Diario de Oslo 5: las películas de «New Horizons» (Parte 2)
Se agradece cuando a uno le toca trabajar con jurados inteligentes, personas que uno descubre muy rápidamente que la labor de elegir la mejor película no será dificultosa. Eso pasó aquí. Philip Cheah, ex director del Festival de Singapur, y Maria Moseng, crítica de cine en Oslo, son esa clase de personas que evidencian que […]
Se agradece cuando a uno le toca trabajar con jurados inteligentes, personas que uno descubre muy rápidamente que la labor de elegir la mejor película no será dificultosa. Eso pasó aquí. Philip Cheah, ex director del Festival de Singapur, y Maria Moseng, crítica de cine en Oslo, son esa clase de personas que evidencian que es posible la discusión inteligente sobre cine, amable, sin muchos rodeos. Esos colegas que te dejan en claro que tienen ideas precisas respecto al cine y con los que no hay, por decirlo de una manera algo dura, que “empezar de cero”. No tuvimos que debatir mucho: nos sirvieron unos pocos minutos para darnos cuenta que nos gustaban las mismas películas y por similares motivos. Y eso que suelen ser esas películas que nunca generan consenso en los jurados. Esta vez, por suerte, sí.
La película que ganó nos gustó mucho a todos. Es marroquí, pasó por la Quincena de Realizadores de Cannes y se llama ON THE EDGE. Según el archivo del blog, es una de las películas que pasó más desapercibida allí entre los que votaron desde Cannes, ya que figura como que nadie la vio, y eso que vieron 90 películas allá. A mí me pareció de lo mejorcito de esta muestra. Es la historia de dos amigas que trabajan en una fábrica desmenuzando calamares o algo similar, pero esperan poder salir de esa vida. Especialmente una de ellas, entre rebelde, intratable, y bordeando lo obsesivo/compulsivo.
Las dos empiezan a hacer algún dinerillo por fuera y terminan conectadas con otras dos chicas que trabajan en la Free Zone, donde se pagan mejores salarios en trabajos menos “humillantes” (la desesperación de la protagonista por sacarse el olor que le queda en las manos y en la ropa es impactante). Las cuatro forman una suerte de amistad (si bien la protagonista no parece capaz de ser amiga de nadie) y a hacer “negocitos” fuera de los respectivos trabajos de ambas, pero cuando llega una operación más grande, la relación se pondrá a prueba, ya que no todas serán capaces de “bancarse” la situación como sí parece poder hacerlo nuestra frenética heroína, tal vez uno de los personajes más extraños y fascinantes (desesperantes, se podría decir también) del cine contemporáneo. Una película para prestarle mucha atención.
Otra película que fue fuerte candidata era THE YEAR WITHOUT A SUMMER, que se exhibió en el BAFICI en la sección Cine del Futuro y es la segunda película de la realizadora de Malasia, Tan Chui Mui. Una película a la que bien se le podría aplicar el clásico adjetivo de “contemplativa”, que suele ser gran divisoria de aguas en los jurados. Acá no pasó. Todos coincidimos que esta historia de tres amigos (dos hombres y una mujer) que pasan una noche juntos en la playa, contándose historias y luego aventurándose hacia el mar donde sucederá algo bastante extraño era de lo mejor de la competencia.
El filme tiene un clima, imágenes y en él se cuentan historias míticas que bien podrían dar para un tratamiento, digamos, por el lado fantástico. Pero no es así. El filme es algo más complejo que eso y me gusta compararlo con el tailandés ETERNITY, otra favorita de nuestro jurado, aunque yo tengo mis reservas.
El minimalismo imperante en cierto cine del sudeste asiático -de la «escuela Hubert Bals»- puede generar películas en apariencia muy similares, pero en el fondo muy distintas, como son esas dos. Ambas películas, en principio, beben de la «escuela» Apichatpong Weerasethakul: de ritmos plácidos y calmos, de planos largos, con la geografía que ya todos tenemos en el imaginario de ese tipo de películas, con la combinación de realismo cotidiano con historias de criaturas y hechos fantásticos, con esos quiebres narrativos inexplicables que nos hacen ir al pasado o al futuro en el momento menos pensado. Y así…
La escuela no es nueva, es cierto. Pero la victoria de UNCLE BOONMEE en Cannes ha generado una serie cada vez más creciente de películas que buscan generar el mismo efecto. De hecho, el título de un filme tailandés que pasaban en Venecia este año (en la sección Orizzonti) empezaba con «El tío…» y no quise ni verlo (dicen que estaba bien). Es, suele ser, una de las consecuencias de esos éxitos. Pero calculo que tanto ETERNITY como THE YEAR WITHOUT A SUMMER (ambas presentadas en Rotterdam 2011, la primera ganadora de un premio Tiger alllí) son películas que surgieron antes, al menos en su concepción, de la Palma de Oro de Apitchapong. Pero bien uno podría decir que esa influencia (no sólo de Weerasethakul, sino de varios cineastas más) ya se venía sintiendo desde hace varios años.
