, personajes, historias, inspiración para una película de ficción. De hecho, el propio director y varios miembros del equipo aparecen mientras que muchos de los personajes del pueblo hacen mención al rodaje, se quejan de los cambios o piden aparecer en cámara.

Promediando el relato, la historia de ficción que Gomes está tratando de filmar empieza a surgir, casi imperceptiblemente. Hay un extraño triángulo «romántico» entre una chica, su padre (ambos miembros de una banda musical) y un primo que los visita y toca con ellos. No hay un corte de uno a otro relato, sino un traslado natural, en el que lo ficcional pasa a primer plano dejando al documental latiendo por debajo, lo contrario de la primera parte, que es documental en la forma pero plagado de «ficciones» -historias, fabulaciones- detrás.

Las dos partes son más que una y hacen de Agosto la riquísima película que es, ya que ambas se retroalimentan todo el tiempo. Los entrevistados de la primera parte (la mujer que corrige a su marido en cámara, el tipo que vive emborrachándose y tirándose al río, y así) no son menos «personajes» que los creados por el director en la segunda parte. Ambos están a mitad del camino entre el realismo y la fantasía (televisiva, musical, de letras de cursis canciones de amor), jugando en el límite entre lo que son y lo que fabulan ser.

El filme cierra con un debate entre los miembros del equipo acerca de ciertas músicas y ruidos que capturó el sonidista y que, según todos los demás, no deberían estar allí. Lo que se oye y lo que no, lo que la cámara capta, lo que muestra y lo que uno elige ver: el filme usa «la excusa» del documental para dejar en claro que eso que llaman realidad, es una construcción como cualquier otra.


Nota: Crítica publicada en Clarín el 4 de marzo de 2010