Los actores de «El estudiante»
Es habitual en mí, y en la mayor parte de los críticos de mi generación, casi pasar por alto el trabajo actoral cuando escribimos críticas de cine. Los motivos son varios. Primero, porque tengo un concepto más integral del proceso cinematográfico y creo que las películas son una sola cosa que integran diferentes elementos. Haciendo […]
Es habitual en mí, y en la mayor parte de los críticos de mi generación, casi pasar por alto el trabajo actoral cuando escribimos críticas de cine. Los motivos son varios. Primero, porque tengo un concepto más integral del proceso cinematográfico y creo que las películas son una sola cosa que integran diferentes elementos. Haciendo un paralelo con la gastronomía, uno analizaría el plato a partir de la serie de sensaciones que el plato como un todo genera. Destacar el trabajo actoral como algo separado del filme (salvo casos aislados, por geniales o bizarros) es mirar el cine como una suma de elementos y no como un todo en el que cada elemento influye al otro, lo expande, lo limita, lo mejora, lo empeora. Un gran actor puede empeorar una película, hacerla centrarse en él a costa de lo demás, llevarse un filme montado sobre su ego y despertando alabanzas gimnásticas, como los que creen que si Messi no hace goles eludiendo a cinco rivales no sirve para nada.
En ese sentido, Messi dando pases para goles de los otros es el mejor Messi. En el sentido global del término, uno podría decir que Barcelona es un elenco en el que ningún actor falla y, como una película, todos los elementos se combinan perfectamente (más allá del absurdo empate de ayer con el Milán, je!). Eso mismo, para mí, es el cine. Desde que crecí leyendo críticas, todo texto que iba nombrando «el maravilloso trabajo» de tal y tal, la «gran fotografía» de tal, la «cuidada música» de tal y la «precisa edición» de tal otro, eran obvias lecturas de gacetillas sin ideas por detrás. Poder celebrar el trabajo específico de esos rubros se transformaba en una manera de llenar espacios sin decir nada.
El problema es doble entonces: hablar de actores, y de muchos especialmente, sin caer en lugares comunes, es complicado y hasta aburrido. No hacerlo, especialmente con una película como EL ESTUDIANTE es casi una falta de respeto, porque si hay algo que hace crecer al filme hasta convertirlo en la gran película que es, es su elenco. Imaginen la verbosidad de esos diálogos, ese ritmo, esa complejidad narrativa, puesta en los cuerpos y las bocas de un grupo de actores mal dirigidos, mal elegidos o, simplemente, malos. Podría seguir siendo una película inteligente, pero no nos tendría atrapados como nos tiene.
Así que, haciendo otra excepción a mi costumbre (algo que empecé celebrando a Jessica Chastain en WILDE SALOME, que se despachó con una actuación que me deslumbró), voy a hablar del genial elenco de EL ESTUDIANTE.
Primero, obvio, y aquí seré breve porque de él es de quien más se ocuparon, está Esteban Lamothe (Roque), con su progresiva conversión de chico canchero de provincia en «player» de la política universitaria. Un tipo que usa su éxito con las mujeres, su capacidad para la empatía y para generar confianza en el otro, con los fines que, cree, le convienen. Pero que también es capaz de quebrarse cuando tiene que hacer un llamado telefónico a la mujer que quiere.
Romina Paula (Paula) es otro hallazgo. Tal vez no se destaque de manera convencional y es eso lo que le da más fuerza, al mantener siempre sus emociones guardadas, contenidas. La tensión en su mirada, en cada músculo de su cuerpo, la forma en la que el espectador nunca sabe si realmente le interesa o no Roque, o si sólo lo quiere usar como peón en un juego más complejo que lleva adelante con Alberto (Ricardo Félix) es lo que la convierten en un personaje muy complejo que Romina lleva adelante muy muy bien.
