Ficciones de lo irreal: «8 minutos antes de morir» y «Los agentes del destino»
Ya se hablaba del tema el año pasado, cuando películas como AVATAR, EL ORIGEN, LA ISLA SINIESTRA y otras abrían el terreno a la discusión sobre el cine y las realidades virtuales. Un debate que lleva a pensar de lleno en la relación del espectador con la experiencia cinematográfica. Ahora se suman, una semana después […]
Ya se hablaba del tema el año pasado, cuando películas como AVATAR, EL ORIGEN, LA ISLA SINIESTRA y otras abrían el terreno a la discusión sobre el cine y las realidades virtuales. Un debate que lleva a pensar de lleno en la relación del espectador con la experiencia cinematográfica. Ahora se suman, una semana después de otra, LOS AGENTES DEL DESTINO y 8 MINUTOS ANTES DE MORIR, dos películas en las que se vuelven a plantear, de maneras diferentes, esos temas.
En el caso de LOS AGENTES DEL DESTINO (The Adjustment Bureau) no aparece tanto esa especie de tercera persona del relato que sí existe en filmes como AVATAR, EL ORIGEN y 8 MINUTOS… (y cuya matriz reciente es… MATRIX), pero se retoma la idea de que «el mundo no es tal como lo vemos», que bajo la apariencia de «lo real» existen otros universos: paralelos, imaginarios, virtuales, etc. En cierto sentido, el filme con Matt Damon se ve enfrentado a una situación más difícil y es al que más le cuesta funcionar: no crea sus propias reglas, sino que intenta combinar las «reglas» de cierto «realismo de género» cinematográfico (un candidato político, un romance, etc.) con el paralelo universo de ciencia ficción, Philip K. Dick, hombres de sombrero que pueden alterar el universo, etc.
En casi todas las películas que se citan, existe un elemento romántico que marca a fuego la acción. Es una mujer, la posibilidad de un romance, la que lleva a los protagonistas a actuar para torcer esas circunstancias fantásticas en las que se ven involucrados. En LOS AGENTES… ese elemento está, funciona, pero no termina de cuajar del todo con el simplismo de la combinación entre géneros.
Uno podría decir que 8 MINUTOS ANTES DE MORIR (Source Code), de Duncan Jones, también trafica en esa combinación realismo + ciencia ficción, pero el realizador deja más en claro ya de entrada que el universo que presenta está decididamente corrido hacia el género fantástico. El filme propone algo similar a LOS AGENTES… respecto a la idea de modificar el destino, de entrar a mundos que no son reales (si bien en este caso, como en AVATAR y EL ORIGEN suceden en la mente y no en «el mundo real»), pero ya de entrada se planta en una zona donde «todo puede suceder».
8 MINUTOS… y LOS AGENTES…, a diferencia de EL ORIGEN, no pierden demasiado tiempo en detallar su complejo sistema de universos paralelos. Lo largan en breves explicaciones, confían en la inteligencia del espectador, y siguen con la narración. Solo que, digamos, al menos por lo que se ve en el filme, la trama de 8 MINUTOS… tiene más elementos de interés que la otra, que se lee bien escrita por Dick, pero que Nolfi transforma en otra cosa, radicalmente distinta (tómense el trabajo de leer el cuento de Dick, que es breve y no tiene nada que ver con la película).
El elemento que, al menos a mí, me interesa analizar en 8 MINUTOS… (y que el otro filme no tiene) es el de la relación de la narración cinematográfica con la experiencia del espectador. Todos estos «cuentos» están «contados» por un ser que, por diferentes motivos, está fijo en un lugar y vivencia, él mismo y nosotros (por «interpósita persona») lo que les pasa. En AVATAR Jake está en una camilla enchufado y el que entra en acción es su «avatar». En EL ORIGEN, todo lo que sucede le sucede a gente sentada y conectada a cables. Acá, lo mismo… ¿A qué se debe esa «moda»? ¿Esa necesidad de que el espectador no experimente la conexión cinematográfica de manera directa (bah, siempre hay una tercera persona, uno vivencia a través de un protagonista), sino que hay un nivel extra de «virtualidad» que nos ubica un paso más «atrás» en relación a la acción propiamente dicha?
Es, en cierto sentido, contradictorio. Si lo que se intenta es, en los últimos tiempos y gracias al 3D, hacer que el espectador «se meta» adentro de las películas, estos mecanismos casi brechtianos de distancia emocional/narrativa funcionan en contra de lo que se proponen. No estamos ahí, ni siquiera nuestro «héroe» está ahí. Hay un otro, un tercero, que se comunica con nosotros a través de un intermediario. Cercanía emocional: cero. A la vez, uno podría pensar que esa «distancia» hace falta para que los espectadores, limitados en su experiencia al mundo real, necesiten una tercerización, un narrador, para que ese mundo mágico y fantástico se le haga un poco más creíble y realista. Simplifiquemos: ahora la ciencia ficción no es algo que vemos, es algo que un protagonista imagina.
Por otro lado, uno podría relacionarlo con el furor de las redes sociales y con esta virtualización, este «avatarismo» del mundo real. La idea de que los espectadores se van acostumbrando cada vez más a conectarse a otros a través de redes sociales (fakes, avatares, mundos virtuales que se crean y que no existen en la realidad pero sí tienen «entidad propia») está metida cada vez más en la experiencia de los espectadores de cine al punto que el cierre de una de las películas más debatidas y valoradas en los últimos tiempos como RED SOCIAL, era alguien apretando un F5 en una computadora como si eso fuera un lenguaje universal entendible por todo el mundo…
Tercerizados del primer mundo (nada que ver con los tercerizados sindicales de aquí), el cine trata de empatar la experiencia del mundo real desde la pantalla. Queremos estar cerca, pero a una distancia que nos proteja de los peligros reales. Queremos vivir experiencias fuertes, pero con la seguridad de que todo podrá volver a la normalidad cuando termine, y que en el peor de los casos se puede borrar con un delete que no tiene que ser mental (lo que antes era una lobotomía hoy es un envío a papelera de reciclaje). Queremos impacto, pero límites.
De hecho, esto es parte de la historia del cine y en ese sentido nada ha cambiado. El mundo del cine siempre lo vivimos con el reaseguro del THE END y la «tranquilidad» de que todos los peligros y males de este mundo en un momento concluían para darnos salida al mundo real. Esta no es más que una versión hipersofisticada y 2.0 de la misma lógica.