TV: «The Knick» (Temporada 2, Parte 1)
Otra serie que promedia su temporada –van cinco de los diez episodios que durará– y que es inevitable volver y volver a recomendar es THE KNICK, dirigida en todos sus episodios por Steven Soderbergh. La serie, que en su organización respeta un sistema más cercano al cinematográfico (los productores y guionistas por un lado y […]
Otra serie que promedia su temporada –van cinco de los diez episodios que durará– y que es inevitable volver y volver a recomendar es THE KNICK, dirigida en todos sus episodios por Steven Soderbergh. La serie, que en su organización respeta un sistema más cercano al cinematográfico (los productores y guionistas por un lado y un director con una visión específica por otro) también maneja ese concepto en su puesta en escena. Más allá de no estar escrita por él –como sucede en casi todo el cine–, la manera en la que se presenta THE KNICK es absolutamente propia. Cien por ciento Soderbergh.
Estamos hablando aquí de una serie que seguramente sea más compleja y difícil que la gran mayoría de las que se emiten en Estados Unidos. Los motivos son varios. Su tema –la vida de una serie de personajes ligados a un hospital neoyorquino de 1900/1901–, la enorme cantidad de personajes que tiene, la dureza de muchas de sus imágenes –operaciones en planos cercanos no aptas para personas que se impresionan fácilmente– y el eje ligado a la adicción a las drogas de su desesperado y desesperante protagonista principal puede que no sean para todo el mundo. Pero lo que la hace difícil es lo que la vuelve especialmente interesante, rica de analizar y descubrir, tanto lo que cuenta como, especialmente, en cómo lo cuenta.
Respecto a la primera temporada se puede decir que la segunda está menos centrada en las desventuras de John Thackery, el cirujano talentoso, irritante, megalómano y adicto a las drogas que encarna Clive Owen. Si bien sigue siendo el centro de atención, la mirada es más amplia y se reparte entre una veintena o más de personajes relacionados al Knickerbocker Hospital de Nueva York. Además de Thackeray están los otros médicos que lo acompañan (o se pelean con él), en especial Edward, el ambicioso y talentoso cirujano negro que no es del todo aceptado por los que ponen dinero en el hospital. También las enfermeras, varios pacientes, esposas, padres, potenciales novias, millonarios, damas de sociedad, prostitutas y varios más. En su segunda temporada se ha vuelto una serie más coral, lo que la vuelve más rica de analizar, digamos, sociológica e históricamente aunque un tanto más ardua de seguir narrativamente.
En cierto modo la propuesta tiene algo de la de THE WIRE. A partir del hospital, la serie creada por Jack Amiel y Michael Begler intenta ser una mirada amplia a la sociedad neoyorquina de esa época, usando los adelantos (o no) en la medicina como forma de enfrentar las distintas maneras de enfrentarse a un mundo cambiante de personajes divididos por su condición social, racial o generacional. Es una serie que hablará sobre los sindicatos, sobre la construcción del metro de Nueva York, sobre los negociados políticos, sobre el racismo de la alta sociedad a la vez que muestra a algunos de sus miembros tratando de adaptarse y hasta de generar nuevos modos: de operar, de tratar a los miembros de otras razas o religiones, y hasta metiéndose a analizar cómo se manejaban cuestiones de género entonces.
Esa ambición hace que la serie sea más ardua de seguir –no es la típica serie que se presta para ver muchos capítulos seguidos–, pero es lo que le da una riqueza que pocas tienen. A la vez, Soderbergh nunca pierde de vista que más allá de que el foco se amplíe cada vez más lo que sigue importando son los personajes y sus circunstancias. El resto viene añadido, de una manera que resulta completamente natural y nunca impuesta sobre los textos. Para eso, claro, es importante la forma en la que el director se acerca al material. Aún más que en la primera temporada, Soderbergh filma THE KNICK con la energía, el ritmo y el nervio de un intenso drama actual. Sin respetar los formatos de la época –tiene mucha cámara en mano, música electrónica–, Soderbergh compone cada escena o situación con una clara idea cinematográfica por detrás. No pone la forma al servicio del texto sino que hace exactamente lo contrario, algo muy normal en cine pero rarísimo en televisión, donde el showrunner y los beats de la trama suelen ser el motor.
