Diario de 48 horas en Río de Janeiro o «El misterio del press junket»

Diario de 48 horas en Río de Janeiro o «El misterio del press junket»

por - Críticas
24 Mar, 2011 07:56 | comentarios

«¡Qué bien la pasan ustedes!», es el comentario que uno habitualmente recibe cuando comenta que se va a hacer unas entrevistas a algún lugar del mundo. La imagen es la siguiente: el periodista llega, lo tratan a cuerpo de rey, va de turismo, o a la playa, almuerza y cena gratis, se pasa varios días […]

«¡Qué bien la pasan ustedes!», es el comentario que uno habitualmente recibe cuando comenta que se va a hacer unas entrevistas a algún lugar del mundo. La imagen es la siguiente: el periodista llega, lo tratan a cuerpo de rey, va de turismo, o a la playa, almuerza y cena gratis, se pasa varios días paseando y sin hacer nada con todo gratis y, como toda contraprestación, tiene que hacer una entrevista, digamos, de media hora.

Si bien, convengamos, hay peores trabajos en el mundo que ser un periodista de espectáculos que hace el «circuito de los press junkets» (hay quienes lo hacen casi todo el año, no es mi caso), no suele ser tan ideal como muchos lo imaginan. Sí, muchas veces uno para en buenos hoteles y con comidas pagas, pero raramente los «placeres» exceden eso. El resto, en la mayoría de los casos, es viajar en avión diez, doce, quince horas, llegar a un lugar, ver una película con tremendo jet lag, dormir, levantarse, hacer cuatro horas de entrevistas, a lo sumo tener un rato para dar una vuelta, acostarse y a la mañana siguiente estar volando otras 15 horas, para llegar -diferencia horaria mediante, si uno va a Los Angeles, por ejemplo- al otro día a Buenos Aires con tiempo de darse una ducha, dejar las cosas e irse a la redacción.

Hay muchos «press junkets» (por algún motivo el término me suena a «basurero de prensa», ya que viene de la palabra «junk», pero me aseguran que es más tipo «canasto», «paquete») diferentes y cada uno tiene su especificidad, como también hay distintos tipos de periodistas que se integran a estas modalidades. Digo, para resumir: los que participan ocasional y/o casualmente y los que son, en cierta manera, parte del sistema promocional de los estudios.

Como este post no va a dar para ser un recorrido exhaustivo por el misterioso mundo de los junkets de prensa, les voy a contar brevemente mi experiencia y mi paso por Brasil, que duró 40 horas, 48 si se cuentan los vuelos.

Si mal no recuerdo mi primer «press junket» fue el de la película FILADELFIA, allá por 1993. Fue en Los Angeles, yo recién empezaba en Clarín, tenía 24/25 años, una fascinación mucho mayor que la actual por los «famosos» del cine (en este caso eran Tom Hanks, Denzel Washington y Jonathan Demme) y todo me maravillaba. Durante esa década hice bastantes viajes de este tipo, la mayoría a Los Angeles, pero también algunos otros a Miami, Nueva York, San Francisco y unos pocos a Europa. El cambio económico nos favorecía y si bien uno se pasaba apenas 36/48 horas en Los Angeles todavía le encontraba su lado mágico al asunto.

Claro que con el tiempo el asunto empieza a cansar. Viajar 15 horas, quedarse 36, volver otras 15, seguir trabajando al llegar. Tener que hacer decenas de entrevistas breves y muchas de ellas inservibles a lo largo de horas y horas. Ver como cada vez la disponibilidad de los «talentos» es menor: las entrevistas de media hora se redujeron a 15 minutos, los entrevistados a la prensa gráfica le suelen venir de a pares (y muchas veces con tantas ganas de ser entrevistados como de agarrarse los dedos contra una puerta) y las grandes estrellas muchas veces sólo dan conferencias de prensa anodinas como pocas.

Y ni hablar de la jungla de colegas que muchas veces parecen fans con credenciales dispuestos a hacer las preguntas más idiotas posibles sólo para estar cerca de los famosos, situación que suele terminar en un pedido de foto, de autógrafo o algo por el estilo.

Habré hecho cerca de 30 «press junkets» en esa época, a razón de cuatro por año, más o menos. ¿Por qué los hacía si me eran insoportables? Por un lado, para comprar discos y películas que en esa época estaban baratos. Si tenía unas horas en el programita de actividades me escapaba a un Tower Records o a un Virgin Megastore y gastaba algunos dólares allí. También juntaba millas, algo que después podía usar para mi gusto. Las entrevistas solían ser anodinas, pero con el tiempo empecé a elegir qué hacer y viajar por películas y actores que me podían resultar interesantes. Pero de a poco me fui agotando y un día casi dejé de hacerlos.

En la última década habré hecho unos 5 o 6, no más. Preferí centrar mis viajes en festivales de cine, más interesantes en todo sentido: como experiencia personal y cinematográfica, como sensación de ser uno un poco más libre de sus tiempos y movimientos. Y abandoné la maquinita de ser parte de la promoción cinematográfica más obvia.

