Películas como las de antes…
Me tocó esta semana escribir sobre dos estrenos como RAPIDOS Y FURIOSOS 5 (Fast Five) y CULPABLE O INOCENTE (The Lincoln Lawyer) y me di cuenta, al cortar los textos y editarlos que, básicamente, había escrito lo mismo. No se trata de un error ni de que esté tan quemado (lo estoy, pero no tanto), […]
Me tocó esta semana escribir sobre dos estrenos como RAPIDOS Y FURIOSOS 5 (Fast Five) y CULPABLE O INOCENTE (The Lincoln Lawyer) y me di cuenta, al cortar los textos y editarlos que, básicamente, había escrito lo mismo. No se trata de un error ni de que esté tan quemado (lo estoy, pero no tanto), sólo que releyéndolas noté que lo que había apreciado y celebrado en ambas películas era lo mismo: que, de alguna manera, ambas me retrotraían a los años ’70 o los ’80. Y que, más allá de sus cualidades específicas, había algo en ese que me atraía mucho.
No me considero un nostálgico ni soy de andar llorando por los pasillos diciendo que todo tiempo pasado cinematográfico fue mejor. Al contrario, todavía tengo el interés por descubrir cosas y me da siempre la impresión que el cine es un arte moldeable, cambiable, modificable, y que tratar de cerrar un ciclo clásico antes de haber llegado al siglo de existencia es no darle tiempo a desarrollarse, a mutar, a innovar.
De cualquier manera, me pasó. Veía RAPIDOS Y FURIOSOS 5 y pensaba: ¿por qué ya casi no se hacen películas así? Más allá de los efectos especiales (que los hay, pero que son mucho más discretos que los de otros tanques de taquilla), la película me hacía recordar ciertos filmes de suspenso y acción de los años 70, y sus escenas de persecución pueden ser comparables a CONTACTO EN FRANCIA y BULLITT, si bien su trama es mucho menos compleja y rica en matices. Si les parece excesiva la comparación, hagámosla con cualquier película oscura de clase B, de esas que tanto admira y rescata Tarantino, pero hecha aquí con un presupuesto de Clase A.
Dinero y efectos puestos al servicio de la acción, del movimiento, del entretenimiento, y no del lucimiento por sí mismos. Da la impresión (viendo THOR, por ejemplo), que los especialistas en efectos han pasado a ser los verdaderos directores de las películas, mientras que los realizadores se dedican a poner a unos actores delante de pantallas verdes tratando de que no molesten demasiado. Gran parte de los «tanques» contemporáneos se regodean en el efecto por sí mismo, en el exceso de un 3D que si bien da profundidad y riqueza al cuadro le quita peso específico a las cosas, como si funcionara (todavía) en un mundo sin demasiada gravedad, en el que nada duele ni lastima.
RAPIDOS Y FURIOSOS 5 es en 2D, los efectos están puestos para que no se vean, y si bien la historia no reluce por su originalidad y los actores son más bien «de caucho», Justin Lin, el director, construye una narración económica pero lo suficientemente sólida como para que el asunto no quede en una mera sucesión de carreras de autos, algo que sí me pasó con la anterior, que también dirigió él.
Son pocos los realizadores a los que he visto manejarse en el terreno de los efectos especiales (y en 3D) dotando a sus filmes de una cierta plausibilidad. Tengo la sensación que lo posible puede ser enemigo de lo necesario, y que estamos en un momento de «gula» por el efecto en sí mismo, gula que termina por llenarnos, por hastiarnos, por darnos ganas de volver a ver filmes que tal vez diez años atrás hubiéramos pasado por alto. Estoy seguro que RAPIDOS Y FURIOSOS 5 no me habría impactado tanto a mediados de los ’90, tal vez, donde todavía había ciertas películas (digamos, los DURO DE MATAR o ARMA MORTAL) en las que todavía existía una cierta plausibilidad en el efecto.
