El día cero de mi viaje a Berlín podría resumirlo con una sola palabra: dormí. Me sentaba en un avión, me dormía. Terminaba de comer, me dormía. Empezaba a ver una película, me dormía. Pasaba a otro avión, lo mismo. No hay mucho que contar de la experiencia de pasarse casi 20 horas en el mundo de Iberia salvo que les interese conocer detalles sobre la comida de avión o si había un bebé llorando un par de filas adelante.
Así que el Día 0 acabo allí. El Día 1 fue una corrida permanente y allí agradecí haber dormido tanto. Del aeropuerto al hotel, dejar las cosas y salir casi disparado a la conferencia de prensa de los Coen, llegar 20 minutos antes del comienzo para toparse con que está llena y no hay más lugar para nadie, pero luego terminar entrando por la «presión popular». Escuchar luego a los Coen, a Jeff Bridges, Hailee Steinfeld y Josh Brolin decir las cosas que tenían que decir de la película para luego salir, corriendo otra vez a ver SWANS, de Hugo Vieira da Silva (Portugal) y volver a correr a la sala de prensa a hacer mi envío al diario, terminar y meterme en otra película francesa –la que abrió Panorama, TOMBOY– para dar por finalizada la tarea a eso de las 23 y pasar por rato por la gala de apertura a almorzar y cenar al mismo tiempo.
Ahora bien, como mis corridas por el frío berlinés no le importan a nadie, vamos a las películas en cuestión. Pero antes, un comentario sobre la apertura. Si bien no fui (la película de los Coen ya la había visto), trascendió el tema de la carta que Jafar Panahi envió desde Irán y que Isabella Rossellini, la presidenta del jurado, leyó ante una conmovida audiencia en el Palast.
Acá está, en inglés, el texto completo de la carta de Panahi.
The world of a filmmaker is marked by the interplay between reality and dreams. The
filmmaker uses reality as his inspiration, paints it with the color of his imagination, and
creates a film that is a projection of his hopes and dreams.
The reality is I have been kept from making films for the past five years and am now
officially sentenced to be deprived of this right for another twenty years. But I know I will
keep on turning my dreams into films in my imagination. I admit as a socially conscious
filmmaker that I won’t be able to portray the daily problems and concerns of my people,
but I won’t deny myself dreaming that after twenty years all the problems will be gone and
I’ll be making films about the peace and prosperity in my country when I get a chance to
do so again.
The reality is they have deprived me of thinking and writing for twenty years, but they can
not keep me from dreaming that in twenty years inquisition and intimidation will be
replaced by freedom and free thinking.
They have deprived me of seeing the world for twenty years. I hope that when I am free, I
will be able to travel in a world without any geographic, ethnic, and ideological barriers,
where people live together freely and peacefully regardless of their beliefs and
convictions.
They have condemned me to twenty years of silence. Yet in my dreams, I scream for a
time when we can tolerate each other, respect each other’s opinions, and live for each
other.
Ultimately, the reality of my verdict is that I must spend six years in jail. I’ll live for the
next six years hoping that my dreams will become reality. I wish my fellow filmmakers in
every corner of the world would create such great films that by the time I leave the prison
I will be inspired to continue to live in the world they have dreamed of in their films.
So from now on, and for the next twenty years, I’m forced to be silent. I’m forced not to
be able to see, I’m forced not to be able to think, I’m forced not to be able to make films.
I submit to the reality of the captivity and the captors. I will look for the manifestation of
my dreams in your films, hoping to find in them what I have been deprived of.
Ahora bien, volviendo a las películas vistas, haré un breve resumen que no debería tomarse como crítica, ya que las condiciones de «visionado», con 20 horas de vuelo encima y jet-lag no son las mejores. Lo cierto es que SWANS me decepcionó bastante. Tiene un tempo igual de parsimonioso que BODY RICE, pero no consigue generar la misma intriga e interés a partir de una historia de padre e hijo que viajan a Alemania a visitar a una ex novia del padre (y madre del chico), que está internada con un cáncer que la tiene casi en estado comatoso. Bellamente filmada y con planos largos y elegantes, la película se pasa de morosa y no hay nada que sostenga ese tono excesivamente serio y formalista del asunto. Se ve bien, tiene su intriga, pero no se sostiene por dos horas. Ni por una…
TOMBOY es más amable y divertida, si se quiere. La película de la francesa Celina Sciamma se centra en una niña que parece niño y que se hace pasar por tal con los amigos del nuevo pueblo en el que viven. Entre sus relación con los chicos y la que tiene con su familia (en escenas que se roba la pequeñita que hace de su hermana), se va esta amable historia, pero no mucho más, sobre la identidad sexual infantil, que se maneja con sutileza y con bastante buen humor, pero que no consigue tampoco sorprender ni decir nada nuevo al respecto del tema que trata.
Mañana, dicen, será otro día. Hoy, ya, en realidad. Ya veremos…