Debo admitir que la primera vez que vi a Félix haciendo de Alberto Acevedo no estaba del todo convencido. Me parecía algo blando para su rol tan «pesado» en esa estructura narrativa. Pero luego de ver el filme entero (no voy a revelar nada, no se preocupen), se entiende mucho mejor la clase de sutil y lenta operación que su personaje va manejando, la manipulación que hace de sus estudiantes.
Ahora pasemos a lo que más me interesa y lo que, para mí, hace al filme casi perfecto: el resto del elenco, todos y cada uno de los secundarios. Sin ellos, la mayoría de las grandes escenas que tiene el filme no serían lo que son. Veamos:
Julián Larquier Tellarini como Lautaro, el estudiante «trosko» que le discute a cada profesor es un talento impresionante. Si no lo vieron todavía, véanlo en LOS TALENTOS, de Agustín Mendilaharzu (teatro, no teman…) donde la rompe también. El estudiante que cree manejar los pasillos de la facultad pero es manipulado, el discutidor nato, el hiperactivo. Lo suyo es impecable.
Igual o mejor en muy pocas escenas está Juan Barberini, como Angel, el profesor que mantiene con Lautaro esa discusión sobre «los pueblos originarios». Tal vez sea sólo una escena la que tiene para lucirse, pero le saca todo el jugo, y siempre en el contexto del filme y la trama, nunca para el lucimiento personal.
El trabajo de Valeria Correa, especialmente en el principio del filme, es otro gran aporte. Es la primera chica que Roque conoce, con la que tiene la primera historia, y la que va abandonando cuando empieza a militar y a engancharse con Paula. Valeria (asi se llama también su personaje) transmite con su mirada esa mezcla de dolor y comprensión, de saber que lo quiere pero que los horizontes de Roque son otros, y que lo acepta -por un lado-, pero no del todo. La escena de sexo con Lamothe es impecable y en esa despedida tras una fiesta -en la que cada uno se va con una pareja distinta- ella responde de manera notable.
Eso me lleva a la «figura del momento» del cine indie argentino, el enorme Germán De Silva, padre de Valeria en el filme, el que lo corre hablando de política (y de asados) a Roque. De Silva viene de racha (Ocio, Un mundo misterioso, se lo ve en Juan y Eva y explotará con todo en Las Acacias, donde es el protagonista principal) y nada suena falso, jamás, saliendo de su boca. No sólo en este filme. Al menos yo no lo vi nunca mal…
El otro gran personaje y gran actuación de la película es la de Agustín Rittano, con su gorrita y anteojos, su leve acento cordobés, otro player de Brecha, en el juego de idas y vueltas de Acevedo y compañía. Cada aporte suyo es impecable y uno está esperando que vuelva, que tenga más cosas que hacer en la película. Y cuando lo hace, la rompe. Su imitación del discurso de Perón en la plaza en la reunión de los militantes es de las mejores escenas del año. A Rittano -que en breve aparecerá en una de las miniseries que se están produciendo para televisión, pero que ha hecho muy poco cine- es, para mí, la gran sorpresa de la película.
Muchos de ustedes pensarán que ninguno de los actores que menciono son nuevos y que si fuera más al teatro sabría no sólo quienes son sino que ya hace tiempo que demuestran su talento. Voy al teatro, no tanto como quisiera pero voy, y a muchos los he visto. Pero de lo que hablo es de otra cosa. Ahora no voy a dar nombres, pero vi grandes actuaciones en teatro de actores que luego me decepcionaron profundamente en el cine. En este caso no es así. Lo que celebro acá es la posibilidad de que esos intérpretes tengan la suficiente gimnasia para pasar de un arte a otro sin hacer desastres en el traslado.
Quiero seguir citando a algunos más que también aportan, aunque con menor tiempo de pantalla. A Alberto Suárez lo han visto varias veces (el calvo), aca es un viejo zorro de la política que maneja muy bien ese tono, sin llegar a exagerar (en un asado lo acompaña Laura Paredes, otra gran actriz a la que quisiera haber visto más en el filme…). Está Héctor Díaz como el político de turno, acaso más cerca del «cliché» del funcionario, pero encontrando la vuelta justa para escaparse de esa zona.
