BAFICI 2017: Críticas de las secciones Música, Pasiones, Comer y Beber, Nocturna (12)

BAFICI 2017: Críticas de las secciones Música, Pasiones, Comer y Beber, Nocturna (12)

por - Críticas
08 Abr, 2017 09:47 | Sin comentarios

Acá van algunas críticas de cuatro de las secciones paralelas del festival entre las que se cuentan filmes de zombies y de brujas, documentales sobre bandas de rock y célebres cantantes, películas sobre boxeadores y sobre costumbres culinarias de Medio Oriente.

MUSICA

CEMENTO: EL DOCUMENTAL, de Lisandro Carcavallo (6)

Sencillo y un tanto convencional, el documental sobre Cemento es una suma de testimonios y material de archivo de la época que retrata, cronológicamente, la historia del lugar creado en 1985 por Omar Chabán y Katja Alemann. El filme cuenta, sí, con un gran pelotón de entrevistados entre los que están el Indio Solari, Ricardo Mollo, Ricardo Iorio, Mario Pergolini, la propia Alemann y líderes, integrantes o managers de decenas de bandas que pasaron por el boliche de la calle Estados Unidos en algún momento de sus vidas y sus carreras.

A partir de esos testimonios y los videos grabados en calidad VHS del lugar y las bandas que pasaron por allí en los ’80 y ’90 la historia avanza, desde los tiempos en que Cemento era un reducto nocturno arty y moderno para pasar a ser el lugar donde bandas como Los Redondos o Sumo lograban acceder a un público mayor al que tenían en ese momento y luego, cómo banda tras banda (Massacre, Attaque 77, 2 Minutos, Horcas, Hermética, La Vela Puerca, La Bersuit, Miranda, etc, etc) fue pasando por su arquitectura básica y cavernosa, sus baños inundados y sus puertas rodeadas de policías y recordando sus experiencias. El anecdotario es profuso y todos tienen (tenemos, bah) algunas historias para contar del lugar. Y el filme logra organizar bien el anecdotario y los ejes temáticos con la cronología del lugar, que fue volviéndose reducto del punk, del hardcore, del metal, del rock barrial y, desde siempre, de expresiones artísticas no musicales.

CEMENTO es también una suerte de homenaje a Chabán, el artista vuelto empresario que nunca dejó de considerarse como artista y apoyar a todo tipo de bandas, a las que –aseguran– jamás les falló en un contrato o compromiso, e invitaba a volver aún cuando convocaban a poca gente. El triste final de la historia (el combo Cromañón, clausura y posterior transformación del lugar en un estacionamiento) permite al filme un espacio para la reflexión, si se quiere, nostálgica de una época fundamental de la contracultura porteña. El documental no será tan creativo como podría serlo uno que homenajea a un lugar o a un hombre que se caracterizaba por su dedicación a la vanguardia artística, pero en su correcta y funcional estructura sirve para que los estuvimos allí y los que nunca llegaron, por cuestiones generacionales, a traspasar sus puertas, podamos recordar o sentir lo que fueron esas inolvidables experiencias.

 

CHAVELA, de Catherine Gund y Daresha Kyi (8)

La mítica figura de Chavela Vargas, esa enorme cantora mexicana que alcanzó la popularidad local e internacional recién en las dos últimas dos décadas de su vida, tuvo una vida larga, compleja y llena de idas y vueltas personales y profesionales. En este documental se atraviesan todas ellas, desde su difícil infancia en Costa Rica, donde sufrió el rechazo de su familia por su actitud y personalidad poco convencional y femenina hasta llegar a su consagración internacional en los años ’90 gracias a la ayuda y el cariño de Pedro Almodóvar, pasando por su llegada a México, sus primeros pasos como cantante, su compleja relación con el alcohol, sus años de escenarios, sus incontables romances (incluyendo a Frida Kahlo y Ava Gardner) y los años en los que estuvo tan fuera de todo que la gente creía que había muerto.

