Series: crítica de «The Handmaid’s Tale» (Temporada 1)

Series: crítica de «The Handmaid’s Tale» (Temporada 1)

por - Críticas, Series
11 Jul, 2017 05:15 | 1 comentario

La serie, adaptada de la novela escrita por Margaret Atwood y publicada en 1985, transcurre en un futuro cercano en el que un grupo conservador y religioso tomó el poder en los Estados Unidos instaurando una dictadura en el que las mujeres viven prácticamente como esclavas. Elisabeth Moss es la protagonista principal de esta muy buena serie que, con la llegada de Donald Trump al poder, logró una inesperada actualidad.

A más de 30 años de su publicación, que tuvo lugar en medio de las presidencias de Ronald Reagan en los Estados Unidos, la novela de Margaret Atwood, THE HANDMAID’S TALE, terminó siendo mucho menos de ciencia ficción apocalíptica y mucho más cercana a un realismo posible. Claro que esto no lo imaginaba Atwood entonces ni tampoco podían suponerlo los que decidieron adaptarla como serie de TV (luego de una fallida versión para cine hecha en 1990 por Volker Schlondorff) hace algunos años. El acceso al poder en Estados Unidos de Donald Trump, si bien tiene elementos diferentes en lo específico al que se muestra en esta adaptación (cuya lógica parece más cercana a los de los miembros ultramontanos del Tea Party, la versión más reaccionaria y religiosa del Partido Republicano), posee otros que llevan al espectador a vivenciar las desventuras de los protagonistas de una manera mucho más plausible de lo pensado.

El relato de Atwood –a la que la primera temporada de la serie le es bastante fiel– se centra en una sociedad que ha pasado a estar controlada por un grupo ultrareligioso que ganó poder y generó una especie de revolución neo-conservadora a partir de ciertos elementos que les permitieron ganar ese espacio. Por un lado, la imposibilidad de muchas mujeres de quedar embarazadas. Y, por otro, cómo eso se combina con el daño al medio ambiente y el crecimiento de la apertura sexual y la legalidad de lo que para ellos son «traidores de género»: gays, lesbianas, transexuales, etc. Esta revolución neoconservadora, no tan alejada en ciertos aspectos al fundamentalismo islámico, se apoya en una caprichosa reinterpretación de la Biblia (en muchos casos, falsa) y promueve, fundamentalmente, el regreso de la mujer «a su lugar natural»: sin capacidad de autodeterminación, imposibilitada de estudiar o trabajar y encargada solo de engendrar niños (las que pueden) y de «adoptarlos» y cuidarlos (las que no).

Pero como el grado de infertilidad es extremo, allí es donde aparecen las «handmaids«, especie de criadas sexuales que deben entregarse a sus patrones en una «ceremonia» carnal que tiene, en principio, como objetivo, engendrar los hijos que sus mujeres «no pueden darles». Son pocas las handmaids y viven una situación particular: si bien se las trata casi como esclavas –se las encierra, golpea, viola y abusa–, su posibilidad de quedar embarazadas las convierte en raras criaturas que, sea como sea, hay que conservar.

El mundo de THE HANDMAID’S TALE es ése, el de Offred («de Fred», como se las llama en función de su patrón), encarnada por Elisabeth Moss, una chica a la que en flashbacks vemos vivir una vida muy 2017 (smartphones, salidas con amigas, Tinder, bares y cafés hipsters, una familia multirracial con marido afroamericano y pequeña hija y así), pero que hoy porta un uniforme rojo, capucha y se ha convertido en la «criada» del Comandante Fred Waterford (Joseph Fiennes) y de su mujer, Serena Joy (Yvonne Strahovski). Es una esclava, con ciertas comodidades, pero esclava al fin, sin posibilidad de irse y sin saber qué ha sucedido, post-revolución y fallido intento de fuga, con su marido y su hija. Es una mujer que se debate entre seguir las órdenes calladamente tratando de zafar sin aún mayores daños o rebelarse ante una situación terrible aún teniendo muy pocas posibilidades de tener éxito enfrentándose a lo que no es otra cosa que una extraña dictadura religiosa.

A partir del acceso al poder de Trump y su poco interés por las libertades de la prensa, los derechos de las mujeres y de su aprovechamiento de los efectos de la crisis económica para sacar afuera la peor versión reaccionaria del «norteamericano medio», THE HANDMAID’S TALE se ha convertido casi en un temible cuento de un futuro que muchos ven como posible. Un país que ya no se llama Estados Unidos, en el que no se puede disentir, y del que todo el mundo sueña con fugarse a… Canadá. ¿Cercanía con la realidad? Más de lo deseable, aunque buena para el drama. La sola idea de ver a estadounidenses llegar a Canadá de similar manera a la que hoy muchos refugiados de Medio Oriente llegan a Europa, desesperados, tratando de encontrar una mano amiga que los entienda, apoye y ayude, es impactante. Y al verla uno no puede más que pensar en las políticas de rechazo a los refugiados que hoy se están poniendo en funcionamiento en ese país.

La serie maneja sus temas políticos «grandes» de una forma un tanto lateral, esquiva. La serie ya parte, narrativamente, desde el «nuevo mundo», llamado Gilead, y vamos descubriendo via flashbacks como una cosa se transformó progresiva y traumáticamente en la otra. Y si bien por momentos la serie cae en cierto subrayado (tanto formal como en los diálogos) a la hora de contar su historia previa –y, también, cuando siente que pone el dedo en la llaga en ciertas temáticas importantes–, por lo general logra evitar las obviedades. Y eso lo logra al poner el eje muy específicamente en la complicada situación de Offred, a través de la cual vamos conociendo tanto el presente que la rodea como el pasado que la llevó hasta ahí. Promediando la temporada, la serie se abrirá al punto de darnos a conocer otras perspectivas sobre esa transición –con flashbacks que nos permiten enterarnos cómo algunos otros personajes llegaron hasta ahí–, pero nunca dejará del todo de lado a este personaje que vive, como un esclavo del siglo XIX, entre el deseo de fugarse y el temor de saber que no hay casi salida posible.

Con un suspenso muy bien dosificado a lo largo de sus diez episodios y una actuación de Moss (¿la Meryl Streep del futuro?) intensa y convincente, THE HANDMAID’S TALE se convierte en una serie tan potente como dura, difícil de sobrellevar emocionalmente pero siempre fiel a la lógica de su relato. Y si bien por momentos se vuelve un tanto excesivamente auto-consciente de su importancia como «manifiesto político» (las letras de las canciones elegidas, cierto abuso de la cámara lenta, algunos gestos de la iluminación o del diseño de producción), logra limitar esos excesos con un drama personal sólidamente construido y con personajes que, aún mostrando sus peores zonas, podemos llegar a entender. O, al menos, considerar plausibles.

El temor está, claro, en que en la segunda temporada, ya sin la novela en la que apoyarse y con una autoconciencia aún mayor de su lugar en la cultura contemporánea como una dura crítica al gobierno actual, los creadores de la serie puedan exagerar aún más el costado «militante» perdiendo de vista el drama personal y social que, al fin y al cabo, es el que ha convertido a esta creación de Atwood en un hito literario. Si eso no sucede, THE HANDMAID’S TALE puede convertirse, accidentalmente o no, en la primera gran serie crítica del gobierno de Trump, una que, apoyándose en la dura y difícil experiencia de las mujeres como síntoma de todo lo que está mal y va camino a empeorar en el mundo contemporáneo, logre convencer a los espectadores que un futuro fascista está bastante más cerca de lo que pensamos.