Las mejores películas de 2010 (estrenos): «Toy Story 3»
Mi hijo Tomás era apenas un bebé cuando se estrenó en cines «Toy Story», allá por 1996. La película la tuve luego en video –sí, en VHS, años antes de la reconversión general al DVD– y Tomás, ya un poco más grande, la pasó una y otra vez en la televisión hasta que, literalmente, la […]
Mi hijo Tomás era apenas un bebé cuando se estrenó en cines «Toy Story», allá por 1996. La película la tuve luego en video –sí, en VHS, años antes de la reconversión general al DVD– y Tomás, ya un poco más grande, la pasó una y otra vez en la televisión hasta que, literalmente, la gastó. Así, «Toitori» (o «gudibaz», como también la bautizó) se convirtió en la película que más veces vi en mi vida. Aclaro: no era la única película que Tomás veía centenares de veces, pero sí la única en la que yo lo acompañaba. A veces, durante toda la película. Otras, sólo por algunas escenas.
En ese entonces apenas sabía lo que era Pixar y, siendo sinceros, «Bichos» no me produjo el mismo interés y «Monsters Inc.», si bien me gustó bastante, la olvidé muy rápidamente. En el medio apareció «Toy Story 2», una secuela de esas pocas que pueden considerarse a la altura, o aún mejor, que la original. También repetí la experiencia: poco después nació Joaquín y se hizo adicto a la segunda como Tomás a la primera. Bueno, a ambas en realidad.
Todavía hoy puedo repetir diálogos enteros de las dos películas y recuerdo escenas que me conmueven de sólo pensarlas. Pasó el tiempo y salieron otras grandes películas de Pixar, algunas extraordinarias y a la altura de esta saga, pero el regreso de Woody, Buzz y compañía volvió a traerme esas sensaciones compartidas y, a la vez, a tener la sensación de que ese mismo paso del tiempo que su trama describe es el que transcurrió en la experiencia de verlas.
Tomás ya tiene 16 (tenía 15 cuando se estrenó) y la vio por su cuenta. No la comentó demasiado conmigo y no tengo la impresión de que la haya vuelto a ver. No le pregunté. Joaquín la vio también, pero no la tiene «On Repeat» como sí tenía la anterior.
Tomás está pasando a cuarto año y casi le da vergüenza admitir que le gustan películas como «Toy Story» (el otro día le comenté de ir a ver la tercera parte de «Narnia» y me clavó la mirada como si le estuviese hablando de los «Teletubbies»), de la misma manera en la que sus juguetes de infancia se apilan en un cajón de mudanza pintado de violeta que voy mudando de casa en casa en los últimos ocho años y permanece casi inalterable.
Joaquín pasa ahora a sexto grado y si bien todavía está en una edad como para disfrutar estas películas de animación tanto como antes, hoy prefiere pasar el tiempo con su guitarra eléctrica y en internet, y tanto la película como los muñecos y, también, sus juegos de más chico han quedado olvidados.
Lo que cuenta «Toy Story 3» es tan emocionante como inevitable, irremediable. El tiempo pasa y los objetos quedan en ese limbo que comparten con viejos álbumes de fotografías, colecciones de revistas y cosas guardadas en cajones que en algún momento consideramos esenciales y que hoy juntan polvo y humedad. Las vemos, cada tanto, si nos mudamos o si nos ponemos a hacer orden, y las volvemos a poner ahí, suponiendo que en algún momento se las mostraremos a alguien, nietos, lo que sea…
Pocas películas logran captar esa nostalgia incipiente por un pasado reciente como la saga «Toy Story», especialmente en su segunda y tercer parte, donde se decide a apostar por cierta melancolía, a riesgo de perder público infantil. Pixar se las arregla para crear acción y aventuras, y conformar a su público original, pero «Toy Story 3» tiene la complejidad, la tristeza y, a la vez, la excitación, del mejor cine de todos los tiempos, sin dejar de entregar felicidad cinematográfica a cada segundo.
Es una película placentera, gozosa y devastadora. No hay adulto que salga de verla sin lágrimas, lágrimas de felicidad pero también de emoción sincera, sentida. El tiempo de la historia, y los 15 años de la saga, se complementan y acrecientan. Hoy es la película la que me afecta, pero también las propias vivencias externas que la saga provocó. Cada una, en cierto modo, está ligada a una etapa muy distinta de mi historia personal. Y hoy, «Toy Story 3», es en cierto modo el cierre de esa etapa de infancias. La mía y la de ellos, la del VHS, la de «gudibaz», la de los muñequitos de la propia película que pululaban por la casa una década atrás.
De aquí en adelante la historia será diferente. Y ellos (los muñecos, los DVDs, todo el conjunto) nos estarán observando, extrañadísimos, pensando en que arcón irán a terminar. Y qué será de nuestras vidas.
Lerer, volvé a «Peacock». «Admin» es un bajón.
Tengo que estudiar más el WordPress. Me explicás como se cambia? Me da miedo tocar algo porque acá hay diseñadores y esas cosas…
Ahora lo logré. He vuelto a ser quien era. Albricias! Peacock es Admin. Admin soy yo. Yo soy el que escribe en este blog. Eso!