Diario de Viena 2: Hong Sang-soo, Amir Naderi y los cineastas en problemas

Diario de Viena 2: Hong Sang-soo, Amir Naderi y los cineastas en problemas

por - Críticas
31 Oct, 2011 07:12 | Sin comentarios

Después de tantos años haciendo películas me sigue resultando extraño cómo un realizador del talento de Hong Sang-soo sigue estando relegado en la consideración cinéfila mundial. Se trata de uno de los mejores cineastas contemporáneos, pero muchos no lo conocen (o reconocen) ni lo valoran siquiera como uno de los grandes del cine asiático, por […]

Después de tantos años haciendo películas me sigue resultando extraño cómo un realizador del talento de Hong Sang-soo sigue estando relegado en la consideración cinéfila mundial. Se trata de uno de los mejores cineastas contemporáneos, pero muchos no lo conocen (o reconocen) ni lo valoran siquiera como uno de los grandes del cine asiático, por más que su obra es de una consistencia temática y estilística incomparable en el cine actual, casi como un Ozu o un Rohmer coreano. Tal vez sea porque filma demasiadas películas (un promedio de una por año o más) y, como le sucede a Woody Allen (con quien tiene más de un punto en común), por momentos da la sensación de que una gran película se le escapa entre tres, digamos, «chicas».

Yo disiento. Si bien entiendo la comparación con Woody (en temas como el deseo masculino, la aparición del azar y el misterio de las relaciones hombre/mujer), donde yo siento que Allen se repite banalizándose cada vez más, Hong hace exactamente lo opuesto. Sus películas, por pequeñas que parezcan, son cada vez más complejas estructuralmente y, por eso, fascinantes de ver, como si Hong en cada filme agregara una nueva vuelta de tuerca a su gran trama (una especie de INCEPTION del cine de las relaciones) sobre el deseo, el azar, el amor y el cine.

THE DAY HE ARRIVES podría ser su versión de GROUNDHOG DAY. El protagonista es, como casi siempre, un cineasta. Aquí el hombre llega a Seúl desde el pueblo al que se ha mudado -donde se dedica a enseñar ya que no ha filmado en los últimos años- para encontrarse con un amigo. Allí, tras una visita a una ex novia, se encuentra con su amigo y, junto a una amiga de éste, se van a tomar algo a un bar, un clásico en el cine de Hong. Allí aparecerá la dueña de ese bar que resulta ser muy parecida a la ex del protagonista (es la misma actriz) y con la que nuestro héroe intentará «relacionarse». Esto, en distintas versiones, sucede durante tres días seguidos, aunque al espectador nunca le queda claro si son tres días o tres «versiones» de la misma situación, porque ante cada nuevo encuentro nadie parece acordarse muy bien lo que sucedió en el anterior. Hasta el narrador, que nos dice «fuimos a un bar llamado Roman», cuando nos dijo lo mismo en la ocasión anterior.

Así, el filme -rodado en blanco y negro, con esos zooms violentos que son marca registrada del autor- se construye como otro juego de relaciones, con protagonistas taciturnos y confundidos que van en busca de una mujer para luego arrepentirse y preferir otra, y así volver a empezar. Tipos algo frustrados y por momentos agresivos, que «andan» por la vida como dejándose llevar por las personas y las situaciones (y el alcohol, básicamente) y que terminan siempre en el punto de partida inicial. En THE DAY HE ARRIVES (título que denota ese presente continuo que el filme retrata), Hong deja más claro que nunca el carácter repetitivo, circular, de esos comportamientos. Una suerte de «Día de la marmota» al que no es fácil encontrarle una salida ya que, en punto, el «futuro» también se parece mucho al pasado.

En una coincidencia temática, pero no estilística, el otro filme que no está en la competencia de Fipresci y que vi también se centra en un cineasta frustrado porque ya no consigue seguir filmando. CUT, de Amir Naderi, es la clase de película que divide al público entre fanáticos y detractores. No vi muchas de sus películas (Naderi es iraní, está radicado en los Estados Unidos, y tiene ya 65 años), pero recuerdo no haber compartido la pasión de algunos colegas por su última, VEGAS: BASED ON A TRUE STORY. Aquel filme estuvo en competencia en Venecia y éste abrió la sección ORIZZONTI este año. Yo recién pude verlo ahora, en Viena, en la enorme sala del Gartenbaukino. CUT venía precedido de críticas horrendas y otras fanáticas desde allí, y se entiende porqué: la película de Naderi es casi un grito desesperado de cinefilia transformada en masoquismo que dura 130 minutos y en los que el protagonista se convierte en una especie de Cristo cinéfilo que paga, recibiendo golpes, por los pecados de los espectadores que ven, digamos, cine comercial.

Se trata de un filme muy particular. Es la historia de Shuji, un cineasta y cinéfilo japonés que tiene su casa decorada con posters y carteles de cine de pared a pared. En la terraza, proyecta en fílmico películas en una suerte de cineclub bastante canónico que recorre la historia del género. En la voz en off se lo escucha hablar (gritar sería la palabra más exacta) del fin del cine de autor, de cómo nadie quiere financiar ni ver películas como las que hicieron grande al arte que ama. Un día se entera de que la yakuza (mafia japonesa) mató a su hermano por millonarias deudas que él había contraído para financiar sus filmes. Y no se le ocurre mejor idea que pagar la deuda (y la culpa) vendiendo, digamos, su cuerpo para ser golpeado. Esto es, como un FIGHT CLUB cinéfilo, a Shuji le pagan para pegarle, una y otra vez, hasta dejarlo casi desfigurado.

El combo que arma Shuji (y Naderi) consiste en mezclar cinefilia con tortura: la película consistirá en largas sesiones de golpes, pero el hombre pensará en películas que ama, recitará títulos y listas (hará hasta un Top 100, bastante convencional), mientras lo destruyen físicamente. Hay algo reiterativo y casi bobo en el planteo, pero no por eso deja de ser una propuesta curiosa y bastante perversa. Lo vemos ser golpeado más con la curiosidad de saber de qué filme va a hablar que otra cosa. Y así, mientras homenajea a John Ford y a Yasujiro Ozu, nuestro fanático de Cahiers du Cinéma grita por la vida del cine arte en medio de un outtake de Takeshi Kitano. Rara, fastidiosa, fascinante, CUT es un grito primal y básico de amor por el cine. Sea como sea…