Cannes 2012: Audiard, Garrone, Lou Ye, Dolan, Larraín

Cannes 2012: Audiard, Garrone, Lou Ye, Dolan, Larraín

por - Críticas
19 May, 2012 01:26 | Sin comentarios

Pensé que no me iba a pasar, pero me sucedió otra vez. Como cada vez que vengo a Cannes (cada dos años), me resultó inevitable de entrada querer ver todo, lo más posible, lo que se encuentra, en cualquier horario, casi en un consumo de hotel «all inclusive»: si se puede comer de todo, ¿por […]

Pensé que no me iba a pasar, pero me sucedió otra vez. Como cada vez que vengo a Cannes (cada dos años), me resultó inevitable de entrada querer ver todo, lo más posible, lo que se encuentra, en cualquier horario, casi en un consumo de hotel «all inclusive»: si se puede comer de todo, ¿por qué no hacerlo? Ergo, ya llevo vistas 17 películas en menos de cuatro días. Debería ir parando un poco, ¿no?

Por otro lado, está la encuesta/tabla de votación de críticos, que ya anda por los 45 participantes, más o menos, que también ocupa una buena cantidad de tiempo organizarla (sin la inestimable mano de Javier, de Todas las Críticas, sería imposible) y otra buena cantidad de tiempo se va en curiosear lo que se va votando. A la tabla se accede por aquí.

Escribí hasta ahora aquí sólo sobre dos de esas películas (en la entrada anterior) y voy a ir masticándolas de a poco. No imagino que quieran leer 15 críticas seguidas en un sólo post y no creo yo ser capaz de escribirlas y mucho menos tener el tiempo de hacerlo. Así que vamos a empezar con cinco…

RUST AND BONE, de Jacques Audiard. No entiendo mucho qué es lo que quiso hacer Audiard esta vez. Sus anteriores películas fueron muy buenos trabajos casi siempre en el marco del cine de género y me parece que aquí quiso combinar algo parecido a un melodrama clásico con una ambientación más cruda y realista. Y no le sale nada bien. De hecho, por momentos me hacía acordar a Alejandro González Iñárritu, con esas tramas de culebrón indigeribles metidas en un contexto «realista» que, para mí, no funcionan casi nunca. Audiard entra un poco en esa onda con un importante grado de tremendismo (de entrada ya sabés que la domadora de orcas que interpreta Marion Cotillard pierde las piernas, y eso es sólo el principio), que reaparece en el momento en el que uno se había acomodado un poco y empezaba a relajarse en ese universo de guardias de seguridad, boxeadores, gitanos y lúmpenes que viven por la Costa Azul francesa. Es literal: el doble o triple golpe bajo del final es una serie de sopapos que te arruinan lo poco que se había construido.

REALITY, de Mateo Garrone. Otro caso similar al de Audiard: un paso atrás. Ambos venían, respectivamente, de UN PROFETA y GOMORRA, dos películas muy celebradas acá y, en mi opinión, bastante valiosas. Aquí Garrone no hace una mala película, sino una menor, bastante obvia y, digamos, vieja. Este filme sobre un hombre cuya vida se transforma cuando es candidato para entrar en GRAN HERMANO -y empieza a enloquecer mientras espera que lo llamen y supone que lo deben estar espiando para ver si es viable para entrar a «la casa»-, tiene buenos momentos, situaciones disfrutables, un color local napolitano bien logrado, pero todo lo que se dice ya se ha dicho antes. Digo, THE TRUMAN SHOW hablaba de lo mismo y mejor hace… 14 años! Como exploración psicológica y sociológica no agrega mucho al discurso ya establecido sobre estos temas y como comedia tampoco es muy graciosa que digamos. No molesta, de cualquier manera. Sólo que esperaba más. Creo que todos esperábamos más de él.

MYSTERY, de Lou Ye. Nunca entendí muy bien el prestigio de Lou Ye, un cineasta asiático para mi gusto menor, que tiene un par de películas pasables (SUZHOU RIVER y hasta ahí LOVE AND BRUISES) y no mucho más. Ese es el verdadero «mystery» que da título a la película: ¿qué hace eso acá? Una especie de policial sobre dos mujeres que , respectivamente, descubren que sus maridos las engañan y cómo todo esto se conecta con un crimen/accidente en la ruta no lleva a ningún lado al espectador. Las «sorpresas» del guión son banales, la resolución del caso evidente de entrada y sólo alguna que otra situación escapa de lo absurdamente remanido y confuso.

MADAGASCAR. Casi que prefiero que se ocupe otro cuando se estrene. A mí me aburrió soberanamente, pero me aburren todas las MADAGASCAR (la primera tiene 3 gagas entretenidos y punto) y en esta se nota la necesidad de todos de seguir haciendo dinero más que un buen producto. Me pareció hecha a las apuradas, con un 3D nada interesante y con más numeritos musicales que AMERICAN IDOL

LAURENCE ANYWAYS, de Xavier Dolan. La única película de la que me fui una media hora antes del final. Dura 160 minutos y a los 15 ya no la aguantaba más. Pero seguí, curioso de ver adonde quería llegar con ese estilo barroquísimo, entre la publicidad de perfume, el videoclip, el cine de Baz Luhrmann, Wong Kar-wai, David Lynch, etc, etc. La historia de un hombre que quiere convertirse en mujer y su relación con su novia es el centro de la película. Pero parece ser la excusa para que este canadiense de 23 años recién cumplidos tire la casa por la ventana a ver si la emboca con algún lanzamiento en la cabeza de algún transeúnte desprevenido. La cámara no para, la música no para, los «set pieces» no se detienen y la película nunca tiene un ritmo ni una respiración que te hagan posible sostener la atención por 160 minutos de esta especie de lavarropa audiovisual.

NO, de Pablo Larraín. Es raro cuando un director cambia tan radicalmente de una película a la otra. No vi LA FUGA, pero en general me dijeron que era una película bastante convencional y no muy buena. TONY MANERO y POST MORTEM fueron por el lado «arty» y lograron consagrar a Larraín como autor en grandes festivales internacionales como Cannes y Venecia. Lo suyo parecía ser un cine seco, duro, con intención de atosigar al espectador metiéndolo en historias bastante tremendas. Acá vuelve a pegar un vuelco y hace una película más clásica, basada en una obra teatral, que si bien sigue analizando la historia política de Chile a partir de personajes «secundarios», tiene una estructura casi hollywoodense. Si no fuera por haber elegido filmar en U-Matic o algo parecido, para darle al filme un look ochentoso acorde a la época y a los materiales de archivo con los que trabaja, podría ser una película de George Clooney, digamos, sobre un proceso político (un colega también la comparó con MONEYBALL y algo de eso hay). La película está bastante bien y cuenta lo que pasó cuando Pinochet perdió el plebiscito sobre su continuidad en 1988, a partir de la historia de un joven publicista (Gael García Bernal) que crea un jingle y una campaña publicitaria sorpresiva (por lo pop y optimista que era, raro en el contexto) que ayudó al «No» a ganar. Es interesante su mirada política sobre Chile, sobre cómo la política es un producto de consumo como cualquier otro, y sobre cómo, en el fondo, izquierda y derecha se parecen mucho más de lo que aparentan. Lo que sigo sin tener muy en claro es cuál de todos estos cineastas es Larraín. Habrá que usar el término «ecléctico», parece…