Ahora bien, ir a cuatro o cinco festivales al año tiene sus consecuencias. A diferencia de los junkets, que durán tres o cuatro días, los festivales van de diez a doce, lo cual te deja viviendo en hoteles casi dos meses por año. La carga laboral es aun más intensa: escribir todos los días, ver películas por obligación y no por elección, empezar a perder la paciencia y las ganas de ver cine por momentos. De cualquier manera, si uno no exagera, sigue siendo una gran experiencia. Agotadora y muchas veces frustrante, pero rica en casi todos los sentidos.

Pero un junket, de vez en cuando, es casi un reposo comparado con el ritmo de un festival. Sí, uno trabaja y casi no tiene tiempo para descansar. Pero no tiene que escribir en el momento y puede tener algún rato libre comparado con el ínfimo tiempo que te dejan los festivales internacionales, donde el concepto de almuerzo pasa a ser un misterio, al menos en mi caso.

Un poco por eso y un poco porque ninguna otra persona del diario podía, decidí ir a Rio de Janeiro por menos de 48 horas a hacer notas de RIO, una película de animación, género que -salvo excepciones contadìsimas- no me apasiona demasiado. Era corto el vuelo, no me complicaba demasiado otras tareas y la presencia de varios actores y músicos me parecía interesante: Anne Hathaway, Jesse Eisenberg, Jamie Foxx, will.i.am, Jemaine Clement, Rodrigo Santoro y músicos brasileños como Sergio Mendes, Bebel Gilberto y Carlinhos Brown, entre otros.

El recorrido fue bastante agotador. Yendo de un lado a otro de la ciudad, bajo la lluvia y en un tráfico infernal, en una van como de estudiantes yendo a la escuela, fuimos de conferencia de prensa a proyección, de entrevistas a un brevísimo concierto con las figuras, con apenas unas horas para almorzar y no mucho más. ¿Qué vi de Rio de Janeiro? Nada más que las dos calles que iban de mi hotel al hotel donde se hacían las entrevistas, y los diversos caminos que se le ocurrían al chofer de la van para ir desde Copacabana a Lagoa, donde fue la proyección, la conferencia y el concierto. Ya había estado antes en la ciudad, por lo que tampoco me preocupé en hacer turismo a las corridas.

Las entrevistas tampoco fueron el colmo de lo satisfactorias. Los actores que participan en películas animadas no están tan involucrados en ellas como en las películas comunes, y de hecho muchos que «actúan juntos» en el filme, recién se conocen en los encuentros de prensa. Lo cual genera que las entrevistas pocas veces se escapen al lugar común y tanto los periodistas como los «talentos» lo saben… Pero también hay gente con buena onda y predisposición que sacan adelante la situación y la transforman en una experiencia pasable.

Por el horario en el que tuve que sacar los vuelos apenas si pude dormir y Buenos Aires me recibió con lluvia y con la noticia de la muerte de Elizabeth Taylor, por lo que sabía que me esperaba un dìa de temer. Puedo contar que estuve sentado al lado de Anne Hathaway y que charlé con mi admirado Clement, mitad de la dupla de Flight of the Conchords. Pero no mucho más que eso.

Los viajes de prensa que tanta envidia y fascinación causan en muchas personas no son otra cosa que un trabajo más en el marco de una maquinaria, de un sistema de promoción cinematográfica que necesita hacer girar una pesada rueda semana tras semana. Repito, no es lo peor que le puede pasar a un ser humano y no quiero con esto quejarme de «tener» que viajar a entrevistar a actores y directores. Digo, y muchos colegas pueden atestiguarlo, que es mucho menos divertido y fascinante de lo que suena. Salvo que al lector le alcance y sobre con la idea de poder hacerle una pregunta a Jesse Eisenberg y encontrarse con un «No» como toda respuesta.

A mí no me termina de cerrar. Seguiré, de tanto en tanto, yendo a «press junkets» porque en el fondo cada tanto está bueno sacar la cabeza de la rutina cotidiana porteña, aunque sea para trabajar en otro lugar, otro ambiente, aunque el horario laboral afuera no tenga límites y uno pueda empezar, como me pasó a mí el martes, a las 8 de la mañana para terminar pasada la medianoche.

Sé que con esto no voy a convencer a nadie. Sé que todos me miran con cara de ser la persona más afortunada del mundo por haber pisado Río de Janeiro por casi dos días para trabajar. Y no voy a contradecir a nadie: es mejor que la gran mayoría de los trabajos. Ahora, de algo sí estoy seguro y se lo discuto a quien sea; no son vacaciones, nunca lo fueron, nunca lo serán, Bah, salvo que al terminar el asunto uno desaparezca del vuelo de regreso y haya que ir a encontrarlo al carnaval de Bahía. Ahí sí es otra cosa. Si lo hago, les cuento… Bah, tal vez no.