De críticos y festivales de cine

De críticos y festivales de cine

por - Críticas
17 Sep, 2011 07:50 | comentarios

Otro post que empieza con una disculpa… No soy de hacer comentarios sobre el trabajo de mis colegas. Es una costumbre que no tengo, no me parece apropiada, se la reservo a los espectadores, a los directores, o a los que quieran escribir sobre lo que hacemos los críticos de cine. No lo digo esto […]

Otro post que empieza con una disculpa… No soy de hacer comentarios sobre el trabajo de mis colegas. Es una costumbre que no tengo, no me parece apropiada, se la reservo a los espectadores, a los directores, o a los que quieran escribir sobre lo que hacemos los críticos de cine. No lo digo esto en plan «defensa corporativa». Es que no me parece ético. O bien, me parece que -mientras se trabaje en serio- cada uno tiene derecho a tener su propia opinión, por más ridícula y absurda que a mí me parezca.

Ahora bien, lo que voy a comentar ahora surgió de un balance sobre el Festival de Venecia hecho por mi colega del diario español El País, Carlos Boyero, una figura ya mítica por sus gustos personales muy marcados ligados al cine narrativo y clásico, su profundo desprecio por los que practican cualquier tipo de cine experimental, las películas de países «raros» y aún más por quienes los defienden. Y es alguien con una pluma muy potente, que no escatima exabruptos, ni malicias, cuando las considera necesarias.

El texto de Boyero del domingo pasado en EL PAIS está aquí. Más allá que no concuerdo en casi nada con sus apreciaciones cinematográficas -casi podría decir que tenemos gustos opuestos-, no es de eso de lo que quiero hablar, específicamente. Si al tipo Sokurov le parece «indigerible», es su problema. No me parece que ese sea el punto a analizar, al menos no en principio ni directamente. Las implicancias indirectas de eso sí son interesantes.

Lo que no puedo dejar de pensar cada vez que leo sus crónicas -lo hago siempre al volver de los festivales, no tengo ni tiempo ni paciencia ni estómago para hacerlo durante- es que al tipo no le gusta estar ahí. Digo, uno también se queja del cansancio, de si son muchas películas, que si son mejores o peores de lo que uno espera, pero en general va, sigue yendo, porque sabe que allí encontrará un cine que no va a poder ver en otro lado. Y así combina las obligaciones profesionales de ver las competencias (a veces mejores que otras) con ir a disfrutar filmes en secciones paralelas.

En los últimos años, con el cada vez más cerrado espacio que este tipo de filmes tiene en la cartelera comercial, los festivales son el único lugar para verlos. Y esta situación -al menos en España- no va a modificarse si Boyero sigue cubriendo para EL PAIS los grandes festivales. Lo que consigue el colega es desalentar a cualquier comprador, distribuidor, espectador o curioso de los valores que podría llegar a tener ese otro tipo de cine, el que él desprecia, humilla y toma de manera burlona. No digo que sea la única voz que cuenta -los cinéfilos españoles, como los de cualquier país- saben donde conseguir sus fuentes más confiables, pero esa posible traslación a un público más amplio, se limita, se coarta, se anula.

Hace unos años hubo una movida de colegas españoles por tratar de removerlo de su puesto. No funcionó, claro. Y no me prendí tampoco al comunicado que me dieron para firmar, porque no me parece sensato estar pidiendo el despido de un colega por materia de gustos cinematográficos. Si se tratara de algún delito o un tema de corrupción, podría ser pensable, pero jamás pediría que echen a un crítico de un periódico por lo que para mí es mal gusto. De hecho, por experiencia propia (inversa, en cuanto al tipo de películas), uno siente esa presión y no es nada saludable. De nuevo, cada uno tiene derecho a sus gustos.