Pero no. Chavela tuvo varias vidas y la película, que toma como eje una entrevista nunca antes vista que una de las directoras le hizo en 1992, las atraviesa, contadas por ella y por las personas que más y mejor la conocieron. Además del anecdotario copioso están, obviamente, los dos ejes principales de su vida: la canción y la sexualidad, que debió ocultar en México, al menos oficial y públicamente, hasta la última etapa de su vida. Su relación con la canción, si bien queda clara en varias de las historias que se cuentan y en algunas de las performances que se ven, tal vez merecía un poco más de atención. Aunque son varios los que analizan su arte (incluyendo ella misma) resulta un tanto problemático que la propia película dedicada a ella corte sus actuaciones por la mitad o reemplace el sonido de su voz con entrevistas.

Más allá de eso –hay discos e incontables videos online de Chavela para verla en vivo–, la película es de una corrección irreprochable. No esconde ningún asunto (desde su alcoholismo hasta su difícil personalidad) pero tampoco intenta con eso bajarla de pedestal alguno. Por el contrario, conocer las contradicciones, sufrimientos y hasta sus agresiones y maltratos a gente que la quiso no hace más que humanizarla, algo que es evidente por la manera cariñosa en la que la recuerdan aún los que tuvieron que sufrirla en sus momentos más complicados.

CHAVELA pinta a la cantante –con sus ponchos, sus tequilas, sus tirantes relaciones y su gigantesco talento– tal como uno imagina que era. Una mujer dura, frontal, que se desgarraba emocionalmente en el escenario pero parecía ser muy pragmática en su vida, al menos en lo que respecta a sus historias amorosas «prohibidas» en el México machista de entonces. La película la pinta de cuerpo entero y la honestidad con la que retrata su vida es la que finalmente termina por emocionar casi tanto como sus canciones.

 

IF I THINK OF GERMANY AT NIGHT, de Romuald Karmakar (6)

Los formatos cinematográficos preferidos habitualmente por el realizador alemán podrían no parecer, en principio, los más adecuados para un documental sobre la escena electrónica. Pero no solo ya ha hecho otras películas sobre el tema sino que, sorprendentemente, sus largos planos fijos funcionan a la perfección con un género musical habitualmente acostumbrado a ser tratado visualmente con estilos cliperos, efectos y cortes constantes. De todos modos, la película no es del todo redonda, pero el estilo de Karmakar no es necesariamente el problema.

El filme se centra en el trabajo en vivo y en las reflexiones sobre su producción de cinco muy reconocidos y veteranos DJs de música electrónica que han hecho de Alemania su centro de operaciones. Tres de ellos alemanes (Roman Flügel, Ata y Move D), un chileno radicado allí (Ricardo Villalobos) y una suiza (Soonja Monear), a quienes el filme nunca nombra pero a quienes se ve hablando de su trabajo y sus historias además de presentándose en vivo en distintos lugares de Europa.

Karmakar va cruzando a unos con otros en un sistema relativamente riguroso en lo formal pero libre en cuánto a lo temático. No hay una línea narrativa específica y cada entrevistado habla de distintos temas, por lo que el filme no funciona como una historia hilvanada a través de testimonios. Villalobos, en su bunker de ciencia ficción, puede hablar de sus sensaciones de comunion al pasar musica en público, Flügel reflexiona pseudofilosóficamente sobre la naturaleza, Ata habla sobre los distintos subgéneros y sus deseos de retirarse y así. Se recorre un poco la historia de la música electrónica alemana pero no en profundidad y por momentos las entrevistas derivan en el tema del momento, como tocar en una ciudad que acaba de sufrir un atentado.

Las entrevistas se vuelven en algunos casos un tanto largas e irrelevantes (al ser planos largos sin cortes los entrevistados suelen irse por las ramas y no volver jamás), pero en algunos momentos Karmakar parece encontrar ejes más interesantes, especialmente cuando hablan de las especificidades de sus trabajos. El otro gran bloque del filme son las distintas presentaciones en vivo en las que Karmakar filma a los cinco detrás de sus equipos y consolas mientras pasan música ante locales repletos de gente bailando. Cada uno de los DJs tiene su propio –y muy diferente– estilo y lo que generan en sus fans es también bastante diferente.

