Las mejores películas argentinas de 2010. Top 4: “Gigante”
La opera prima de Adrián Biniez, Gigante , fue una de las sorpresas del cine uruguayo de los últimos años. Presentada en competencia en Berlín 2009, se fue de allí con dos galardones importantes (el Gran Premio del Jurado y el Alfred Bauer) y después tuvo un largo recorrido por festivales. Biniez cuenta una historia sencilla […]
La opera prima de Adrián Biniez, Gigante , fue una de las sorpresas del cine uruguayo de los últimos años. Presentada en competencia en Berlín 2009, se fue de allí con dos galardones importantes (el Gran Premio del Jurado y el Alfred Bauer) y después tuvo un largo recorrido por festivales.
Biniez cuenta una historia sencilla que combina, como pocas, rigurosidad y liviandad, minimalismo y humor, en un estilo que ya es casi una marca de cierto cine uruguayo (como Whisky ) y que tiene como referencias a maestros como Jim Jarmusch y Aki Kaurismaki.
Pero Gigante es todavía más contenida y seca que sus predecesoras. Cuenta la historia de Jara (Horacio Camandulle), empleado de seguridad de un supermercado en Montevideo que se dedica a seguir lo que sucede dentro del local a través de las cámaras de vigilancia. Como su trabajo es nocturno, no hay tanta presión: la cámara sólo registra empleados limpiando (o robándose algo, discretamente) y otros pequeños accidentes.
Pero Jara, un grandote con tamaño de guardaespaldas (de hecho, su trabajo de fin de semana es en la entrada de un boliche nocturno) y fanático del hardcore y el thrash metal (porta una remera de Biohazard casi toda la película) encuentra un motivo de obsesión en su tarea. Ella es Julia (Leonor Svarcas), una empleada del local, a la que sigue, primero a través de la cámara y luego, literalmente, por las calles. Y si bien no se atreve a hablarle, se involucra lateralmente en su vida sin que ella, aparentemente, se entere.
Esta persecución/seguimiento jamás resulta morbosa para el espectador porque de entrada da la impresión de que, pese a su aspecto, Jara es un tipo sensible, tierno y nada peligroso, más allá de lo discutible u obsesiva que pueda ser su devoción por una chica que no conoce. Pero los apuntes de humor, las situaciones que debe resolver con colegas, con su sobrino y hasta en el boliche, dejan a las claras que es un tipo tímido y enamoradizo, que no sabe cómo acercarse a la chica que lo apasiona. Aunque, nunca se sabe…
Minimalista, ligera, con apuntes certeros de la vida cotidiana en Montevideo (la escena de la transmisión televisiva de un partido de fútbol donde un comensal critica al árbitro Larrionda, el del error del gol inglés contra Alemania en el Mundial, resulta sin quererlo muy graciosa) y musicalizada, en parte, por el propio Biniez, esta pequeña Gigante es una película medida y controlada desde lo formal, es cierto, pero que trasciende la habitual frialdad que puede tener cierto cine contemplativo gracias, también, a la actuación y a la presencia de Camandulle en el rol central, uno de esos personajes que tiñen a toda una película con su curiosa, simpática pero también intrigante personalidad.