Lo que no entiendo es para qué va a los festivales. Calculo que podría seguir reseñando filmes «narrativos» todas las semanas (los únicos que celebra en los festivales, ya que los de Polanski, Cronenberg, Friedkin o McQueen, buenos o no, se estrenarán sin dudas en España y los puede ver ahi, sin moverse muy lejos de su casa) y, dejar los más «arties» a algún colega que les tenga un poco más de paciencia, y también hacer lo mismo en Berlín, Cannes o Venecia. Son, hoy, festivales llevados más hacia un cine de autor si se quiere difícil porque para el otro está el mercado, o algunos festivales que toman menos riesgos. ¿Tiene sentido ir a cubrirlos solo para celebrar autores americanos y películas que cumplen todas las reglas narrativas clásicas, despreciando casi cualquier otra, anulándola, tratándola de basura? ¿Hablando de «el premio a ese señor chino» como si se tratara de un paria del mundo? Claro, no olvidemos que España es un país mucho más importante que China en «el concierto de las naciones»…

Para mí es como llevar a un periodista deportivo, digamos, de fútbol, a cubrir un torneo de ajedrez y que se la pase diciendo, «coño, que aquí no pasa nada». O cualquier variante de ese tipo que se puedan imaginar. El cine es como el deporte, en ese sentido: tiene muchos «juegos» diferentes, y el que disfruta del tenis muchas veces no tolera el rugby. Boyero podría ser ese crítico de fútbol al que lo llevan a un festival en el que la mayoría de los equipos juegan al hockey, o algo así…

Tampoco es cuestión de impedirle al hombre viajar, claro. Tal vez podrían dividirse las películas con otro y listo. El ya sabe de antemano lo que no le va a gustar, al menos en el 80% de los casos. ¿Por qué no dividir responsabilidades con alguien que no crea que Garrel es un frustrado mediocampista del Lyon? ¿O alguien que no crea que las mujeres en lugar de filmar deberían quedarse en la cocina haciendo lo que ya saben hacer? Digo, es un festival de cine, hay gente que quiere leer a críticos que sepan apreciar determinados filmes. Esto no quiere decir celebrarlos indiscriminadamente (un pecado que a veces uno comete en pos de defender una idea de cine en vías de extinción), pero sí apreciarlos, discutirlos, explicar porqué están bien o mal, y no simplemente anularlos con frases del tipo «los chinos eran todos iguales y yo no entendía nada», o «me fui a la mitad porque se cortaron los subtítulos» (mala información, Carlos, algo se prendió fuego en la sala y había un olor a quemado insoportable en la película sorpresa «del señor chino» del que seguramente no averiguó el nombre porque tiró la gacetilla o no sabe cómo usar el website del festival ni le importa… porque es chino y ¿quien se acuerda los nombres de los chinos?). No es justo para el trabajo de nadie.

Uno, por los tiempos breves de los festivales, a menudo es acusado de «destruir» filmes muy rápidamente. Pero entre los dos párrafos en los que uno puede tratar de explicar porqué una película no le gustó (lo sé , es muy breve, me encantaría tener más espacio pero al menos en el periódico es imposible) y los tres adjetivos devastadores que lanza este hombre hay un paso. No conozco del todo la historia y la tradición de EL PAIS, pero me parece que, al menos a los festivales, deberían enviar a una persona que no parezca estar en medio del conflicto de Ruanda pidiendo que todos se maten de una vez por todas y cómo es que no ponen HBO en el hotel.

No me molesta que exprese sus convicciones de manera fuerte y clara. Eso es algo que, en cierta manera, le envidio (uno tiende a ser por momentos excesivamente cuidadoso, especialmente en los festivales, ya que sabe que las críticas que se pueden escribir ahí, en esas condiciones, son más un primer visionado, un comentario, que una «sentencia» sobre el tema), lo que siento es que el lugar es equivocado.