Está Javier Niklison en una notable cena con borrachera y marcha peronista incluida, encarnando al padre de Roque. Está Francisco Quintana, el amigo de Roque que lo mete en problemas con la plata de la fotocopiadora. O los chicos del P.O. con los que se pelean ambos (aquí se me van los nombres, creo que uno es Agustín Labiaguerre, pero me puedo equivocar, acepto ayudas en los comments…) Y, claro, muchos otros más que se destacan y que no sé sus nombres (otros militantes, la chica que Roque se levanta en el pueblo al que viaja, el intendente de ese lugar, etc, etc.), que hacen que cada diálogo y escena suenen verdaderos, reales, justos.
Igual, volviendo a mis orígenes «autorales», creo que en el gran trabajo de todo el elenco tiene mucho que ver el director Santiago Mitre (no quiero comparar con EL PUNTERO, que también tiene muy buenos actores, pero háganlo ustedes mismos y díganme si no les pasa lo mismo). Volviendo a EL ESTUDIANTE, he visto a esos mismos actores lidiando en otras películas con resultados no tan felices. Y el otro día le decía a Mitre que, por algún motivo, sentía que casi todos los personajes hablaban rápido, acelerado y al punto, como habla el propio Santiago. Creo que de ahí vienen las comparaciones con Aaron Sorkin. No sólo por observar el mundo de la política, sino por haber encontrado un vocabulario justo y una forma, un ritmo, de expresarlo, que es único y personal, y que anula todas las comparaciones que se suelen hacer cuando se dice que este filme es el resultado de la suma de dos de sus coproductores menores (Trapero y Llinás). Los actores de Trapero no hablan así (de hecho, Pablo siempre tiene problemas con los secundarios) y los de Llinás, bueno, mucho que digamos no hablan…
La voz de Mitre, de los actores y los personajes de Mitre, son propias. La película no sería lo que es sin el gran trabajo de Santiago y sin este impresionante elenco que, de existir algún tipo de justicia en los premios del cine argentino, debería llevarse todos los galardones. Lo siento por Darín, la Borges y compañía, que ya tienen más galardones que los que necesitan…
EL ESTUDIANTE se exhibe en la Sala Lugones: Viernes 16, sábado 17 y domingo 18; Viernes 23, sábado 24 y domingo 25; Viernes 30, sábado 1° y domingo 2. Siempre a las 19.30 y 22 horas. Y los jueves a las 22 en el Malba.
Gracias por tu detallado analisis en tiempos de criticas fast food esto es toda una cocina de autor ( retomando tu metafora gastronomica)
Es una pena que este film se de en tan pocas salas ,no?
Gracias, igual también a mí me gustaría tener mas tiempo para escribirlas…
Si, lo de las salas es una pena. Un problema del circuito comercial y cuestiones legales del INCAA.
Gran película, lamento lo de las salas. Fui la semana pasada y me gustaría verla una vez más.
Respecto al post, pasar por Micropsia es una linda costumbre que hasta ahora (nótese la aclaración :P), jamás defrauda.
La chica que Roque se levanta en Monte se llama Lucia Bialet. Yo soy su mama y estoy
chocha con su actuacion tambien!
El militante troskista Máximo Jara que se pelea con Roque por el tema de la guita de las fotocopias, se llama Martín Tchira.( no Agustín)
Abrazo, gran película!
gracias…
Quien es el tipo de la intendencia? El que termina siendo amigo del viejo de Roque?
El padre de Mauregui?
Si, el intendente de Monte, es Oscar «Cata» Mauregui, el padre de Martín Mauregui. Un grande.
Gracias Diego, los pibes se merecen, TODOS, ser destacados así.
Si, es el padre de Mauregui!
Muy buena critica perdon por mi madre. alejandra.
jaja! todo bien con la madre orgullosa…