Algunos planos tomados en el exterior de los locales, con la gente haciendo fila en suburbios grises de Berlín, acaso sean los más interesantes del filme, contrastando el interior festivo de los locales y la vida burguesa y de hoteles de los protagonistas con el paisaje desangelado de las calles desiertas de la noche en la ciudad. Esas imágenes alcanzan para dejar en claro la necesidad de tener un espacio de comunión como la pista de baile acaso mucho más que las palabras de los músicos.

 

LO QUE HICIMOS FUE SECRETO, de David Alvarez García (6)

La historia del punk español, desde su surgimiento hasta fines de los ’90, es lo que intenta abarcar este documental que consiste en entrevistas a buena parte de los protagonistas de distintas etapas de esa movida, además de mucho material de archivo y de conciertos. Esa historia está dividida en etapas y en subdivisiones dentro de la movida que surgió principalmente en Madrid de 1978 en adelante. La primera subdivisión se da entre los punks más «arties» que eran hijos de familias ricas, viajaban seguido a Londres y estaban influenciados también por el glam y la new wave (muchos de ellos formarían parte de la llamada «movida madrileña») y los punks más duros, de los barrios, más cercanos al hardcore y cada vez más politizados, que surgieron poco después.

El filme va analizando los distintos cambios y subculturas que se fueron dando, pasando por esa primavera de ebullición cultural apoyada por el alcalde Enrique Tierno Galván para seguir con la movida de los «okupas» y zonas como El Rastro y otros lugares públicos y casas tomadas que funcionaron como lugares de encuentro y de shows. La película incorporará a la historia a los fanzines, a las editoras independientes de discos, a los «copiadores en casete» de las novedades recién salidas de Londres y, en los testimonios de los veteranos del punk español, se transformará en una suerte de historia oral del movimiento.

Grupos y solistas como los iniciáticos Ramoncín, Kaka de Luxe, Alaska y Los Pegamoides y muchos otros van dando paso a bandas más barriales y proletarias (Tarzán, La broma de Ssatan y otros) para pasar a las más politizadas, incluyendo ahí a la movida vasca de grupos como La Polla Records, Eskorbuto, Kortatu y muchos otros. Ahí el análisis musical pasa a ser secundario (digamos que no hay grandes diferencias entre el sonido de decenas de bandas hardcore) por lo que la película pone, en su segunda mitad, el foco en el costado social de la música, por un lado, y en los que han elegido –o llegado– a la masividad, por el otro.

 

NEW VOICES IN AN OLD FLOWER, de Quino Piñero

Dirigido por un realizador sevillano, este documental se dedica a reportar e investigar la actualidad musical de Etiopía, un país famoso por su célebre escena musical de décadas previas (que se puede hallar en la serie de CDs «Etiopiques», que la recorren de punta a punta) y por su relación con los rastafaris y el reggae (es la Tierra Prometida en la que reinó Haile Selassie), pero que en la actualidad ha perdido cierta relevancia en la escena africana tanto en lo que respecta a su repercusión internacional como local.

Tras una breve introducción histórica, el filme recorre distintas movidas musicales que atraviesan hoy Addis Abeba y otras ciudades etíopes, desde el hip-hop hasta las distintas variantes del reggae (el consabido sound system) pasando por las versiones locales de afro-funk y por diversas músicas tradicionales en versiones actualizadas. La película incluye entrevistas y algunas actuaciones (para la cámara o en vivo) en las cuales los distintos artistas hablan de lo que hacen y de lo difícil que les resulta trascender en una escena musical que no tiene acaso la potencia internacional que supo tener pero que  –a través de estos artistas que desprecian la categoría «World Music» y prefieren ser fieles a sus específicos estilos–, puede en cualquier momento volver a tener.

 

 

ROCK’N ROLL… OF CORSE!, de Lionel Guedj y Stéphane Bébert (6)

Suerte de Forrest Gump del punk, post-punk, new wave y posteriores mutaciones, Henry Padovani es una curiosa figura de la música aunque, en el fondo, uno sabe, conoce e imagina que debe haber cientos, miles de personas que han circulado y participado de maneras no del todo reconocidas o celebradas desde que la música pop y rock existe. Y más desde que funciona con una especie de circo humano ambulante a su alrededor. Las claves de este un tanto desorganizado y caótico filme de 2010 –un poco como el espíritu de su protagonista, al menos en sus primeras épocas– es la peculiaridad y los vaivenes de la historia.

