Diario de Oslo 4: las películas de «New Horizons» (Parte 1)
La competencia por el premio New Horizons del Festival Films from the South es, casi como todo este evento que ya lleva 21 años realizándose, un clásico combo de películas que están aquí más que nada por los temas que tratan con otras que, siendo de cinematografías del tercer mundo (América latina, Asia, Africa), apuestan […]
La competencia por el premio New Horizons del Festival Films from the South es, casi como todo este evento que ya lleva 21 años realizándose, un clásico combo de películas que están aquí más que nada por los temas que tratan con otras que, siendo de cinematografías del tercer mundo (América latina, Asia, Africa), apuestan por algún riesgo estético o narrativo. Por llamarse New Horizons esta sección no logra evitar esa misma tendencia. Uno podría pensar que el título tiene más que ver con el hecho de que sean primeras o segundas películas que por proponer “nuevas búsquedas” cinematográficas. Si uno la piensa en comparación al BAFICI porteño, tiene más en común con la competencia oficial que con la llamada “cine del futuro”, si bien algunas películas que están en esta sección pasaron por allí.
La sección tiene 12 películas y recién mañana se darán a conocer los premios, así que iré contando aquí cuales fueron mis sensaciones respecto a la programación, lo que no amerita (técnicamente) que si una película no me gustó se vaya a quedar fuera de los premios. Somos tres en el jurado y esas cosas no sólo dependen de uno. Pero creo que, por lo que ya hemos conversado con los otros jurados de FIPRESCI (el premio de la sección es el premio FIPRESCI, la competencia oficial tiene otro jurado), difícilmente terminemos peleándonos por este premio.
Hay una película que seguramente llamará la atención en la Argentina por su título: se llama 678 y la dirigió Mohamed Diab. Ha tenido un gran éxito en Egipto y aparece en varios festivales, en muchos casos renombrada Cairo 678, no creo que por motivos de coincidencia con un programa televisivo argentino. Se la llamará así, calculo, para clarificar su procedencia. El número 678, en la película, es el número de una línea de colectivo donde viaja siempre una mujer a la que, constantemente, molestan sexualmente con la temida y archiconocida “apoyada”. Lo cierto es que la mujer reacciona, violentamente, y eso despierta una serie de sucesos encadenados. La película se centrará en su caso y el de otras dos mujeres, víctimas de distintos tipos de abuso y acoso ante una sociedad que mira para otro lado, no dice nada y tiende más bien a tratar a las víctimas por “locas”.
A excepción de un peculiar investigador que debe averiguar quién está cometiendo estas duras “vendettas” en el 678 (un personaje gracioso, cuya comprensión del caso lo hace salir del cliché), el resto de las historias, con sus paralelismos y encuentros forzados, con su crescendo dramático hacia las zonas más obvias, no sale de lo previsible y remanido, hasta incluir un juicio oral y público y todo. Calculo que podrá servir para cierta toma de conciencia en Egipto acerca del tema, pero como película es bastante pobre.
Algo parecido se podría decir de CIRCUMSTANCE, la película de la iraní radicada en los Estados Unidos Maryam Keshavarz. La película cuenta la historia de dos amigas que se dan cuenta que lo que sienten la una por la otra es algo más que amistad, algo nada sencillo de manejar en el Irán contemporáneo. Como problema extra, además, el hermano de una de ellas ha dejado las drogas, se ha volcado al fundamentalismo y hoy actúa como “espía” del gobierno, con las consecuencias que uno puede imaginar del caso.
Más allá de mostrar esos otros modos de vida que uno supone existen en Irán pero jamás son mostrados en sus películas (fiestas, alcohol, discos, drogas, etc.), CIRCUMSTANCE es otra de esas propuestas olvidables, con escenas que van desde el erotismo más banal entre las dos chicas (escenas que no estarían fuera de lugar en una película que uno agarra a la madrugada por cable, incluyendo su “sueño” de mudarse a Dubai, donde suponen serán libres) hasta su banal esquema narrativo. De vuelta, como en 678, es una película que llega “validada” por su tema. El resto es bastante intrascendente.
Un poco mejor (pero no demasiado) es STRAY BULLET, la película libanesa de Georges Hachem que protagoniza la también directora Nadine Labaki (WHERE DO WE GO NOW?). Centrada en el final de los conflictos entre católicos y musulmanes en ese país en 1976, cuenta la historia de una mujer que decide, digamos, plantar a su novio, y retoma el contacto con un ex. Serán luego testigos de un hecho violento que los marcará de maneras impensadas en una película que se pierde en su propia confusión narrativa, sin saber bien qué está contando ni hacia donde llevarlo. Es bastante más original que los anteriores (al menos genera cierta intriga su propia indefinición y languidez), pero nunca termina de hacer partícipe al espectador de lo que pasa, por más que lo intenta con recursos, digamos, de dudoso gusto.