Ahora que todo es posible, da la sensación de que nada es interesante, que nada sorprende. Pero es cierto, tal vez sea un prejuicio mío, de alguien que creció con efectos más sencillos, miniaturas, modelos y que no termina de acostumbrarse a este terreno entre la acción y la animación en el que parecen moverse muchas de las nuevas películas de acción en 3D.
El caso de CULPABLE O INOCENTE es diferente, pero tiene puntos en común. Al verla también sentí que añoraba hasta los thrillers sobre novelas que John Grisham que eran populares en los ’90, o todos esos policiales de abogados de los que hemos visto miles en los ’80 (pongan la filmografía de Richard Gere, Michael Douglas o William Hurt y seguro que salen varios), sumado a un cierto tono «noir» más propio de los ’40 y ’50.
De vuelta, no puedo decir que se trata de una gran película, pero sí que me hizo revalorizar cierto cine que antes era el pan de cada semana y del que ahora cada vez queda menos. En el caso del thriller judicial, porque pasó a ser controlado por las series de TV, porque se considera que el público para ese tipo de películas ya las ve en su casa, y no tienen los suficientes actractivos visuales para llegar al cine, o porque las que se hacen, muchas veces, son flojísimas.
No es más que un thriller legal con una serie de vueltas de tuerca, pero se toma su tiempo para desarrollar personajes, para generar una relación con/entre el protagonista y sus pares (su ex mujer Marisa Tomei, su amigo y colaborador William H. Macy) y para construir más un mundo alrededor de esos personajes que ponerlos a merced de la trama (que tampoco es tan impresionante). Da casi la impresión de ser el capítulo presentación de una saga de películas con ese abogado como protagonista (de hecho, Michael Connelly hizo ya cuatro novelas con él) y el realizador Brad Furman se toma su tiempo (a lo Eastwood o Lumet) para llevar las cosas hacia adelante.
Como RAPIDOS Y FURIOSOS 5, la película no es un descubrimiento ni está exenta de errores. Hay momentos bastante flojos en CULPABLE O INOCENTE y no llega a la altura de sus maestros, pero uno tampoco estoy describiendo un clásico. Más bien está intentando mostrar la ausencia de esas «películas medianas» que antes (no taaanto antes) eran muy convocantes en los cines. Hoy todo parece pasar por la gran superproducción, la comedia, la película para los premios Oscars, la película indie y la «extranjera» que se cuela de tanto en tanto. Pero faltan los «programmers», como los llamaban hace décadas en Hollywood a esas películas que servían para que un estudio completara una pauta anual de producción. La historia del cine demostró que esos «programmers», esas películas chicas, medianas y sin demasiadas pretensiones, terminaron siendo clásicos del cine.
Tal vez RAPIDOS Y FURIOSOS 5 no sea tan chica como para llamarla un «clase B». Pero al lado de los supertanques que se vienen de acá a agosto, sí parece una película pequeña, que mantenía bajo perfil al lado de las otras. El enorme arranque que tuvo en los Estados Unidos y que está confirmando en todo el mundo, tal vez sea una señal que, más allá del encantamiento y la fascinación que generan los superhéroes y los efectos especiales, sigue habiendo un público que quiere ver una buena persecución, una pelea a piñas, el clásico «testigo sorpresa» o un buen alegato de un abogado chanta. Pequeños placeres, no hay dudas, pero de los que no abundan últimamente.
Te parece? «A lo Eastwood o lo Lumet»? La peli está bien pero yastá hasta ahí nomás.
Es la influencia, me parece. Obvio que no está en ese nivel, pero me parece que recorre ese camino, sigue esa idea cinematográfica de dar tiempo y desarrollo a personajes secundarios, airear la trama, no meterse adentro de ella como si fuera una aspiradora.
A mí me gustó mucho la película… tal vez porque no esperaba nada!
Comparto la idea, Diego. Creo que esas películas que año tras año llegan silbando bajito -pienso en Vampiros de día o Papá por accidente en 2010; Star Trek o Marley y yo en 2009- son las que evitan que el cine se transforme en un fenómeno circense. Lástima que el 19 llega Johnny y barre con todo. Saludos, E.