Estrenos TV: crítica de «Leaving Neverland», de Dan Reed
Este documental que exhibirá HBO en América Latina el 16 y el 17 de marzo detalla las historias de dos hombres que cuentan los abusos sexuales a los que fueron sometidos por Michael Jackson cuando eran niños. Un film potente y doloroso.
A la hora de analizar un documental como LEAVING NEVERLAND casi que no tiene demasiado sentido comentar el tema formal. Se trata de un trabajo de orden testimonial, casi periodístico, centrado en entrevistas a las familias de dos chicos –hoy adultos– que fueron, supuestamente, víctimas de abusos sexuales de parte de Michael Jackson. Más allá de algún material de las familias (fotos, videos caseros, cartas, mensajes telefónicos guardados), lo demás son entrevistas y archivos de la estrella pop fallecida en 2009. La única decisión discutible del film –sobre la que me explayaré más adelante– tiene que ver con la decisión de su director, Dan Reed, de solo contar un punto de vista de la historia y no buscar, como se debe hacer en cualquier trabajo de índole periodística, la opinión del otro lado. Ya no de Jackson, obviamente, pero sí de quienes puedan defenderlo.
A lo largo de sus cuatro horas de duración, divididas en dos partes que HBO emitirá en América Latina el 16 y 17 de marzo, Reed cuenta las historias de Wade Robson y James Safechuck. Y las dos son tremendas, con momentos que bordean lo espeluznante. Con sus diferencias –cada caso tiene sus particularidades más allá de las inmensas coincidencias–, ambos hombres que hoy rondan los 40 años conocieron a Jackson de niños, fueron invitados con sus familiares a su famosa casa (Neverland, un enorme rancho que es/fue todo un parque de diversiones), se hicieron amigos y compinches del músico y, una vez que Michael lograba congraciarse con sus familias a través del afecto y la generosidad, conseguía quedarse a solas con los chicos ahí. Lo que sucedía de allí en adelante tiene un solo nombre: pedofilia.
No voy a entrar en detalles sobre lo que que Wade y James cuentan que Jackson les hacía hacer pero es realmente desagradable, además de criminal, y si bien no se ve ni se recrea nada en el film (por suerte), solo escucharlo pone los pelos de punta. Los hoy adultos dan detalles no solo de esos contactos físicos íntimos sino de las locaciones en la casa en la que se los hacía y las distintas trampas y metodologías que Jackson utilizaba para que no los descubrieran, tanto desde los literales avisos (la gigantesca casa y sus aledaños tenían un sinfín de alarmas y cuartos dentro de cuartos) sino también desde la coerción emocional de “estar en esto juntos”, algo que para esos niños fascinados con su ídolo era clave.
Es allí donde entra otro eje angustiante de LEAVING NEVERLAND: la manera en la que el músico manipuló a los niños para nunca contar nada y a sus familias para que jamás sospecharan que algo sucedía. Robson y Safechuck negaron pública y privadamente hasta hace unos pocos años cualquier contacto sexual de Jackson hacia ellos. Y ese hoy debatido cambio de testimonio (utilizado por los fans de Jackson para desmentir las acusaciones) está justificado en el documental a partir del cariño que le tenían al cantante, el miedo a admitir lo sucedido públicamente y a la sensación –común en muchas víctimas de este tipo de abuso– de que lo que había sucedido entre ellos no podía calificarse como tal.
Igual de compleja es la situación de las madres de ambos, que hoy no se perdonan haber dejado a sus hijos a solas con Jackson (como tampoco las perdonan del todo los hijos) pero que dan de todos modos amplios testimonios en el film, al igual que algunos hermanos, abuelos y las actuales esposas de los acusadores, en ambos casos familias severamente destruidas por lo sucedido. Tomándose su tiempo, Reed va yendo de una a otra historia (por momentos uno puede confundirse sobre cuál vivió tal o cuál cosa pero en el fondo las diferencias son menores) de una manera calma y cronológica, llegando al momento en el que los dos hombres deciden hacer público ante sus familias y luego ante el mundo esos guardadísimos secretos en escenas que son emocionalmente devastadoras.
Los detalles de cada caso los encontrarán viendo LEAVING NEVERLAND. Lo que vale la pena analizar de entrada es que un documental duro, intenso, parsimonioso pero efectivo y que muy pocas veces se vuelve morboso en exceso, considerando el tema que trata. Y hay una distancia y un respeto por las historias contadas que es muy atendible. Ahora bien: no hay otra campana en el film, ninguna opinión disidente que ponga en duda lo que se cuenta allí. Y si bien es claro que Reed elige narrar estas historias y no está obligado a hacer un recorrido por todos los implicados (aclara , sí, que hay otros niños que pasaron tiempo con Jacko, como Macaulay Culkin, que siguen negando hasta hoy que con ellos haya sucedido algo fuera de lo normal), ver el documental es como ver solo el alegato del fiscal en un juicio. Es convincente y potente, además de que no parece tener mucho sentido poner en duda las versiones dolorosas de las víctimas de abuso (más allá de acusaciones, que el film no trabaja, de que buscan dinero) de este tipo. Pero falta la otra parte.
Es cierto que a lo largo de los años la figura de Jackson, acompañado constantemente por niños, siempre estuvo rodeada de un halo de dudas respecto a sus actividades sexuales (y le hicieron dos juicios sobre el tema, ambos rememorados en el documental), por lo que si bien impactan los detalles no es algo totalmente sorprendente ni difícil de creer. De todos modos, si bien los testimonios son valiosos, potentes y están llenos de coraje, es la Justicia, por más dudas que ésta siembre, la que debería ocuparse finalmente de resolver legalmente estos asuntos. LEAVING NEVERLAND es un documental, no un juicio. Contundente, creíble y brutal, sí, pero no es la última palabra sobre el tema.
el documental perfecto para vivir sin trabajar, yo también me voy a inventar algo asi. espero que paguéis por lo que hicisteis a Michael y os castigue la justicia por esas falsas y no probadas declaraciones, ni vi el documental ni lo pienso ver. la suerte que teneis es que no sois mis vecinos, os lo prometo.