Cannes 2019: crítica de «To Live To Sing», de Johnny Ma (Quincena de Realizadores)

Cannes 2019: crítica de «To Live To Sing», de Johnny Ma (Quincena de Realizadores)

por - cine, Críticas, Festivales
20 May, 2019 09:16 | Sin comentarios

Entre el realismo y la fantasía, esta película china parte de los cambios económicos vividos en ese país –en especial la explosión inmobiliaria– para centrarse en cómo eso afecta a una troupe de actores que interpretan la tradicional opera de Sichaun en un pequeño y desvencijado teatro que están a punto de demoler.

La película de Ma toma, al menos durante una buena parte de su metraje, de la iconografía del cine de Jia Zhang-ke. El maestro chino ha construido una carrera en base a mostrar cómo los cambios sociales y económicos de la China contemporánea han afectado a los ciudadanos, especialmente a los habitantes de pueblos chicos que ven cambiar la fisonomía de sus ciudades de un momento a otro. Pero no solo lo edilicio entra en riesgo aquí sino también sus trabajos, especialmente los que están ligados a tradiciones milenarias que la burbuja inmobiliaria china no tiene para nada en cuenta.

Ese es el centro del drama de TO LIVE TO SING. Zhao Li es la dueña y empresaria de una pequeña compañía de opera de Sichuan que funciona en las afueras de Chengdu, la muy poblada y creciente capital de esa provincia. Pero mientras se levantan enormes edificios a la distancia, la compañía funciona, especialmente gracias a Dan Dan, su hija, la bella y talentosa estrella del grupo, y a los ancianos habitués del género que siguen yendo a las funciones. Pero pronto las grúas irán llegando a su zona y los artistas (incluyendo Dan Dan) a pensar en planes alternativos de vida, tanto mediante otros trabajos como haciendo el más turístico “mask swapping”, una versión banalizada (y de restaurante) de una de las tradiciones de esa opera.

Zhao Li no consigue que las autoridades la ayuden a salvar su teatro (bah, que la atiendan siquiera) y trata, a su manera, de manejarse sin contarles a sus empleados y familiares lo que está por pasar. Lo irá haciendo, si se quiere, de una manera un tanto inesperada y en la que entra a jugar una especie de “realismo mágico” que no coincide del todo con las virtudes más realistas –socioeconómicas y culturales– que venía planteando el film.

El director tiene el cuidado de mantener siempre ese costado narrativo dentro del orden de lo, si se quiere, imaginario. Acaso sea la propia Li la que siente que esos “fantasmas de la opera” la convocan a mantenerlos “vivos”, pero más allá de eso no hay mucho que ellos puedan hacer ante las dificultades del mundo real. Es una elección riesgosa y un tanto sentimental que funciona más desde las buenas intenciones, la nobleza y una idea de solidaridad que como decisión narrativa.

Como dato curioso para los lectores argentinos, esta película se posprodujo en buena parte en Buenos Aires, el sonido es de Guido Berenblum (habitual colaborador de Lucrecia Martel) y la edición de Ana Godoy (LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA, LOS TERRITORIOS, EL FUTURO PERFECTO, etc.) Una combinación de nacionalidades curiosa que ojalá se mantenga en el futuro.