Padovani era un habitante de Córcega que cayó en Londres en pleno surgimiento del punk. Sabía tocar, un poco, la guitarra y tenía una personalidad carismática y avasallante que lo llevó a hacerse amigos de todos los miembros de las bandas de la escena londinense de entonces, en especial de Miles Copeland, hermano de Stewart, futuro manager de The Police y gran empresario musical. Pero The Police no existía y el córcego fue su primer guitarrista. Fueron ellos (Stewart y él) los que convocaron a Sting, grabaron sus primeros singles y tocaron en sus primeros shows. Poco después, a partir de la necesidad del cantante y bajista de tener un músico un poco más sofisticado en su banda (pese a ser concurrente con la escena punk, Sting era bajista de jazz, maestro de escuela y mayor que los demás, con bebé y todo) apareció Andy Summers, a Padovani le dieron salida y el resto (de The Police) es historia.

Pero, ¿qué sucedió con este equivalente al Pete Best de los Beatles? Bueno, eso es lo que cuenta la película. Su peregrinación por varias bandas que tuvieron éxitos efímeros, la creación de su propio grupo (The Flying Mantovanis), su transformación, gracias a su amigo Miles, en ejecutivo del sello IRS, más tarde en manager y luego, su reconversión en maduro solista. Pero el filme –que usa como eje narrativo y locación de entrevistas la gira de reunión de The Police en 2007/8– no hace foco tanto en la historia de «toco con tal», «contrató a tal» o «descubrió a tal», sino en las amistades de por vida que este simpático y entrador personaje fue generando.

Además de los ex Police –con los que siguió siendo amigos pese a todo, aunque el documental deja entrever que con Summers mucha onda sigue sin haber–, Mantovani es/fue amigo de casi todos los miembros de las bandas punk de entonces, en especial del baterista de The Clash (Topper Headon) y siguió tocando a lo largo de los años con músicos que también pasaron por grupos de menor aunque mítico paso por la historia, como U.K. Subs, The Electric Chairs, Johnny Thunders post New York Dolls y varios etcéteras. Lo más interesante del filme, además del carisma del guitarrista, es adentrarse en la vida de un músico de rock que jamás alcanzó una gran fama (aunque estuvo a poco de hacerlo) y se transformó en un sobreviviente de 40 años en las ligas menores del rock. Como en la mayoría de las artes, ellos son muchos más que las decenas (o centenares) de estrellas multimillonarias. Y los que pueden contar la verdadera historia.

 

THANK YOU FRIENDS: BIG STAR’S THIRD LIVE… AND MORE, de Benno Nelson (8)

La mítica historia de Big Star, la banda de Alex Chilton y Chris Bell, ya ha tenido sus biografías, tanto escritas como cinematográficas. Lo que recibe aquí es un muy específico tributo en vivo a su tercer disco, «Third», un proyecto complicado que tomó a la banda casi al borde de la separación (Bell y el bajista Andy Hummel ya no eran parte), que no se editó en su momento –1975–porque el sello no lo consideró «comercial» y que recién salió a la luz en 1978, para luego tener varias reediciones que alteraban el orden de las canciones, agregaban y/o quitaban temas, y hasta cambiaban su título. El disco pasó a llamarse «Sisters Lovers», que era el título de las cintas originales, en su reedición de 1985, y luego ya fue «Third/Sisters Lovers», a partir de otra reedición de 1992, hecha en plena época de rescate y posterior reunión parcial del grupo.

