«Modern Family»: una familia muy normal
No pensé que me iba a enganchar con “Modern Family”. Eran varios los amigos que me la recomendaban, las críticas eran inmejorables, pero yo veía algunas publicidades e imágenes, leía de qué se trataba, y me parecía que no tenía demasiado sentido sumar a mi poco tiempo libre una sitcom más que no parecía tener […]
No pensé que me iba a enganchar con “Modern Family”. Eran varios los amigos que me la recomendaban, las críticas eran inmejorables, pero yo veía algunas publicidades e imágenes, leía de qué se trataba, y me parecía que no tenía demasiado sentido sumar a mi poco tiempo libre una sitcom más que no parecía tener nada demasiado original para ofrecer.
Pero –esas cosas que suceden- terminaron otras series que estaba viendo (“Glee”, otra de las pocas comedias que veo, estaba entre temporadas), los ínfimos 20 minutos que dura cada capítulo me tentaron a ver de qué iba y ya no hubo vuelta atrás. Tras un inicio dubitativo –tardé tres episodios en admitirme a mí mismo que valía la pena-, al otro fin de semana ya había visto la primera temporada completa.
Hoy a las 20 comienza la segunda temporada por Moviecity, un canal que casi nadie que conozco tiene (yo tampoco), pero es más que nada una excusa que otra cosa de mi parte para hablar de la serie, conseguible de otras maneras.
En su aparente simpleza, en su utilización de formatos bastantes tradicionales del sitcom a los que suma otros de las series de “gran producción” más algunos recursos formales de las últimas épocas –tiene exteriores, no tiene risas grabadas, los personajes son “entrevistados” al estilo “The Office”-, “Modern Family” traza de una manera muy clara y, básicamente, graciosísima, un retrato del entramado familiar y social de los Estados Unidos.
Tres familias interconectadas las protagonizan. La que integran Jay (Ed O’Neill), Gloria (Sofía Vergara) y Manny (Rico Rodríguez), un veterano norteamericano divorciado y con dinero, su nueva mujer colombiana, bonita, y el hijo de ella de un matrimonio anterior.
Los hijos de él integran las otras dos familias y todas viven –algo inusual allí- bastante cerca entre sí. Mitchell (Jesse Tyler Ferguson) vive en pareja con otro hombre, Cameron (Eric Stonestreet) y han adoptado una beba de Vietnam.
Y Claire (Julie Bowen) es la que tiene, si se quiere, el matrimonio más tradicional y también el más disfuncional de todos, con su marido Phil (Ty Burrell) y tres hijos (dos niñas y un varón) de muy diferentes personalidades.
Todo lo que sucede, uno puede decir, se ha visto alguna otra vez en algún otro lado. El logro de “Modern Family” no está tanto en las situaciones que genera sino cómo las resignifica y altera para tomar en cuenta estos cambios culturales que se viven en los Estados Unidos actuales.
Pero su status como “termómetro” no la valida como sitcom ni la transforma en graciosa. Lo que la hace disfrutable son sus guiones, sus personajes, cómo juega usando los estereotipos (étnicos, sexuales, culturales) para darlos vuelta, con personajes como Jay capaces de comentarios racistas y de mostrar una clásica frialdad con sus hijos pero revelando zonas de enorme ternura.
Y esa misma ambigüedad manejan todos los personajes, desde Gloria (Vergara, una revelación de timing cómico y el acento más graciosamente espantoso visto en mucho tiempo) hasta Phil, que quiere ser el “padre cool” con sus hijos y la pifia en cada intento, y ni hablar de sus hijos (especialmente el menor, un freak de temer) y hasta el increíble novio de su hija mayor.
Es cierto que, en los papeles, y así la veía yo antes de arrancar, suena como la comedia políticamente correcta y exitosa que marca el pulso de una época. Y lo es, en un punto: ya desde el título quedan claras las intenciones de sus creadores (que trabajaron en “Frasier” y poseen una larga serie de créditos en otras sitcoms que van de las más tradicionales tipo “Cheers” hasta la inolvidable “The Larry Sanders Show”) de marcar un territorio determinado con su propuesta.
Y lo que han logrado, y lo que transforma a “Modern Family” en una de las sitcoms más vistas en los Estados Unidos estos años (y a la que algunos consideran la salvadora del género en su versión “TV abierta”) es haber combinado a la perfección dos tradiciones: la del humor amable y hasta tierno de la sitcom popular y familiar (“Cheers”, “Roseanne”, hasta “Casado con hijos”, de donde viene Ed O’Neill, en el papel que hizo Guillermo Francella en la versión local) con la acidez e ironía (y recursos de estilo, como el “falso documental”) de las series de culto tipo “Curb Your Enthusiasm” o “The Office”, especialmente la británica.
Tal vez “Modern Family” no vaya a cambiar la historia de las series norteamericanas de la manera que lo han hecho otras, pero lo que sí ha logrado –como “Glee”, pero en otro estilo- es algo a lo que pocas hoy se atreven: a volver a apostar, en medio del ingenio y de la ironía, por la empatía y la emoción.
Estoy mirando los reruns por Fox como si fuera la primera vez que veo esos capítulos.
Y ese escalón en la casa de los Dunphys es un personaje más!
Me enganché también con la serie y no se bien por qué porque tampoco me parece tan grandiosa. Pero es como los discos de Marisa Monte o el cine de Reitman: ninguna arista descollante, pero te envuelven con sucesivas aproximaciones.
Y me gusta el uso de la cámara, un personaje más, que resalta chistes y remates.