Cannes 2019: crítica de «Por el dinero», de Alejo Moguillansky (Quincena de Realizadores)
La primera película de El Pampero Cine en llegar a Cannes es una comedia con toques absurdos acerca de un grupo de artistas que viaja a un festival de teatro en Colombia con el objetivo de cobrar un dinero para pagar deudas. Un brillante y muy desprejuiciado ensayo sobre la relación entre el arte y el comercio.
Después de casi un par de décadas de existencia –y de más de una decena de películas, muchas de ellas celebradísimas– la productora El Pampero no había estrenado nunca un film en un festival tan grande como es el de Cannes. Más por decisión que por otra cosa, la productora que manejan Mariano Llinás, Laura Citarella, Agustín Mendilaharzu y Alejo Moguillansky prefería hacer que sus películas debutaran en BAFICI y luego, dependiendo de la suerte y la calidad de cada una de ellas, se hicieran camino por el mundo paso a paso. Es un poco el mismo «modus operandi» que ha hecho que rechacen trabajar con subsidios del INCAA, estrenar en salas comerciales convencionales (al menos en Argentina) o manejarse con el sistema que el mercado del cine y hasta los propios festivales usan para la producción y distribución. Una decisión de mantenerse independientes a toda costa, de hacer todo a mano y que «el dinero» llegue por otras vías, un poco menos tradicionales a las utilizadas por la industria.
Esta, si se quiere, introducción a la crítica no es gratuita ni intenta solo contextualizar la existencia de POR EL DINERO y de El Pampero Cine en el mundo real, sino que es parte de la propia lógica y tema de la película dirigida por Moguillansky, habitué del BAFICI con títulos tales como CASTRO, EL LORO Y EL CISNE, EL ESCARABAJO DE ORO y LA VENDEDORA DE FOSFOROS. Es un film que pone en cuestión la relación entre el trabajo artístico y la economía, la para muchos loca idea de que tanto cineastas (como teatristas, en este caso son ambas cosas) trabajen por vocación, pasión y cariño por lo que hacen y usen los pocos billetes que consiguen por otros medios –dando clases, escribiendo jingles, filmando institucionales o enseñando idiomas– para reinvertirlos en sus obras y películas.
Todo comienza con otra versión, la original de POR EL DINERO, que es la puesta teatral que Moguillansky junto a la actriz y bailarina Luciana Acuña (su mujer), el músico Gabriel Chwojnik (compositor de muchas de las bandas sonoras de las películas de El Pampero) y el bailarín y actor francés Matthieu Perpoint hicieron en Buenos Aires hace unos años. La obra –de la que se ven fragmentos en la película– ponía estos mismos temas en discusión y se convertía en una suerte de comedia musical sobre la imposibilidad de llegar a fin de mes en la que cada uno leía sus facturas de gas y luz, detallaban sus magros ingresos y, en el medio, bailaban y cantaban.
La película hace un planteo ficcional que engloba a otro, si se quiere, más documental, aunque son tantas las capas de representación que existen en POR EL DINERO que no tiene sentido tratar de separarlas. Empieza desde el final, cuando junto al mar aparecen dos cadáveres, los de Acuña y «su pareja» (así lo llaman siempre a Moguillansky) y pronto nos damos cuenta que estamos en una playa colombiana. Dos torpes policías que parecen sacados de la miniserie de Bruno Dumont P’TIT QUINQUIN –y que encarnan los cineastas Rodrigo Moreno y Vladimir Durán– interrogan al único sobreviviente, el francés Perpoint. Y su relato será esta «tragedia en tres actos» que es la película. Tragedia que, en realidad, tiene mucho más de comedia absurda que de otra cosa.
La voz en off en francés de Perpoint contará la historia de cómo terminaron ahí y así: su llegada a la Argentina, su relación con esta troupe actoral, su incorporación a la obra POR EL DINERO y su posterior presentación en un festival de teatro en Cali, Colombia, en la que los hechos «trágicos» terminarán por desencadenarse. Pero cualquiera que haya visto una película de Moguillansky (o la mayoría de las de El Pampero) sabe que la ficción en ellas es un mecanismo que funciona como disparador de juegos, ideas y escenas. De todos ellos, Moguillansky se especializa en armar puestas en escena que son verdaderas coreografías en las que cuerpos, voces, sonidos y movimientos circulan con la libertad y desparpajo de los primeros films de la Nouvelle Vague. Y hay algo de ese primer Godard dando vueltas por ésta, la más desprejuiciada y libre de todas sus películas.
El también montajista Moguillansky logra armar aquí una suerte de «ampliación» de POR EL DINERO que expande y complejiza sus temas, ya que la escala es internacional y entran en el asunto el cine y la televisión además del teatro, la danza y la propia factura de la película que estamos viendo. Pero la pregunta es la misma: ¿de qué viven los artistas? O bien, ¿se puede vivir de lo que uno ama sin traicionarse o «vender el alma al Diablo? A partir de una serie de desventuras y confusiones –generados por la necesidad de pagar deudas y más deudas– que los terminan metiendo en un asunto policíaco en Colombia, la película juega con ese lado un tanto oscuro y secreto del arte que son sus procedimientos económicos, su status como «industria cultural» y los potenciales malos entendidos que eso genera.
Aunque muchos se empeñen en creer lo contrario, el trabajo artístico requiere una enorme cantidad de esfuerzo, tiempo y dedicación que la mayoría de las veces no es bien recompensado económicamente. De hecho, es considerado por algunos como un hobby que no puede ser comparable a un «trabajo real» o confundido, por otros, con algo que realmente deja fortunas y que permite que todos los que viven haciendo trabajos creativos se vuelvan millonarios. Esta suerte de comedia absurda sobre cómo funciona en realidad ese mundo es una de las pocas películas argentinas –o internacionales, hay que decirlo– que se atreve a poner sobre la mesa un tema del que pocos hablan en sus trabajos artísticos pero sí lo hacen fuera de cámara: «l’argent».
Pero más allá de su obsesión por la relación entre el arte y el dinero, POR EL DINERO funciona porque con eso arma una loca aventura en la que una troupe entre acelerada e inoperante se enreda en situaciones propias de la más ridícula comedia de enredos y disparates. Los billetes que se desean y no se tienen son el tema pero también el McGuffin de un film que logra ser político de la manera más lúdica posible, sin ponerse casi nunca serio. En tiempos de crisis, la risa puede ayudar de algún modo como catarsis y –como quedó claro en Hollywood después de la Gran Depresión de 1929– la comedia siempre es una buena respuesta a la hora de enfrentar los problemas más severos. O, al menos, un remanso.
POR EL DINERO llega, además, a Francia, tras el gran recorrido festivalero de LA FLOR, que incluyó un destacado e inusual estreno comercial hace unos meses en ese país. Que Cannes haya abierto las puertas a un cine argentino y a una productora que no utiliza los tropos y/o los modos más claramente festivaleros del cine latinoamericano «miserabilista» en sus distintas variantes es una gran noticia desde todos los frentes: productivos, estéticos y políticos. Lo dijeron ya «los Pampero» en una entrevista reciente: «Dejaron entrar a un baile en el Palacio a Boudou, el anárquico vagabundo de Renoir». Y si esa es la feliz lección que el paso por la Croisette de la película de Moguillansky tiene para dejar, bienvenida sea.