Si bien ninguno de los álbumes de Big Star fue muy comercial, «Third» tomó la categoría de maldito, incomprendido e incompleto, en función del deterioro de la salud mental de Chilton en ese entonces. Desde hace algunos años, una banda producida por Chris Stamey (The db’s) y formada por él mismo junto a Jon Auer, Ken Stringfellow y el baterista de Big Star de siempre, Jody Stephens (quienes acompañaron a Chilton en la segunda etapa de Big Star, desde 1993 hasta la muerte de Alex, en 2010) viene haciendo shows-tributo a ese disco en distintas ciudades y con distintos invitados, incluyendo en los shows algunos clásicos de los dos álbumes anteriores.

Para el que se exhibe en BAFICI, que fue filmado y transformado en película y que incluye algunas entrevistas de backstage, contaron con el aporte de Jeff Tweedy y Pat Sansone (Wilco), Mike Mills (ex R.E.M.), Robyn Hitchcock, Ira Kaplan (Yo La Tengo), el Kronos Quartet y muchos invitados más, quienes lo recrearon en vivo de una manera casi lujosa, acaso un tanto más de lo necesaria, tomando en cuenta que hay cierta desprolijidad y caos en el disco original que también es parte de su encanto.

De todos modos se trata de un show excepcional con temas inoxidables de ese disco como «Jesus Christ», «Holocaust», «Kizza Me», «Nighttime» y otros más que recibieron, en muchos casos, un tratamiento orquestal completo. Si a eso se le suman clásicos de sus primeros discos («September Gurls», «Thirteen», «The Ballad of El Goodo», «I Am the Cosmos», de Chris Bell y más)  y un cierre con todos en el escenario haciendo el casi clarividente «Thank You Friends» (…«wouldn’t be here if it wasn’t for you/I’m so grateful/For all the things you helped me do»), la experiencia resulta inolvidable no solo para los fans de Big Star sino para aquellos que no los conocen y que, después de hacerlo, no entenderán cómo no fueron, en su momento, tan celebrados y reconocidos como otros grandes maestros de la historia grande del rock.

 

WHERE YOU’RE MEANT TO BE, de Paul Fegan (8)

Reconozco que puedo escuchar a Aidan Moffat leer durante horas la guía telefónica de Glasgow y me resultaría entretenido. Hay algo en su voz, usada muchas veces en su banda Arab Strap en formato «contador de historias» y no solo cantando, y también en su acento, que me resultan atractivos de escuchar. Si a eso le sumamos que el filme es una road movie en formato documental sobre música a través de pequeños pueblos y bellísimos paisajes de Escocia, es difícil que el asunto pueda fallar.

Y no falla. El filme sigue a Moffat y su banda a lo largo de un potencialmente controvertido proyecto/gira. Moffat quiere tomar canciones tradicionales de Escocia y cambiarles sus letras para volverlas más cercanas al público actual, pero una de las principales cultoras del género, una señora de 79 años llamada Sheila Stewart, no está para nada de acuerdo con esa idea. Le parece absurda, una falta de respeto a la tradición. Y es así que Moffat viaja por pequeños pueblos escoceses donde nadie parece conocerlo como «estrella pop» y, tocando en pubs y salones sociales, en los que el público tampoco parece demasiado a gusto con su versión de las canciones.

La gira y la relación con las canciones irá sufriendo alteraciones, mientras vemos encuentros de Moffat con un par de «especialistas» en la Criatura del Lago Ness que están enemistados, a un hombre que ha perdido a su mujer y añora esas canciones, curiosos personajes –muchas veces alcoholizados– que celebran todo tipo de extrañas tradiciones medievales, para concluir en un regreso a las grandes ciudades donde la perspectiva y la lógica del público será otra, al menos en principio, más cercana a las suya. Aunque, para entonces, la visión de Moffat tal vez ya haya cambiado y a esa altura no piense lo mismo respecto a su ambicioso y controvertido proyecto. De todas maneras, a partir de esa idea, consiguió una maravillosa, sociológicamente compleja y finalmente muy emotiva película que los hará querer investigar el cancionero popular escocés apenas salgan de la sala.

