Pavement en Buenos Aires: “A Movie Adaptation to the Sequel of Your Life”
Uno nunca sabe hasta que punto es cierto, o si lo que se dice hoy cambiará mañana, pero lo cierto es que saber que el show de una banda que estás por ver es EL ULTIMO que darán en su carrera causa de por sí una impresión fuerte. Pasó con New Order, cuando tocaron hace […]
Uno nunca sabe hasta que punto es cierto, o si lo que se dice hoy cambiará mañana, pero lo cierto es que saber que el show de una banda que estás por ver es EL ULTIMO que darán en su carrera causa de por sí una impresión fuerte. Pasó con New Order, cuando tocaron hace unos años, pero en ese entonces, si mal no recuerdo, su separación era un rumor no del todo confirmado.
Lo de Pavement ya de por sí era una reunión. Uno podría decir que la banda dejó de ser tal en 1999 y lo único que han hecho este año es una gira mundial, una cantidad de presentaciones entre marzo y, supuestamente, el lunes 22, en la que –leo por ahí- no se llevaron demasiado bien y no hay planes de seguir adelante.
Ayer, sin embargo, acaso por ser esa despedida, se los veía relativamente relajados, distendidos, comunicados entre sí. Tocaron 100 minutos en lugar de los 80 que, me comentaron, habían tocado el domingo para un público que no alcanzaba a llenar la mitad de la sala ¿200, 300 personas? Una cantidad ínfima, ridícula, para una banda tan relevante, a los que hay que sumarle unas 500 el día anterior. Es cierto, la cantidad de shows de estos últimos meses mata cualquier bolsillo y el precio de las entradas no era nada barato, pero era raro estar presenciando un show histórico con tan poca gente alrededor.
De cualquier manera, no voy a decir que no aproveché el “vacío” para terminar viendo el show a cinco metros del escenario, haciendo pogo en algunas ocasiones, algo que ya no estoy ni en edad ni en condiciones físicas de hacer. Pero el sonido potente, mucho más distorsionado que en los discos (más cerca de la suciedad de los primeros que del sonido más limpio de los últimos), algunos temas que me disparaban memorias claves de mis veintipico (“Gold Soundz”, “Stereo”, “Cut Your Hair”, “Range Life”, “Grounded”, “Spit on a Stranger”, “Shady Lane”, etc.) y la sensación de estar presenciando un momento “histórico” ayudó para que el show se sintiera glorioso.
¿Lo fue, no lo fue? Casi no podría decirlo. Sin dudas hubo desajustes, imprecisiones, problemas de sonido (la voz de Malkmus, como siempre, se pierde en la mezcla, Pavement siempre suena “sloppy”, descuidado), pero las canciones lo invadieron todo y ese grupete de adelante vivió (vivimos, bueno) el asunto casi desde adentro, de una manera que yo no recordaba vivir un show en años.
Nunca sabré por qué Pavement aquí no tiene el peso y la repercusión de otras bandas que yo considero peores y menos importantes. Tienen canciones accesibles, llegado el caso, y si bien su “delivery” siempre es entre sucio y desganado, creo que eso es lo que, finalmente, le da su particularidad, a mitad de camino entre influencias como Replacements, Sonic Youth, los mismos Yo la Tengo, y con ese magnetismo por el gancho pop que los asemeja a Guided By Voices y a Sebadoh, entre otros. “College rock”, como le decíamos entonces.
Recuerdo claramente haber comprado “Crooked Rain, Crooked Rain” en Washington, en 1994, cuando estaba de viaje por trabajo y escucharlo permanentemente todos esos días, al punto de comprarme un disco de rarezas (“Westing”), que en ese momento me pareció algo excesivamente lo-fi. Y comprar los demás fue casi una rutina, aunque hayan sido sólo tres y listo. Para 1999, Pavement eran historia.
Once años después, esta secuela de Pavement termina prometiendo que no va a haber más capítulos. No sé cómo cerró el domingo, pero el lunes daba la impresión de que, con los crew members tocando en escena con ellos y un descontrol de instrumentos y lugares en el escenario, el asunto parecía liquidado y no había forma de volverlos a salir una vez más, aunque sea para hacer una versión melancólica de “Here” que nos hubiera hecho volver a casa probablemente entre lágrimas.
Pero como Pavement jamás traficó en esas emociones, se fueron casi como vinieron. Con Malkmus casi sin hablar y, como siempre, con Bob Nastanovich como el que maneja los hilos de la comunicación y el contacto con el público, actuando como MC de hip-hop por momentos, y hasta con Steve West terminando como cantante en un final apoteósico.
Con la curiosidad de cerrar un festival que abrió Smashing Pumpkins, una banda diez veces menos relevante y mucho más popular con la que se llevan mal hace años (en “Range Life”, Malkmus los bardea), Pavement cerró a la vez una de las carreras más memorables del rock de los ’90.
Haber estado charlando antes y después del show con Hal Hartley, que estaba acá y con el que habíamos tenido una larga entrevista tres días atrás en Mar del Plata, y que me contó algunas anécdotas de la banda de Stockton, le agregó un plus noventoso, la década de mis “veintitantos” que, pensándolo hora, con Hartley (cineasta que quedó pegado a esa década como pocos) y Malkmus como abanderados, bien uno podría cerrarle ya la puerta y tirar la llave. Digo, y así no terminar siendo un extra en la adaptación al cine de la secuela de tu propia vida…
A mí también me encantó y me conmovió el show de anoche. Pensé en escribir algo, pero vos lo sintetizaste a la perfección. Subí un par de fotos caseras tomadas con mi celular, no son buenas pero transmiten el calor en vivo. Fue un gran show, lleno de energía (encima y debajo del escenario) y de gran nostalgia (más sabiendo que era el concierto final de la banda). Para mí, Pavement siempre fue un grupo importante en general, y más aún para mi juventud en los años ’90. Fue muy lindo poder «poguear» a los 41 años, como lo hacíamos de adolescentes, alejados por completo de la compostura del periodista profesional y más cerca del lugar del fan.
Me encanta que este sea el primer post de nuestro nuevo blog. Fue un show histórico por muchos motivos.
Y me siento completamente identificado con tu texto, tus referencias y creo que el hecho de habernos encontrado allí con Hal Hartley (que nos confesó cue nunca en su vida había visto a Pavement y lo hizo justo el día de la despedida final) no fue fortuito. Los años 90, a full, en pleno 2010, en esta noche de La Trastienda que, al menos yo, recordaré por siempre.
Otra cosa curiosa del show de ayer fue que, al haber tanta comodidad para desplazarse por la poca gente uno podía ir de un lado a otro a codear amigos y colegas y darse cuenta que casi todos miraban el show con una sonrisa dibujada. No recuerdo un concierto en el que lo que sucede en el escenario provoque tal felicidad. No importaba si estaban peleados o si sonaban mal (era una bola por momentos). Esa mezcla entre felicidad y cierta melancolía porque a estos tipos no los vamos a ver más generaba una cara de pavo colectiva, como una fiesta reencuentro. Pienso en el show de los Pixies, y esa intensidad emocional que -al menos a mí- me atravesó a puro pogo y griterío desbocado, y que se complementó ayer perfectamente con esta coda «noventera», más relajada, igual de emotiva. Si tenemos en cuenta lo de Yo La Tengo (y lo del urso Hartley) en medio de todo esto podemos hacer lo que dice Diego L: cerrar la puerta de los noventa y tirar la llave. Bue, por las dudas la guardamos bien. No vaya a ser cosa…
Felicitaciones por el nuevo blog conjunto.
abrazo,
JavD