
Estrenos: «Historia del miedo», de Benjamín Naishtat
Después de dos cortometrajes cuyas búsquedas se conectan con las de esta película, Naishtat lleva sus preocupaciones temáticas e intenciones estéticas a un escenario más grande: los conflictos sociales y de clase en Argentina. Así como su corto que pasó por Cannes EL JUEGO proponía una mirada casi metafísica a un mundo violento dentro de un sistema […]
Después de dos cortometrajes cuyas búsquedas se conectan con las de esta película, Naishtat lleva sus preocupaciones temáticas e intenciones estéticas a un escenario más grande: los conflictos sociales y de clase en Argentina. Así como su corto que pasó por Cannes EL JUEGO proponía una mirada casi metafísica a un mundo violento dentro de un sistema tipo HUNGER GAMES, su largo procede más por la acumulación de momentos y por la transmisión al espectador de una sensación de incomprensible y casi metafísica violencia.
Es el espectador el que debe, durante buena parte del metraje del filme, ir armando las piezas de esta narración. Lo que Naishtat propone, a la manera de acumulación de momentos, es una serie de situaciones suburbanas en las que los personajes experimentan miedos difíciles de comprender pero que tienen que ver con esa sensación de malestar urbano que nos rodea. Un hombre empieza a actuar raro en un McDonald’s, una alarma suena sin explicación, pilas de basura aparecen tiradas dentro de un country, un hombre corre desnudo en una autopista tirándose arriba de los autos, personas que no vemos lanzan barro a los coches que pasan y la tele siempre transmite algún caso policial terrible. Todo sucede más como en una película de ciencia ficción que como en un policial.
Naishtat hace algo que pocos intentan en la Argentina: cuenta visualmente. La película no apuesta ni al desarrollo psicológico ni a un entramado narrativo que levante tensión en el espectador. No. Naishtat cuenta como si fuera una película de terror, con la cámara, el sonido, el silencio y las miradas como las conductoras de los nervios de los espectadores. El director habló de la influencia de John Carpenter en su cine y eso es obvio: su película es más un filme político disfrazado de thriller que un drama sobre el miedo de las clases pudientes.
La película recuerda un poco también a cierto cine austríaco (Seidl, Haneke) en su estilo algo gélido y hasta agresivo con el espectador. La actuación de Jonathan De Rosa, lo más parecido a un protagonista que tiene esta película coral, va por el mismo lado. Es poco lo que dice y menos lo que sabemos de él, pero su mirada penetrante y hasta su estructura ósea parece ser suficiente para transmitir al espectador confusas sensaciones: no sabemos qué le pasa, no sabemos qué es capaz de hacer.
Es cierto que algunos espectadores podrían llegar a preferir mayor claridad dramática, pero no es el mejor camino para el filme. De hecho, sobre el final, cuando casi todos los personajes se juntan en un mismo lugar y aparece una mesa familiar (mesa similar a la que había en EL JUEGO), esas relaciones se clarifican pero también muchos miedos se ponen en palabras y el misterio se vuelve algo más convencional. Durante su primera hora, sin embargo, con cortes de luz y calores insoportables, con noticieros que transmiten cualquier cosa y con situaciones cotidianas que nos asombran y que no comprendemos nunca del todo bien, HISTORIA DEL MIEDO transforma nuestra realidad en una película de ciencia ficción. Acaso no sea nada descabellado…
(Crítica publicada durante el Festival de Berlín 2014)
Vi esta película en el último BAFICI junto a “Réimon” de Rodrigo Moreno. Aunque con estilos y temáticas diferentes, ambos filmes tratan de dar cuenta una realidad urbana, muy propia de Buenos Aires, o al menos de las grandes ciudades. Pero mientras en “Réimon” se consigue un estilo expositivo con cierta armonía, con el solo contrapunto, muy contrastante y original de la lectura de El Capital de Marx, en “Historia del miedo” veo un salto permanente de estilos expositivos de una secuencia a la otra, que más que una innovación formal, me parecen muestra de una gran confusión o dudas del director, sobre las formas adecuadas para mostrar lo que se quiere retratar. Como si el Naishtat, ante la duda, probara todos los estilos posibles para retratar esa sensación de miedo que se vive en el filme, sin definirse por ninguno, dando un filme sin personalidad.
Me gustó la película, a pesar de la deficiente exhibición que soporté en el BAMA de Diagonal Norte. Hay salas que no pueden proyectar con esta pésima calidad. Yendo al film coincido con gran parte de la crítica pero más que de ciencia ficción a mí me queda la sensación de ser un film político. Eso sí no apta para clientes-espectadores de los Hoyst, Cinemark y Village. Es un film bien representante del Bafici.