 

PASIONES

THE HAPPIEST DAY IN THE LIFE OF OLLI MAKI, de Juho Kuosmanen (7)

Tal vez una de las películas sobre boxeo menos convencionales de la historia, THE HAPPIEST DAY IN THE LIFE OF OLLI MAKI cuenta la historia de un boxeador callado, silencioso, poco ambicioso y que no parece demasiado preocupado por si gana o pierde la pelea por el título mundial de los pesos pluma. En la forma, la película es tradicional: un drama en blanco y negro que transcurre en 1962 y que, al menos en ese aspecto, trae a la memoria títulos clásicos del género hasta llegar a TORO SALVAJE. Pero es la actitud del personaje la que lo vuelve poco convencional. En un subgénero caracterizado por la lucha, el esfuerzo, la ambición y la apuesta por la superación, Olli Maki preferiría estar en su casa durmiendo una siestita con su novia.

En esta película basada en un caso real, Maki es el candidato a pelear por el título con el norteamericano Davey Moore. Corre 1962 y el tipo es la sensación de Finlandia, ya que la pelea se considera un momento histórico del deporte de ese país. Tiene que bajar unos kilos para entrar en la categoría pero no parece poder hacer mucho esfuerzo. Le preocupa más su novia, de la que está enamorado, y que en un momento del entrenamiento viaja a su ciudad natal, y pese a la insistencia de su coach, se lo ve desenfocado. O, tal vez, solo es finlandés…

olli makiA la vez hay un equipo de documentalistas que lo filman, lo cual enrarece aún más toda su preparación. Llegará, claro, el momento clave de la pelea. Y ahí se verá como, de una forma muy poco convencional para los cánones de una película “deportiva”, el título no es irónico ni mucho menos. Es, simplemente, una manera inusual de ser feliz dentro de un universo en el que el ego, la fama, la gloria y el dinero se privilegian por sobre todas las cosas.

Bellamente fotografiada y narrada con delicadeza –aunque promediando el relato se vuelve un tanto repetitiva–, la opera prima de Kuosmanen es una digna ganadora de una sección como Un Certain Regard que, al menos por lo que he visto y lo que se ha comentado, no ha tenido obras maestras. Esta no lo es. Pero su dignidad, la manera en la que maneja su universo de valores y prioridades, y su seco humor la convierten en una película más que recomendable.

 

COMER Y BEBER

HUMMUS! THE MOVIE, de Oren Rosenfeld (4)

No creo que siquiera se pueda considerar a esto como una película, ni sobre el hummus ni sobre nada en particular más allá de ser una serie de banales anécdotas e historias de vidas ligadas a esa popular comida de Medio Oriente (Israel y Líbano compiten por su «propiedad»). A lo que me refiero es que su factura es tan mediocre, su musicalización tan insoportable, sus recursos cinematográficos tan limitados (casi de fiesta de casamiento) y su profundización sobre el tema es tan nimia y banal que hasta las buenas «puntas narrativas» que por momento surgen en el filme son arruinadas por la propia factura del mismo.

El filme habla del hummus. De lo sabroso que es y de, supuestamente, los que mejor lo hacen. Rosenfeld elige a cuatro personas de distintas ciudades como posibles «poseedores» del secreto del mejor hummus del mundo. Y va contando sus historias, que tienen y no que ver específicamente con el producto, sobre el cuál es muy poco lo que se profundiza. Hay también competencias por el récord Guinness del hummus más grande del mundo que la película trata como si fuera algo trascendente y una suerte de rapero-gurú-maestro de artes marciales que funciona, bueno, vaya uno a saber cómo qué…

Editada como si fuera un comercial de televisión de 70 minutos, con un ritmo frenético que no da tiempo para profundizar en nada, el filme apenas cobra cierta vida cuando algunos de sus personajes (especialmente la mujer de Acre que ganó el concurso televisivo del mejor hummus israelí) exploran algunos aspectos personales de sus vidas. Pero el director no tiene problemas en interrumpirlos con una canción, alguna entrevista irrelevante o nimiedades similares.

El filme es un verdadero desperdicio, especialmente tomando en cuenta la cantidad de aristas que ese plato de comida abre –políticas, raciales, sociológicas y más– para ser analizadas. Sí, algunos de esos temas se mencionan, como al pasar, pero la película sigue de largo como si nada le pareciera demasiado interesante siquiera al propio director. HUMMUS! es la versión «fast food» del producto que dice celebrar.

