Festival de Venecia: «Algunas chicas», de Santiago Palavecino
«No será necesario abandonar el lecho. Sólo el alba entrará en la estancia vacía. Bastará la ventana para vestirlo todo de una tranquila claridad, casi como una luz. Pondrá una sombra pálida sobre el rostro supino. Los recuerdos serán como grumos de sombra aplastados igual que vieja brasa en el camino. El recuerdo será como una llama […]
«No será necesario abandonar el lecho.
Sólo el alba entrará en la estancia vacía.
Bastará la ventana para vestirlo todo
de una tranquila claridad, casi como una luz.
Pondrá una sombra pálida sobre el rostro supino.
Los recuerdos serán como grumos de sombra
aplastados igual que vieja brasa
en el camino. El recuerdo será como una llama
que aun hasta ayer mordía los apagados ojos.»
Cesare Pavese
ALGUNAS CHICAS parte desde el desconocimiento. Ahí donde buena parte de los cineastas narran para probar una hipótesis sobre el mundo o sobre las personas, la tercera película de Santiago Palavecino se abre al misterio. No sabemos bien quiénes son estos personajes, no sabemos bien qué les pasa y tal vez no lo sepamos nunca. Pero acaso lo más rico que tiene el filme es que da la sensación de que ni el director ni las actrices lo saben tampoco. Bienvenidos al reino de la incertidumbre.
Funcionando en territorio poco usual para el cine argentino de las nuevas generaciones, la película del director de OTRA VUELTA husmea sobre los misterios de las mujeres de un pueblo chico con el espíritu del contador de cuentos que se sabe una historia acerca de alguna leyenda del lugar. Celina es una cirujana -elección no casual de profesión; la ciencia enfrentada a lo inasible- que llega a un pueblo a visitar a su amiga y a pasar unos días con ella. Allí se dará cuenta que la situación no es ideal: Paula, la hijastra de su amiga, no aparece, deprimida tras un intento de suicidio. Celina tampoco parece garantía de apoyo moral: se la ve bastante maltrecha por razones que no cuenta.
De a poco Celina irá conociendo a Paula y el universo que ella habita: su amiga María, ácida e hiriente, la líder del grupo; y Nené, extraña y bella criatura que parece sentirse más a gusto entre los árboles, el fuego y la noche que con las personas. El grupo se reunirá con motivos inciertos: para beber, para ir a una fiesta, para agarrar armas y disparar al aire. Alrededor de ellas todo parece tan frágil como inestable, tan extraño como peligroso. Como en un TWIN PEAKS bonaerense o en un noir sin detective, las chicas empezarán a jugar con fuego. Y ese fuego no es otra cosa que ellas mismas, siempre a punto de arder.
Distinta en lo formal a LA NUEVA VIDA, pero con una búsqueda temática similar en lo que respecta al viejo cuento del melodrama de los ’50 (aquello de «pueblo chico, infierno grande»), ALGUNAS CHICAS husmea sobre lo femenino pero sin pretender explicar ni teorizar ni psicologizar del todo a los personajes. Hay pulsiones de muerte, hay una amistad abusiva, hay alcohol y misteriosos sueños, hay ex parejas y armas y traficantes de drogas y soledad y miedo. Todo eso junto o nada de eso es lo que puede estar causando el hervor pueblerino que cuenta el filme.
El tono de «leyenda» queda explicitado de entrada nomás cuando el taxista que encarna Edgardo Cozarinsky le cuenta una historia del lugar a la recién llegada y todavía no preparada Celina. Y pronto notaremos que algunos paisajes no son necesariamente realistas (ni reales) y que todo transcurre en un escenario más pesadillesco que real. Esas pesadillas funcionarán a la manera de advertencia, pero no prepararán del todo ni a Celina ni al espectador para lo que se viene.
Ese hastío burgués del que habla la novela original de Césare Pavese, ENTRE MUJERES SOLAS -y la película LAS AMIGAS, de Michaelangelo Antonioni que la adaptó por primera vez- está presente y maximizado. La decadencia combina con el cansancio y la abulia, pero también con la desesperación y la curiosidad. Si bien los hechos son crueles, la mirada nunca lo es. Ni es impiadosa ni distante. Es la mirada del que se deja subyugar por el misterio de la indolencia, por la fascinación del desapego. Antes de su angustiante acto final la película entrará en una zona similar al estado mental de los personajes: su narración se volverá confusa -como confundidos están los personajes, especialmente Celina- y el espectador sentirá una mezcla de placer y espanto al no saber bien hacia donde se conducen. El mismo placer y espanto que sienten las protagonistas.
Además de una puesta en escena bastante enrarecida para el cine argentino promedio (las mencionadas trucas, algunos planos secuencias lujosos que llevan la firma del talentoso director de fotografía Fernando Lockett), ALGUNAS CHICAS se apoya en el talento de sus «chicas». Cecilia Rainero va dejando entrever de a poco más y más capas de su Celina, mientras que Agustina Muñoz (María) es la portadora de la bandera de (macabras) ceremonias. Ailín Salas aporta otra vez su presencia enigmática y su tono grave para un personaje igualmente enigmático y grave como Nené, y Agostina López encuentra el tono adecuado para pintar a la frágil y débil Paula.
ALGUNAS CHICAS comparte con VIOLA, de Matías Piñeiro, no sólo una actriz (Muñoz) y un director de fotografía (Lockett) sino una familiaridad temática (el tan mentado «universo femenino») y una propuesta estética y narrativa que pretende alejarse de las rutas más caminadas por el cine argentino en los últimos años (salvo, en algún sentido, por ciertas zonas del cine de Lucrecia Martel) para explorar en los márgenes del género. Mezcla de film noir, película de suspenso, melodrama y cine de terror, ALGUNAS CHICAS es una apuesta formal tan lograda como inimitable, una película de vampiros, de espectros, de criaturas de la noche. Un cuento para contarse a uno mismo antes de dormir… y no dormir.
Hola Diego, tanto tiempo.
¿Dónde se puede ver la película en Buenos Aires?
Gracias
Nadia
Hola Nadia, como estas?
Te averiguo. En principio no se verá hasta el estreno, pero no sé si el plan es estrenarla este mismo año o en 2014. Me supongo que pasará por BAFICI el año que viene y se estrenará después, pero es solo una suposición mía…