Diario de Londres 4: «The Descendants» vs. «The Artist»,    ¿la gran pelea por el Oscar?

Diario de Londres 4: «The Descendants» vs. «The Artist», ¿la gran pelea por el Oscar?

por - Críticas
25 Oct, 2011 04:33 | 1 comentario

Si bien todavía hay muchas películas que pueden competir por el Oscar que no se vieron (WAR HORSE, EXTREMELY LOUD AND INCREDIBLY CLOSE, YOUNG ADULT, THE IRON LADY, etc), hasta ahora, al menos en los papeles y rumores previos, dos de las más fuertes contrincantes serían THE DESCENDANTS, la nueva película de Alexander Payne, y […]

Si bien todavía hay muchas películas que pueden competir por el Oscar que no se vieron (WAR HORSE, EXTREMELY LOUD AND INCREDIBLY CLOSE, YOUNG ADULT, THE IRON LADY, etc), hasta ahora, al menos en los papeles y rumores previos, dos de las más fuertes contrincantes serían THE DESCENDANTS, la nueva película de Alexander Payne, y THE ARTIST, la película muda del francés Michel Hazanavicius. Me tocó verlas con menos de 24 horas de diferencia aquí, en Londres. Y si esa va a ser la carrera, yo ya tengo una clara favorita…

THE DESCENDANTS es el nuevo filme del director de ENTRE COPAS y LAS CONFESIONES DEL SR. SCHMIDT, un director que trabaja mezclando comedia y drama de maneras bastante inusuales, y con un toque muy personal e identificable. Si bien la comedia dramática es un formato muy clásico y establecido en Hollywood, la forma en la que Payne encara el género es muy particular.

Generalmente, el género tiene una progresión de lo cómico a lo dramático bastante característica, casi como un giro porcentual en el cual la comedia va desapareciendo de a poco y el drama crece, como si fuera una especie de juego de proporciones. Payne no trabaja así. El tipo puede arrancar la película de una manera dramática, poner una situación de comedia, transformarla en drama y volver para atrás. Y así, toda la película. Y, lo que es más característico, es que tiende a transformar en humorísticas las escenas que se supone deberían ser dramáticas, y viceversa.

El filme tiene un punto de partida muy similar al de SCHMIDT. Un hombre intenta reunir a su familia tras atravesar una tragedia (la esposa muere en la primera; aquí queda en coma) y, a la vez, enterarse de que esa mujer que perdió lo había engañado. Ese hombre ha vivido toda su vida dedicado a su trabajo y tiene poca y mala relación con sus hijos. Y, en ambos filmes, hay un viaje (o una serie de viajes aquí) que servirán para tratar de recomponer esos lazos familiares.

Si hay algo que diferencia principalmente a THE DESCENDANTS del otro filme es que su tono es menos paródico y sarcástico, y que el director logra ubicarse del lado de los personajes y no mirándolos con sorna. En SCHMIDT el límite era difuso, pero la actuación de Nicholson llevaba toda al borde de la parodia. George Clooney, en cambio, logra generar empatía con su personaje, un tipo dedicado a su trabajo que debe recomponer su estructura familiar y que no tiene mejor idea que hacerlo mientras busca al hombre con quien su esposa lo engañaba.

THE DESCENDANTS tiene varios ejes más (uno, bastante importante, ligado a una venta millonaria de un terreno en Hawaii, donde transcurre toda la película), pero el núcleo duro, central, es Clooney y sus hijas, más un amigo de la hija mayor, viajando a interceptar a este “amante” que es casi una excusa, un “enemigo” externo, para reconstruir esos lazos. Acaso en la composición de esa otra pareja (el amante de la mujer de Clooney y su propia esposa) aparezca un poco la sorna de Payne y una mirada algo burlona. Pero el resto de los personajes, que atraviesan emociones complejas, tiene un grado de humanidad casi inédito en su cine.

Es una película dura, por momentos, y absurda, en otros. Trata de la muerte y la enfermedad, pero en medio de todo hay situaciones completamente ridículas. Su estructura no es convencional –es un zigzag tanto narrativo como emocional-, pero eso es lo que hace que termine rindiendo más. Nunca sentimos que Payne nos pega debajo del cinturón, pero tampoco le escapa a la emoción genuina, sincera. Lo que hace es torcer las expectativas, llevarnos finalmente a ese lugar pero –como cierta nueva literatura norteamericana- tomando pequeñas curvas para no caer en la obviedad.

Y si alguien me dice que hay un último plano mejor que el de esta película en todo lo que va del año (al menos en el cine de Hollywood), que me lo muestre ya.

THE ARTIST, en cambio, funciona por los carriles armados hace ya más de 80 años. Y está bien, en un punto, que así sea. Como homenaje al cine mudo que es, en cada uno de sus planos y en su organización narrativa, no se podía esperar otra cosa que fidelidad a una manera clásica de contar. Aquí es una relectura del cine mudo pasada por otros homenajes secundarios (CANTANDO BAJO LA LLUVIA, EL CIUDADANO, NACE UNA ESTRELLA) en un ejercicio de estilo que está muy cuidadosamente realizado pero que no es más que eso: un juego, un truco de magia bien hecho.

Hazanavicius es francés. Y su elenco principal también (aunque Berenice Bejo, la protagonista, en realidad es argentina). Sólo los secundarios (John Goodman, Penélope Ann Miller, James Cromwell) son norteamericanos o ingleses. Y sorprende que los franceses hayan sido capaces de hacer un homenaje a ese Hollywood del cine mudo de una manera casi idéntica, con un cuidado de los detalles impresionante.

La película cuenta la historia de una estrella del cine mudo que conoce a una joven “starlet”, de la que se enamora, y cómo sus suertes cambian (él decae, ella crece) con la aparición del cine sonoro. THE ARTIST es muda, en blanco y negro, tiene el cuadro 4:3 correspondiente a los filmes de la época y está filmada con el estilo y los recursos visuales de entonces, en especial lo que es “cine dentro del cine”, las películas en las que los actores actúan y de las que se ven partes en el filme.

La historia arranca, sí, como comedia muda, con gags visuales clásicos (con perrito simpático y todo) y, cuando la situación se va complicando con la llegada de la Depresión económica y la “caída” de nuestro siempre sonriente héroe (Jean Dujardin, muy bien en una especie de imitación de Douglas Fairbanks Jr.), aparece el melodrama. Si bien es algo larga, todo funciona correctamente: la música es apropiada, el arte y la fotografía también, y sólo unos jueguitos aquí y allá nos hacen recordar que estamos viendo una “relectura posmoderna” del cine mudo y no un homenaje hecho y derecho.

El problema es que no se puede decir mucho más que THE ARTIST es una película bien hecha y simpática. Cuando uno quiere ir más allá de ese acto de prestidigitación que es la película en sí, no hay mucho que agregar. Quedan escenas, momentos, algunos pases de magia más efectivos que otros. No hay sustancia que permita considerarla una gran película. Y eso es lo que hace pensar que es una gran campaña de marketing de Harvey Weinstein, el hecho que esta pequeña película muda francesa figure como candidata principal al Oscar en todos los rubros. Sí, es graciosa y va a ser un éxito. Pero no tiene ni una pizca de la humanidad y la complejidad emocional que hay en THE DESCENDANTS. En ese sentido, en este caso negativo, THE ARTIST también es una película en blanco y negro.