El cine supermercado: una política de marcas
Una de las cosas que más parece molestar y aterrar a los críticos de cine -entre los que me incluyo- es la primacía y el dominio de las secuelas, precuelas, reboots, adaptaciones y otras yerbas que, invariablemente, consiguen dominar las taquillas en todo el mundo, con la consiguiente inundación de salas y la falta de […]
Una de las cosas que más parece molestar y aterrar a los críticos de cine -entre los que me incluyo- es la primacía y el dominio de las secuelas, precuelas, reboots, adaptaciones y otras yerbas que, invariablemente, consiguen dominar las taquillas en todo el mundo, con la consiguiente inundación de salas y la falta de espacio para otro tipo de películas, especialmente las argentinas. Ya se ha hablado mucho del tema del límite de copias a los estrenos extranjeros y hasta de pagar un canon por una cantidad mayor de X copias para una película. Habría que ver cómo se implementa (y si se cumple, no creo que muchos se pongan a revisar los cheques de Warner al INCAA, digamos, como no muchos calculan si la cuota de pantalla realmente se cumple), pero suena como una idea potable. Pero atención: si las copias se limitan, se limitan también los ingresos del INCAA ya que buena parte del fondo de fomento para la producción sale de toda la gente que ve CARS y HARRY POTTER, no olvidemos. El asunto no es tan fácil como sumar dos más dos….
Ahora bien, el tema de este post no es ese (para un buen análisis sobre ese tema pueden ir a la columna de Sergio Wolf en OtrosCines.com) sino el del dominio de las marcas en el cine. Ya escribí sobre este tema antes, pero un hecho reciente me hizo volver sobre él: el relativo fracaso de COWBOYS & ALIENS y los exitosos estrenos de EL PLANETA DE LOS SIMIOS (R)EVOLUCION y LOS PITUFOS. No voy a hablar de la calidad de las películas, pero tengo la impresión de que gran parte del éxito de unas sobre la otra tiene que ver con la presencia de títulos conocidos (el de una saga con más de 40 años de historia y un comic/dibujo animado), frente a otro que, si bien es claro y conciso como concepto, no tiene precedentes específicos.
Si uno ve (R)EVOLUCION, más allá de referencias específicas para conocedores de la saga (que podrían no estar y no cambiaría casi nada), la película podría llamarse LLEGARON LOS MONOS y listo. Y, seguramente, no tendría ni el 50% del éxito. El asunto aquí parece estar en la ubicación de MARCAS conocidas -con sus variaciones- en el mercado frente a productos nuevos. Uno tiene la impresión que el universo del entretenimiento en todas sus variantes (cine, teatro, TV, Internet, música, danza, etc, etc) ha crecido en término de productos de manera tan exponencial que la única forma de llamar la atención del «comprador» es a través de «ir a lo probado, a lo seguro».
Así como acá me refiero a cine podría hacer lo mismo con otras áreas (sólo miren la lista de shows musicales en la Argentina de acá a marzo de 2012), y acaso el único formato que se mantiene más abierto a la novedad es la televisión. Pero el proceso allí es distinto: la fidelización a una marca se puede producir a lo largo del tiempo y luego recuperar fácilmente vía cable o Internet. Si te enterás de que una serie es buena en la tercera temporada, no cuesta mucho recuperar lo que se perdió. MAD MEN y BREAKING BAD son casos así… Ahora, ya instalado, MAD MEN es marca. Y, por otro lado, probar algo nuevo no demanda ni dinero (está en la tele, el cable o en la red) ni mucho tiempo (ves dos episodios de 22 minutos de una sitcom y ya sabés si tenés ganas de seguir o no). Ir al cine, sí.
El problema es que pocas veces el éxito está en relación con el producto. Un título original como SUPER 8 no puede competir con PIRATAS DEL CARIBE 4, pese a ser 20 veces mejor película. THOR y CAPITAN AMERICA funcionan más o menos bien porque tienen un «público cautivo», más allá de que las películas no superen la medianía. Uno podría decir que con Woody Allen pasa lo mismo: uno ya sabe, más o menos, con lo que se va a encontrar. Y va a enfrentarse a esa confirmación.
Como ya dije, la idea aquí no es confrontar «tanques» con «cine argentino», ni siquiera «Hollywood» versus «indies». Esos son debates válidos, pero que no tienen solución posible o aparente, salvo excepciones aisladas. El conflicto es cuando no parece ser posible estrenar nada, dentro de las películas grandes, que no tenga un número atrás (y no me refiero a SUPER 8, je!), lo cual limita las posibilidades creativas y la variedad de productos. Se sabe que, en función de estas circunstancias, lo que muchos cineastas consagrados han hecho (apoyados por los estudios) es entrar a ese sistema y poner su «gancho». Así que ahora tenemos a David Fincher haciendo una remake de una adaptación de THE GIRL WITH THE DRAGON TATOO, y a Steven Spielberg haciendo LAS AVENTURAS DE TINTIN, y así…
En este Top Ten anual de 2011 aparece sólo una película «original» y es BRIDESMAIDS, a la que también podríamos considerar un producto derivado de las estrellas femeninas de SATURDAY NIGHT LIVE. Salvo las películas infantiles (donde reina a veces el estudio, o la publicidad de los canales asociados a las productoras, o la necesidad de llevar a los chicos a ver… algo), las que apuntan de 13 años para arriba no salen del combo «adaptación/secuela/precuela/reboot». Si lo comparamos con el 2010, había 4 películas «originales» sobre 10. Si vamos a 2009, nos encontramos con otras cuatro. En 2008, también. En 2011 hay UNA.
Es cierto que faltan varios meses y que en la temporada de fin de año siempre aparece algún título original. Pero lo cierto es que la tendencia, y los últimos intentos en salir de ese ciclo (SUPER 8 funcionó en EE.UU. porque es barata, pero en el resto del mundo todavía está lejos de… THOR: 200 vs 450 millones de dólares) y no han funcionado del todo bien. Lo cual nos deja en el dominio de las marcas, de la nostalgia, del «más vale malo conocido…» y del marketing «padres + hijos» (funciona tanto para CAPITAN AMERICA como para LOS PITUFOS) de acá al futuro. Más allá de las excelentes películas que se puedan hacer con esas marcas, el universo creativo se limita, se recicla, se muerde la cola permanentemente. Que la opción, en tiempos de expansión creativa y de vías de comunicación, sea ir a lo seguro y probado, si bien puede ser entendible, es bastante desesperanzador.
Cuanta razón y sabiduría hay en esta nota. Igualmente el problema no es que película se ve más, sino que películas se dejan de hacer… O parecido, cuáles películas ya no llegan a nuestros cines…