Rotterdam 2011: «Finisterrae», de Sergio Caballero (España)

Rotterdam 2011: «Finisterrae», de Sergio Caballero (España)

por - Críticas
05 Feb, 2011 05:54 | 1 comentario

FINISTERRAE, de Sergio Caballero, una de las tres ganadoras de los Tiger Awards en Rotterdam, es una película inclasificable. Caballero, uno de los directores del Sónar, el festival «de música avanzada y arte multimedia» que se hace en Barcelona (y también en Galicia) ha creado un verdadero OVNI cinematográfico cuya mayor particularidad es la extraña […]

FINISTERRAE, de Sergio Caballero, una de las tres ganadoras de los Tiger Awards en Rotterdam, es una película inclasificable. Caballero, uno de los directores del Sónar, el festival «de música avanzada y arte multimedia» que se hace en Barcelona (y también en Galicia) ha creado un verdadero OVNI cinematográfico cuya mayor particularidad es la extraña y humorística forma de usar referencias muy claras y concretas.

Viéndola -algo que pude hacer ayer gracias al extraordinario sitio www.festivalscope.com-, uno puede notar todas las influencias y los modelos cinematográficos que Caballero toma a lo largo de esta aventura de dos fantasmas que recorren Galicia hablando en ruso, cruzando Santiago de Compostela y con destino a Finisterra porque allí fueron enviados por «el oráculo Garrel»: desde el cine del propio Garrel («La cicatriz interior» y una canción de Nico) al de Albert Serra (especialmente «Honor de Cavallería»), teñidos de un humor propio de Monty Python o de los mismísimos surrealistas. Uno podrá agregar nombres: Buñuel, Lars von Trier, Shrek, Tarkovsky, Eugene Green, El Señor de los Anillos, Bergman, el Movimiento Pánico (Jodorowsky, Arrabal, Topor) y un buen etcétera en el que entrarían diversas formas del videoarte, con aquella maravillosa película de Daft Punk, «Electroma», como clara referencia.

En ese cóctel que prepara Caballero hay, para mí, dos elementos esenciales que chocan entre sí creando un efecto de confusión aún mayor en el espectador. Por un lado, la película se maneja con la parsimoniosa belleza de cierto cine arte europeo, algo acrecentado por la hermosa fotografía de Eduard Grau («A Single Man», «Enterrado»). Y, por otro, la película rompe esa sobriedad con brotes de humor delirantes que no estarían fuera de lugar en el programa de Capusotto. Si bien por momentos tiene chistes puntuales con referencias culturales específicas, no da la impresión que Caballero busque parodiar ese género o sobrarlo. Más bien se trata de una intento por bajarle unos puntos a cierta pomposidad en la que algunos cineastas suelen caer y aprovechar algunos espacios para el humor. Algo que Serra también hace, pero que Caballero torna más evidente y directo.

Estamos aquí otra vez ante dos personajes que recorren una campiña conversando entre sí. La diferencia es que estos tienen una sábana de fantasma clásica y que hablan en ruso, tienen un solo caballo (que cada tanto se transforma en un muñeco) y se cruzan -y mantienen diálogos- con una extravagante mujer («la hippie»), otro fantasma sexy (el momento David Lynch de la película) y conversan como si nada con diversos animales: ranas, pajaritos, ciervos, etc, etc.

Por momentos, Caballero cae en la estética del sketch, lo que complica un poco la experiencia de apreciar el filme visualmente, ya que el espectador está esperando cada dos minutos alguna aparición fuera de lo común en medio del plano más bucólico con los dos fantasmas recorriendo Galicia. De cualquier manera, eso no impide poder apreciar lo que el filme va construyendo adentro de esa caja de sorpresas, que incluye además temas de Suicide y otros clásicos, casi pegados entre sí.

Uno podría decir que es una parodia respetuosa, pero no estaría del todo en lo cierto, porque no llega a ser parodia ni tampoco se la puede tildar de «respetuosa». FINISTERRAE se parece más a la apropiación de una estética (de una serie de estéticas) en pos de un viaje en el que reina el sinsentido. De hecho, sabiendo que la película se filmó sin guión y sin diálogos (a los fantasmas no se les ve la boca, claro, y sus voces son «en off» en cierto punto), y que «la historia» se construyó luego, da aún más la impresión de tratarse de un juego cercano al absurdo, manejado con desparpajo y libertad, pero sin ponerse «por encima» de la situación que retrata.

Imagino que, salvo que la película sea odiada por alguno de los programadores por esta fina línea que recorre (a algunos podrá parecerles una broma tonta y listo), tendremos FINISTERRAE en el BAFICI. Es el tipo de película que despierta amores y odios. Estarán los que a los diez minutos se vayan de la sala. Y los que se queden fanatizados y, poco después, se los vea por el Abasto intentando tener algún diálogo con animales domésticos…