Crítica extendida de «El hombre que podía recordar sus vidas pasadas – Uncle Boonmee», de Apichatpong Weerasethakul

Crítica extendida de «El hombre que podía recordar sus vidas pasadas – Uncle Boonmee», de Apichatpong Weerasethakul

por - Críticas
23 Abr, 2011 03:21 | Sin comentarios

¿Porqué te dejaste crecer tanto el cabello?”, le dice la tía Jen a Boonsang, cuando lo ve aparecer y sentarse en la mesa del patio junto al resto de la familia. La conversación, que podría tener lugar en las circunstancias más comunes, es entre una señora mayor y un hombre joven que ha vuelto a […]

¿Porqué te dejaste crecer tanto el cabello?”, le dice la tía Jen a Boonsang, cuando lo ve aparecer y sentarse en la mesa del patio junto al resto de la familia. La conversación, que podría tener lugar en las circunstancias más comunes, es entre una señora mayor y un hombre joven que ha vuelto a su casa, luego de estar desaparecido durante varios años. El tema es que Boonsang regresa convertido en una suerte de mítica criatura, peluda como un mono y con ojos brillantes y colorados, pero eso no parece inquietar demasiado a Jen ni a su cuñado, Boonme.

El “mono fantasma” (así se hacen llamar estas criaturas, que habitan en lo profundo del bosque y con las que Boonsang se ha quedado a vivir hasta transformarse en una de ellas) no es la primera visita que reciben el enfermo Boonmee (que sufre un muy severo problema renal), su cuñada y su sobrino. Un rato antes se había sentado a la misma mesa Huay, la esposa de Boonmee, que ha muerto hace 19 años y se ha materializado allí, un fantasma hecho y derecho. Más allá de la discreta sorpresa de los otros, la conversación prosigue como si nada raro hubiese pasado. Sólo falta el mate para irse pasando.

Esta suerte de extraño reencuentro familiar en lo que parecen ser los últimos días de vida de Boonmee (también hay un inmigrante laosiano, que lo ayuda al tío con su diálisis) ocupa buena parte del metraje de “El hombre que podía recordar sus vidas pasadas” y pone sobre la mesa las cartas con las que se maneja Apichatpong Weerasethakul en éste, su filme ganador de la Palma de Oro, y el más accesible de toda su extraordinaria carrera.

Aquí, realidad y fantasía se mezclan, el mundo de los humanos, el de los seres que habitan los bosques y el que se mueve en el “más allá” pertenecen a un mismo tiempo y espacio que no es el tiempo y espacio que manejamos habitualmente, y mucho menos el cinematográfico, ya que a Weerasethakul le importan muy poco conceptos como causa y efecto a la hora de pintar sus universos.

Pintar, uno dice, porque más que contar, que narrar, el director de Tropical Malady describe un universo, invita a los espectadores a sentirse cómodos dentro de él (lo que lo diferencia de David Lynch, para quien el mundo surreal de sueños y pesadillas siempre tiene un costado siniestro) y lo hace convivir con sus criaturas como si fueran vecinos de toda la vida. A mitad de la película, el director desvía su ruta para contar un cuento de princesas y peces parlantes que parece nada tener que ver con la narración central, pero cuyos ecos repercutirán a lo largo del relato.

Hay, dentro del universo de Uncle Boonmee, una dimensión política (el tío sufre por los asesinatos que debió cometer durante la guerra contra los comunistas), otra social (la relación entre tailandeses y sus vecinos de Laos) y, fundamentalmente, una familiar, con la muerte, la resurrección, los arrepentimientos del pasado y la eternidad del amor como temas disimuladamente desarrollados a lo largo del filme.

Dejarse llevar por esta historia es entrar en sintonía con esa forma de ver el mundo, salir al menos por un rato de la prisión de la narrativa y la pereza de la lógica para adentrarse en un territorio donde lo desconocido se sienta en la mesa y nos invita a compartir anécdotas; un mundo donde la comedia y el misterio se mezclan sin hacer escándalo y donde un par de ojos rojos nos miran desde el fondo del bosque, pero no para asustarnos, sino para tomarnos de la mano y decirnos que, aquí, allá o en cualquier otro lado, todo va a estar bien, muy bien.