Soderbergh sigue con sus planos secuencia, enfocándose en un rostro o en un par de manos para narrar toda una secuencia, sigue poniendo al espectador en zonas incómodas de todo tipo, pero siempre con el claro objetivo de crear un objeto audiovisual de valor propio, no un «medio» que sirva para comunicar de manera clara y nítida una serie de textos o informaciones narrativas. Ya dijimos: Soderbergh no tiene miedo a shockear al espectador –por momentos casi que exagera en su desfile de sangre, órganos y vísceras en primer plano–, pero ese mecanismo no es más que el reflejo de una época en la que la medicina cambiaba radicalmente de manera exploratoria, a partir del ensayo y el error. La llegada de los autos, del metro, del cine, de la expansión inmobiliaria, la tensión creciente con los grupos inmigratorios, ponen a esos cambios médicos en el contexto de uno más general: el fin de una forma de vida y el caótico comienzo de otra.
En ese sentido, al abrir la serie su mirada, la figura de Thackery queda como una más de varias y sus problemas esta temporada (dejar las adicciones, volver a ellas, tratar de aprender a curarlas, etc) no son tan centrales como lo eran en la primera, lo cual puede frustrar a los que estaban más interesados en él que en otra cosa o a quienes necesitan una historia madre (una Trama «A», digamos) que conduzca a las restantes. Finalmente, no hay nada que temer en esa apertura que la serie hace en esta temporada, ya que nos permite adentrarnos más no solo en las vidas de otros personajes que ya eran importantes en la primera, sino la de seguir incorporando nuevas conexiones, armando una suerte de mapa urbano que pareciera abarcar a todo el Nueva York de esa época.
Soderbergh logra que creamos que eso que estamos viendo –que tampoco es una época y un lugar demasiado tratados en el cine ni en la televisión– pudo haber sido bastante así, con sus operaciones públicas a riesgo abierto, su corruptela generalizada, sus personajes ambiciosos y despiadados pero reconocibles, sus más débiles y enfermos, sus conservadores y sus progresistas, y tantas otras variantes que dejan en claro que lo que esa ciudad era entonces probablemente es la misma que sigue siendo ahora. Para los que pensamos que las películas (o las series) de época hablan más que nada de la época en la que fueron hechas, THE KNICK es un caso ejemplar. Con sus diferencias más que nada cosméticas, todo lo que era, fue y será siendo más o menos igual…
Mi gran miedo con estas series es que sean canceladas. Espero que les esté yendo bien a nivel audiencia. Y mi otro gran miedo es lo opuesto. Que se eternicen. Que no sepan darle la duración que tiene que tener.
No creo que Soderbergh se eternice haciendo lo mismo, no me lo imagino. Calculo que será, como mucho, una temporada más. O dos.
Tampoco lee va muy bien de público…
abz
d
¿No le va bien de público?, es increíble. Es excelente y esta temporada me parece mejor que la anterior. ¿Tenés idea como le va a The leftovers?. Saludos
Leftovers va por HBO. Ellos no funcionan a partir del rating sino por subscripción. Es decir, existe el rating pero no les preocupa tanto, les preocupa tener cosas que la gente quiera ver, lea sobre ellas y los lleve a suscribirse. Hacen algunas mas populares onda GAME OF THRONES y otras de prestigio, como esta. Pero no le está yendo muy bien, creo que anda por el millón de espectadores por episodio, que no es nada en EEUU. Y es menos de lo que hacía en la primera… Igual, ellos pueden mantener algo prestigioso sin público porque no tienen publicidad que vender.
abz
d
Gracias Diego, abrazo
A mi esta temporada no me está gustando tanto como la primera. El personaje que interpreta Owen no es que está menos en foco, prácticamente se lo ha devorado todo el resto. pensaba en lo coral, en los múltiples y variados personajes y que siento como que no se profundiza en ninguno; van pasando con sus dramas a cuesta uno tras otro y no llega a molestar eso, dada la velocidad y el ritmo que le imprime el director; es decir me meto en uno y salto al otro con avidez y curiosidad por lo bien manejado de su narrativa y (repito) ritmo, pero al final siento sólo la acumulación. No creo que sea como The Wire, me parece que allí las reglas estaban más claras, aunque no subrayadas ni siquiera expuestas, pero con finales que hacían cerrar todo. A mi me parece que aquí se peca de la introducción de muchísimos personajes (y a todos le pasan cosas terribles!!) y ese muestreo de época y conflictos sociales y económicos, queda casi como un dibujo, un fondo de escenografía que no llega pintar la aldea. Igual sigo, porque sobrepasa la media en series y porque la puesta de Soderbergh es interesante.