 

NOCTURNA

THE  GIRL WITH ALL THE GIFTS, de Colm McCarthy (7)

Este ambicioso filme de ciencia ficción, una nueva adición a la moda de películas de zombies, ofrece una serie de interesantes perspectivas sobre el género. La película transcurre en un futuro cercano en el que, por una enfermedad virósica, la mayoría de la población se ha convertido en zombie. Sin embargo, hay un pequeño grupo de niños que, si bien tienen las características «carnivoras» de sus pares mayores, todavía no se han convertido completamente y tienen la capacidad de pensar y aprender. Estos niños están siendo «escolarizados» en una suerte de base militar y la película elige a Melanie, una niña de ese grupo pero con una altísima inteligencia, como su protagonista, la conductora de esta trama.

Cuando un gran grupo de zombies invade y destruye la base –en una intensa escena de acción– la niña es parte del pequeño grupo que intenta fugarse, integrado por su profesora Melanie (Gemma Aterton), una doctora que investiga –a su manera– para encontrar una posible cura (Glenn Close), el agresivo Sargento que dirige las operaciones (Paddy Considine), quien no quiere saber nada con tener a la niña en su grupo, y unos pocos más. El grupo debe tratar de sobrevivir en medio de una devastada campiña plagada de zombies a los que es muy difícil evitar, si bien existe un gel que se usa para eso. Y será la inteligencia de la niña, y su capacidad para meterse entre los zombies, la que ayudará, en lo posible, a los sobrevivientes no solo a mantenerse con vida sino a encontrar alguna solución, aunque no parezca haber ninguna.

La trama avanza a partir de las distintas «misiones» que van haciendo Melanie y otros miembros del grupo tratando de encontrar un lugar seguro, lo que los lleva hasta Londres, o más bien lo que queda de esa ciudad, que es mostrada en una serie de devastadoras y apocalípticas «postales» como un lugar destrozado y cubierto de abundante vegetación. Pero lo que la película va dando a entender es que no hay salida alguna y que en realidad son ellos los que de algún modo deben encontrar la forma de integrar a ese nuevo mundo al propio. Sobre el final una serie de situaciones tal vez superen el umbral de la credibilidad pero de todos modos no arruinan lo que es una experiencia intensa, violenta y desoladora que recuerda, en cierto modo, al ya clásico EXTERMINIO, de Danny Boyle.

 

THE LOVE WITCH, de Anna Biller (9)

Si bien es recomendable que el espectador de una película como esta llegue más o menos versado en cierto tipo de subgénero cinematográfico de los ‘60 y ’70 al que podríamos llamar sexploitation, tampoco es necesario que haya visto las obras completas de Russ Meyer ni todo el cine gótico de terror erótico europeo, de Mario Bava para abajo, para disfrutar de esta película curiosa y fascinante.

Se trata de uno de esos experimentos retro que funcionan como algo novedoso más que como nostalgia ya que, en su combinación de influencias y modos, remite a un pasado que en realidad no existió jamás. Película de terror erótica con tintes feministas (y con un mucho mejor homenaje a Jacques Demy que el que se le hace en LA LA LAND), la película de Biller está filmada, actuada e iluminada como un filme clase B berreta de fines de los años ’60 o de los ’70, y tiene como protagonista a una bruja (maravillosamente encarnada por Samantha Robinson) que desea encontrar al amor de su vida. Y si para eso hay que utilizar peligrosas pociones mágicas, no importa.

Ella se inmiscuye en la vida de un tranquilo pueblo, alterando las vidas de sus habitantes (especialmente de los hombres, pero también de las mujeres) quienes inician una literal caza de brujas contra ella cuando los cadáveres y suicidios que se producen la convierten en principal sospechosa. La película da una vuelta de tuerca sobre sí misma y, a su manera, se convierte en una juguetona y por momentos maravillosamente ridícula celebración del feminismo. Con brujerías de por medio y lencería erótica, pero feminismo al fin.

(Publicada previamente en La Agenda de Buenos Aires)