Cannes 2019: crítica de «And Then We Danced», de Levan Akin (Quincena de Realizadores)

Cannes 2019: crítica de «And Then We Danced», de Levan Akin (Quincena de Realizadores)

por - cine, Críticas, Festivales
17 May, 2019 09:00 | Sin comentarios

Este drama de origen georgiano tiene como protagonista principal a un bailarín del Cuerpo de Danza Tradicional de ese país que enfrenta un conflicto cuando aparece otro bailarín que, por un lado, le pelea un puesto pero, por otro, lo atrae sexualmente. Un tenso drama de identidades en medio de una sociedad homofóbica y tradicionalista.

La danza tradicional georgiana tiene sus particularidades. No me considero un especialista en la materia ni mucho menos pero por lo que se transmite en el film de Akin tiene algo de demostración gimnástica y militar. O, al menos, con el correr de los años y los contextos políticos, se ha vuelto así. Más dura y “marchosa” y nada “sensual”. El talentoso y muy esforzado Merab y su “novia” Mary conforman una pareja de baile del Ensemble Nacional de Georgia con posibilidades de pasar (él, al menos, ya que hay una vacante masculina) a formar parte del elenco estable que gira por el mundo, como lo hicieron sus padres. Pero hay un solo puesto libre y Merab tiene varios potenciales “enemigos”: su muy talentoso pero poco profesional hermano, que vive saliendo de noche y yendo a entrenar borracho, el recién llegado Irakli, que parece tener un talento enorme y es más natural para el tipo de bailarín que se busca que el más sacrificado Merab y las propias “dificultades” de Merab para el tipo de baile que se pide, que se irán desarrollando a lo largo del film.

AND THEN WE DANCED funciona como un triángulo amoroso pero no de la manera que parece al principio. Es, en realidad, Irakli, el que despierta sensaciones nuevas en Merab y, digamos, el tema no está muy bien visto no ya en la sociedad georgiana sino en el propio y llamativamente homofóbico cuerpo de danza. Los secretos de esa relación, los esfuerzos de Merab por triunfar en el ballet tratando de “masculinizar” su estilo y los encontronazos con una sociedad que sigue pensando la homosexualidad en términos medievales son los ejes principales de este sólido film de Akin, un cineasta sueco de origen georgiano, que se luce en largos planos secuencia, mucho de ellos dedicados a distintos tipos de danza.

El comunmente llamado “tercer acto”, donde los conflictos se agudizan y los problemas se vuelven más y más intensos, quizás estén manejados aquí de una manera excesivamente tradicional: se notan bastante los manejos del guion por llevar la tensión al extremo a costa de una un tanto manipulada serie de situaciones y coincidencias. Lo que potencia al relato, pese a sus visibles costuras, es el conflicto de Merab entre su deseo de triunfar como bailarín “masculino” y el de liberarse de las ataduras que ese cuerpo de baile, reflejo claro de las represiones de la sociedad georgiana, le impone.