Series: crítica de «Killing Eve» (Temporada 1)

Series: crítica de «Killing Eve» (Temporada 1)

por - Críticas, Estrenos, Series
04 Jun, 2018 09:11 | comentarios

La serie de la BBC británica cuenta la historia de una espía británica que persigue y se obsesiona con una muy particular asesina a sueldo que trabaja para una organización secreta. Sandra Oh y Jodie Comer son las protagonistas de esta curiosa y original comedia negra creada por Phoebe Waller-Bridge sobre la saga de novelas llamadas “Villanelle”.

KILLING EVE es una serie exasperante. Digo esto no como un término descalificativo, necesariamente, sino como una actitud de la que el show parece hacerse cargo. Puede ser irritante y desesperante, pero esas cualidades a veces funcionan a su favor. Digámoslo de otro modo: todo en KILLING EVE es caprichoso, un poco absurdo, «traido de los pelos». Su lógica es casi insostenible, su humor es tan efectivo como desconcertante y sus personajes son directamente imposibles. Pero, de algún modo, esa exasperación que la serie genera la vuelve un objeto fascinante, extraño, casi único. ¿Por qué? Porque nunca se puede saber para donde va a salir ni los caminos que los personajes tomarán ni mucho menos las situaciones en las que sus creadores decidirán saltar como si nada de una tonalidad cómica a otra dramática a veces en simultáneo. Lo inusual es la norma (en la trama, en la puesta, en los personajes) y eso intriga. Fastidia casi tanto como fascina, pero es imposible sacarle los ojos de encima.

Como buena parte de la televisión actual, la serie de la BBC America parece tener una pata firme en el cine de los ’90, en cierto post-tarantinismo canchero en el que cruentos asesinos giran por el mundo matando gente como si fuera un deporte entretenidísimo que usualmente concluye con una frase graciosa y tan mecánicamente fuera de lugar como la música que suele acompañarlos. El sistema, usado hasta el cansancio y el abuso, mal y bien, desde los hermanos Coen hasta Guy Ritchie, encuentra en KILLING EVE una versión renovada. Y la alteración está en que la serie –a diferencia de la mayoría de estas películas– se toma en serio a sí misma y se burla a la vez. Algo muy complejo de hacer y que, admitamos, aquí a veces sale muy bien y en otras no tanto.

La mayor parte de las películas de este estilo (que se aplica a cualquier género, del western al policial, del thriller al cine de espías y así) suelen ser consideradas «comedias negras», subgénero que sintetiza esas dos vertientes de su propuesta: la risa y la muerte. Pero aquí la ecuación es distinta ya que lo se intenta que lo que sucede sea, a la vez, cómico y dramático, conmovedor y disparatado, psicológicamente certero y totalmente absurdo. De ahí la exasperación y la irritación. Pero de ahí también la curiosidad: ¿adónde intentan ir con esto? No se trata de un producto tipo FARGO que suele diseminar muy finamente sus subtramas y personajes de manera tal que suspenso dramático y comedia absurda se entrelazan a manera de un tapiz. Aquí no. Es todo junto. Todo el tiempo.

KILLING EVE es la historia de una agente británica de origen estadounidense llamada Eve Polastri (Sandra Oh) que se obsesiona por encontrar a una mujer, conocida como Villanelle (Jodie Comer), una psicópata que se encarga, con placer, de matar gente importante alrededor del mundo como parte de lo que parece ser una organización secreta de espías o agentes ruso (ella es, o parece ser, rusa). Los diferentes casos y muertes se ejecutan rápidamente y con ese humor de ocasión tan noventoso al que hacía referencia antes. Pero uno de esos crímenes toca a Eve de muy cerca, lo cual levanta poderosamente el contenido dramático de la trama. Ya no es un juego simpático de espías obsesionados entre sí que parecen más conectados que enfrentados sino un asunto personal y complicado. Villanelle ha matado a alguien cercano a Eve y ella no toma el tema ligeramente. Pero la serie sí.

Es a partir de allí que lo que parecía una clásica comedia negra cool con una historia de espionaje imposible pero entretenida (la asesina habla varios idiomas, está obsesionada por la ropa, tiene un humor negrísimo y es capaz de matar a quien sea y como sea sin ser descubierta) se convierte en algo más extraño. Muchos de los que van cayendo en el camino son personajes poco importantes o bien ocasionales que este tipo de series o películas despachan casi siempre con un chiste ad hoc, pero cuando el desafío se vuelve denso y personal en serio, ¿cómo seguir sosteniendo la apuesta graciosa?

En manos de la muy celebrada y talentosa Phoebe Waller-Bridge (creadora y protagonista de la muy buena comedia FLEABAG y recientemente «vista» como la voz de la intensa y simpática androide L3-37 en HAN SOLO), quien adaptó la saga de novelas de Luke Bridges llamadas «Villanelle», la serie trata de sostener su lado humorístico hasta la irritación, aún cuando las situaciones claman por otra manera de ser trabajadas. Ese esfuerzo a veces da buenos resultados y en otros provoca (o me provoca a mí) un profundo fastidio, especialmente cuando la serie parece llegar a tocar ciertas fibras personales e íntimas de las protagonistas pero esto rápidamente es bloqueado por una broma o situación inesperada o fuera de lugar, algo que se sostiene hasta la última escena de la temporada.

A favor de KILLING EVE hay que decir que siempre es interesante ver una serie de suspenso y acción en la que tanto detrás como delante de cámaras sean mujeres las que están a cargo. Es posible que eso sea, en parte, lo que la vuelve tan inusual como celebrada, ya que no responde a los prototipos masculinos del género, creando una complicidad obsesiva entre perseguidora y perseguida (o viceversa) que no suele responder a las tradiciones canonizadas a lo largo de más de un siglo de estas aventuras. Una serie de espías en la que tres de los cuatro protagonistas principales (hay que sumar a la jefa de Eve y al jefe de Villanelle) son mujeres no es algo del todo usual en el mercado. Y esa diferencia se nota en muchos aspectos.

Pero más allá de eso, no hay dudas que es una serie que dejará marcas y será recordada por los riesgos que toma y la liviandad con la que lo hace. Tras su primera temporada –muy bien recibida críticamente– tiene todo el viento a favor para seguir avanzando hacia zonas cada vez más curiosas y arriesgadas, aunque también existe el riesgo de repetir la fórmula que funcionó. Pero cuando se tiene a dos protagonistas tan excéntricas y magnéticas (especialmente la brutal asesina que encarna Comer) y una voz muy personal por detrás de los textos, conviene tenerle fe a un producto tan inusual como atractivo, tan exasperante como genial.