La que para mí fue una sorpresa, positiva, fue TRABALHAR CANSA, la película brasileña de Juliana Rojas y Marco Dutra que estuvo en Cannes, en la sección Un Certain Regard. Sorpresa, en principio, porque pocos la habían destacado en su paso por ese festival (es cierto, en medio de una programación mucho más fuerte se entiende que haya pasado algo de largo), pero más que nada por cómo se desarrolla la película en sí, que empieza como un drama más o menos convencional sobre el desempleo en una familia de clase media y se va volviendo, con el correr de los minutos, en una mezcla de película de suspenso con un toque hasta metafísico.
Un hombre se queda sin trabajo y su mujer, que pone un pequeño supermercado, son el centro de la trama: la relación entre ambos, su empleada doméstica, los empleados y clientes del negocio. Pero a la media hora de película, lo que viene siendo un drama doméstico (digamos, como CAMA ADENTRO, para poner un ejemplo) se va volviendo cada vez más extraño cuando aparecen una serie de manchas de humedad en el supermercado y otras situaciones que van enrareciendo la historia hasta volverla casi “lynchiana”.
Es cierto que nunca abandona su planteo inicial y su extrañamiento siempre está ligado a metáforas relacionadas con el desempleo, pero la aparición de ese elemento casi de película de terror (la mujer empieza casi a enloquecer a partir de cosas que suceden, o cree que suceden, en el supermercado) la dan un toque de originalidad tan inesperado como bienvenido.
Otra película que pasó por Un Certain Regard en Cannes y que estuvo entre lo bueno que se vio aquí fue THE YELLOW SEA, lo nuevo de Hong-Jin Na, el director coreano de THE CHASER. Si bien no vi THE CHASER, casi todo el mundo ha hablado muy bien de ella, y esta película comienza prometiendo muchísimo, al contar la historia de un taxista que vive en una región china en la que habitan muchos norcoreanos que empieza a extrañarse cuando no tiene noticias de su mujer, que ha ido a trabajar a Corea del Sur y nunca mandó ni dinero ni él sabe nada de ella.
El hombre decide ir a buscarla, pero sin medios para hacerlo termina aceptando una oferta peligrosa: un mafioso de la región lo contrata para matar a un hombre y le da unos pocos días para hacerlo, en los que él además deberá encontrar a su mujer. Esa primera parte del filme (que va desde el encuentro entre los dos hombres, el impactante y terrible viaje como ilegal hacia Corea, y la preparación del crimen y la búsqueda de la mujer) respeta el tono de policial seco, asordinado, intrigante y tenso.
Después del “asesinato” en sí (que no se produce como los protagonistas imaginan) empieza, literalmente, otra película: una de gangsters coreanos muy bien narrada, con enorme presupuesto (persecuciones automovilísticas, choques, batallas campales entre decenas de mafiosos) y escenas de acción espectaculares. Eso sí: poco y nada tiene que ver con el tono que se venía usanndo, digamos, los primeros 45 minutos de esta película de más de dos horas.
Si están dispuestos a aceptar que el realismo de la primera parte se convierta súbitamente en un DURO DE MATAR 3 a la coreana, con enésimas vueltas de tuerca y trampas narrativas, saldrán más que satisfechos de THE YELLOW SEA. Si, como me pasó a mí, el cambio de tono les parece un poco exagerado e injustificado, disfrutarán con una película muy bien hecha (violentísima, sangrienta y por momentos bastante graciosa), pero descompensada, desarmada. Dos películas en una: muy buenas ambas, pero con poco que ver entre sí.
La sexta película, para cerrar esta primera mitad del balance de la competencia, es RESTORATION, drama israelí de Joseph Madmony, que narra la historia de una familia que maneja un negocio de restauración de muebles y lo que sucede cuando muere uno de los socios. Un hombre, su hijo y un empleado del lugar tendrán que lidiar con esa herencia y con una relación entre ellos tres (y la mujer embarazada de uno de ellos) que se presenta bastante complicada, con problemas personales y familiares que se disparan por distintos lados.
Una historia familiar interesante que peca tal vez de un relato demasiado pausado, cadencioso, como un cuento de aristas y personajes valiosos pero contado con un tono monocorde (la música es particularmente soporífera) que lo vuelve un poco árido, RESTORATION es igualmente una de las buenas películas de la sección. Un tratamiento algo menos moroso podría haber servido para sacar al espectador (o al menos a este crítico) de esa calma chicha en la que parecen transcurrir los hechos.