Me hace recordar a un caso del último (¿o los últimos ya?) Mundial de fútbol. En la Argentina había en ese mundial dos comentaristas (Nelson y Fabbri) que transmitían, desde acá, la mayor parte de los partidos que podían ser considerados como «los menos importantes». Y lo hacían con una desidia, una burla, una sorna, un tono de «esto es lo peor que vi en mi vida» que te fastidiaba o contagiaba, tornándote el espectáculo doblemente indigesto. Finalmente terminé o por verlos sin audio o escuchar, a la vieja usanza, los relatos por radio, donde uno definitivamente parecía estar viendo otro partido. A eso me refiero. Si constantemente vas a despreciar públicamente el trabajo que te toca hacer, porque no dejárselo a alguien que lo sepa/pueda apreciar más.

Un párrafo aparte -esto ya se hizo muy largo- quería dedicarle a lo que Boyero comenta sobre su situación con el festival, con el hotel, la invitación y su pelea directa con Marco Muller, su director. Yo trabajo para el festival, lo que me exime de opinar sobre su opinión del trabajo de Muller. Lo que sí me llama la atención son las quejas que hace del hotel, que queda lejos (no hay hoteles cerca del Palazzo, salvo el Excelsior) y tal, propias de un periódico de barrio, de provincias, de un «chiquitaje» espeluznante.

Hay algo con lo que sí estoy de acuerdo con él. Por lo que sé, a EL PAIS de España siempre lo han invitado con hotel pago, y tal vez hasta pasajes. Este año, tras bancarse ediciones y ediciones de críticas, han decidido sacarle la invitación y que EL PAIS pague los gastos de Boyero y compañía. La discusión sobre si los festivales deben pagarles pasajes a periodistas no es para tenerla ahora (muchos lo consideran una forma de «chantaje» para hablar bien del evento, cosa que yo no estoy de acuerdo… en la mayoría de los casos, ya que siempre hay excepciones), pero creo que es un error, porque así sí dan a entender que la invitación espera una «devolución de gentilezas» de parte del periodista invitado. Y no tiene que ser así. El festival invita para conseguir más cobertura, no para que esa cobertura sea maravillosa. Si esa invitación se va a retirar a los periodistas «díscolos», lo que se transmite es que ese crítico debe autocensurar sus críticas para seguir siendo invitado.

Es cierto que Boyero cruzó la línea de hablar de las películas para hablar mal de Muller no solo como programador, sino directamente tratándolo de gangster y mafioso, acusaciones que deberían tener alguna prueba y sustento antes de ser lanzadas en un torrente de palabras en un periódico. Son acusaciones serias y EL PAIS no es la mesa del bar Maleti (donde se reúnen muchos periodistas al fin de las funciones) como para tirar acusaciones de componendas sin ningún tipo de prueba o asidero. Igualmente, no creo que la invitación, una vez que se ofrece, deba ser retirada, por críticas al festival. Si Muller querrá llevarlo a juicio o lo que sea, es otro problema, corre por otro carril.

Para cerrar, vuelvan a la pieza de balance y, si tienen ganas, a toda la cobertura del festival de Venecia. Y si tienen más ganas, háganlo con la de San Sebastián (muy diferente, ya que el festival vasco es mucho más mainstream en sus selecciones). Creo que la crítica de cine necesita gente con posturas fuertes y contundentes (nosotros tenemos a Quintin, nada menos), pero esta suerte de observador que habla desde un supuesto «sentido común» en eventos en los que el «sentido común» es, básicamente, la materia en discusión, termina perjudicando y posiblemente hasta impidiendo la posibilidad de que algunas de estas películas se estrenen en determinados mercados. Quien sabe, tal vez a algunos españoles FAUSTO de Sokurov podría parecerles una gran película. Ahora, tal vez, deberán conformarse con conseguirse un screener y compartirlo online.

Y no te cuento el trabajo que va a ser subtitularlo…

 

PD. Esta vez, es cierto, él destacó que el festival tuvo un muy buen nivel en general. No sé si lo hizo por la cantidad de títulos norteamericanos que había o para que lo vuelvan a invitar…