Si bien ETERNITY y YEAR WITHOUT A SUMMER son exploraciones sobre el amor, la amistad, la relación entre el realismo y la magia en pequeños parajes, a ambas las separan muchas cosas. Los críticos tendemos a agrupar películas por «estilos» y geografías y meterlas en las mismas bolsas. En este caso, desde la producción hasta la realización, de las locaciones y los temas, todo invita a pensar que son películas «hermanas». Y si bien eso las hace «agrupables», no quiere decir que sean la misma cosa.
YEAR WITHOUT A SUMMER es la más realista de las dos. Si bien usa mitos e historias «mágicas», la narrativa sigue un procedimiento más lógico para contar la historia de dos amigos y una mujer. Tras un hecho importante, que no conviene revelar, y que sucede a mitad del filme, la película hace un gran flashback para contar la historia de la relación entre estos dos amigos cuando eran niños. Y allí todavía es más realista el registro, poniendo el eje en estos amigos a quienes el tiempo iba a separar, volver a rreunir y volver a separar.
En ETERNITY -ya desde el título se nos dice-, el «realismo mágico» es una presencia más fuerte. El filme empieza cuando un hombre, sabremos luego que tras morir, vuelve como una suerte de fantasma montado en una moto, a la casa de su juventud. Una vez allí, el filme va para atrás a contar su historia familiar, en especial su relación romántica con la que sería su mujer y madre de sus hijos. Y allí el filme mezclará también un ritmo de conversaciones cotidianas, poco «trascendentales», con el costado místico/mágico que se mezcla en los cuentos y leyendas que los protagonistas se cuentan, además de visitar templos y «montañas sagradas». El filme tendrá un tercer movimiento, después de la muerte del protagonista, que cerrará el ciclo de vida que tiene mucho que ver con esas historias que cuenta el filme y que son una tradición popular y oral en Tailandia.
A la inversa, YEAR WITHOUT A SUMMER es, desde las imágenes, un filme con un aire mucho más fantástico. Tres amigos en un bote, con una Luna enorme de fondo, historias de criaturas submarinas. Todo hace pensar que estamos ante un filme de similar apuesta (todo empieza con alguien saliendo del agua, como para no dejar dudas). Pero una vez que se entra en la historia, la influencia de esa magia es más visual que narrativa, más de aspecto que e fondo.
THE JOURNALS OF MUSAN, de Jung-bum Park, la historia de un coreano del norte en el sur, tiene su fuerte peso dramático pero carga con un personaje que es casi una caricatura (interpretado por el propio director) y que nunca parece cobrar vida del todo, y al que las circunstancias van arrastrando hacia situaciones más complicadas en su vida en Seúl.
Por su parte, la venezolana HERMANO, de Marcel Rasquin, es un drama de dos hermanastros que juegan al fútbol y la relación que se plantea entre ellos, entre ellos y su madre, y con una suerte de “mafia” que controla el lugar donde viven. Una situación violenta se interpone en sus sueños de llegar a probarse en un equipo de primera en un filme que fue un gran éxito en Venezuela (prueba del interés que en ese país está despertando cada vez más el fútbol), pero que nunca puede sacarse cierto tono de melodrama televisivo en el que se encadenan una tras otras situaciones tremendas y tomas de decisiones “claves” contrarreloj. Todo está tan armado y guionado que casi nada parece tener vida propia: es una suma de hechos desafortunados que marcha, sin prisas y sin pausas, hacia la historia de un “triunfo frente a la adversidad”
La película israelí/palestina MAN WITHOUT A CELLPHONE, de Sameh Zoabi, no amerita demasiada discusión. Es una comedia absurda acerca de un hombre en un pueblo palestino en la zona ocupada por Israel que se opone a que pongan una torre para emitir señales para teléfonos celulares. Como esas viejas películas argentinas tipo EL DEDO EN LA LLAGA, no tiene mucho que hacer aquí. Sólo sirve para dejar en claro que, por más noble que se crean determinadas causas, nadie está exento de hacer películas insulsas y banales.
PD. El premio principal del jurado oficial en la competencia fue para LAS ACACIAS, de Pablo Giorgelli, película argentina que viene ganando en todos los festivales en los que se presenta, parece…