Diario de París: Día 2
Odio los jurados. Los odio. Ya escribí sobre este asunto en la anterior encarnación de este blog, pero volveré sobre el tema porque: a) algunos de los que están acá no me leían entonces. b) porque necesito descargar la bronca que me dejó la decisión. Hay algo inherente a los jurados que es muy difícil […]
Odio los jurados. Los odio. Ya escribí sobre este asunto en la anterior encarnación de este blog, pero volveré sobre el tema porque: a) algunos de los que están acá no me leían entonces. b) porque necesito descargar la bronca que me dejó la decisión.
Hay algo inherente a los jurados que es muy difícil de resolver. Pero este caso (el de myfrenchfilmsfestival.com) fue doblemente fastidioso. Lo complicado es que, como toda democracia, el que más votos tiene gana, y es así como generalmente el ganador es el filme que tiene mayor consenso entre los votantes. En ese sentido, el asunto es justo, de eso no hay dudas. El problema -en especial en los jurados que tienen que dar un solo premio- es que habitualmente las ganadoras de «consenso» no suelen ser las mejores películas, ni aún entre críticos. Son las que nadie odia, las que a todos les parece que están bien o más o menos bien, las que los votantes piensan que pueden sobrevivir con esa elección.
El problema es que esas suelen ser películas mediocres y en algunos casos directamente malas. No puedo decir qué película ganó ni cual perdió. Sólo diré que mi candidata fue finalista y que se quedó afuera mientras que otra película que no me gusta casi nada se llevó el premio. ¿Por qué? Si bien casi no hubo debate (siendo 20 personas se optó por votar dos veces, tipo ballotage entre las tres más votadas en primera vuelta), lo poco que se habló dejó en claro que la otra película tenía muchos rechazos y un grupito de fervientes admiradores, mientras que ganó un filme que a nadie le disgustó demasiado y que era amada exactamente por aquellos que despreciaban la que nos gustaba a nosotros.
¿Cuál es el problema de todo esto? En términos legales y democráticos, ninguno. En términos cinematográficos, no estoy tan seguro. Me parece que de esta manera cualquier película que propone algo arriesgado y fuera de los común tiene todas las de perder frente a un filme correcto. Me sorprende, por ejemplo, que haya ganado Apichatpong Weerasethakul en Cannes, por ejemplo, pero en esos casos hay una salvedad: al haber otros premios se puede repartir la cuestión y dejar más o menos contentos a todos.
En los jurados donde sólo uno gana, no es posible. Podés haberte quedado en la puerta, pero si no fuiste aceptado por la mayoría, chau. En este caso, y a falta de un debate algo más extenso que sirva para explayarse sobre las bondades y deficiencias de los filmes, a lo sumo lo que logramos el equipo de «los perdedores» fue pedir que el anuncio de los ganadores, que recién se hará en febrero, incluyera cuáles fueron las dos películas que quedaron en el segundo y tercer lugar. Películas que, en mi opinión, son mucho mejores que la ganadora.
En eso, y en tratar de aprovechar un fin de semana de rebajas en los locales de todo París, se me fue el sábado. No creo que les interese contar las compras que hice –sólo diré que se hace casi imposible entrar a locales, es como si todo Paris saliera a hacer compras y la zona de las Galerías Lafayette y los negocios de alrededor son un verdadero caos humano– y no puedo hablar mucho de las películas, así que mi Diario del día de ayer acaba pronto.
Un breve reconocimiento aquí a Karina Longworth (de Los Angeles Weekly) y a Boyd van Hoeij (Variety), dos del grupete de perdedores con quienes nos quedamos departiendo un buen rato luego de nuestra derrota electoral y masticando, literalmente, el fastidio del resultado. Gracias a personas como ellos –más jóvenes que yo, ambos– siento que la crítica todavía tiene futuro.
Nota: sepan disculpar las fotos algo genéricas, pero no puedo poner de ninguna película en competencia aquí, no saqué en la reunión del jurado tampoco, y menos en la caminata haciendo compras. Aunque con gusto le hubiera sacado una al iPad que no me compré.