El streaming y la televisión
Cuando era chico veía películas por televisión. No tenía idea a quiénes pertenecían los derechos, quién hacía las películas, cómo se pagaban, ni todo lo que había detrás de esa caja en blanco y negro que me permitía ver cine en los años ’70 y ’80. Tampoco pagaba nada por ver películas en la televisión. […]
Cuando era chico veía películas por televisión. No tenía idea a quiénes pertenecían los derechos, quién hacía las películas, cómo se pagaban, ni todo lo que había detrás de esa caja en blanco y negro que me permitía ver cine en los años ’70 y ’80.
Tampoco pagaba nada por ver películas en la televisión. No había cable, ni cable premium, ni nada por el estilo. Uno tenía cuatro canales -con buena antena, cinco, si agarrabas Canal 2- y lo poco que podías encontrar estaba ahí. Gratis. Al alcance de la mano. Entonces no se me ocurría pensar quién le pagaba a quién, ni cuánto ni porqué. Para mí era gratis y era natural que lo fuera.
Hoy la televisión abierta sigue siendo gratuita, aunque la mayor parte de la gente accede a ella a través del cable, obviamente pago. En ese paquete mensual uno puede ver películas gratuitas y otras que no lo son. Algunas clásicas, otras relativamente recientes, y otras no tanto, dependiendo de circunstancias, arreglos y «ventanas» algo complejas de sintetizar acá.
La aparición del video hogareño llevó a que buena parte del consumo cinematográfico se moviera hacia el alquiler y compra física de películas. Uno paga un alquiler (VHS, DVD, BluRay, lo que sea) y tiene el filme consigo por un tiempo o para siempre, si es que lo compra. Hasta ahí, todo «legal».
Esta introducción algo banal («para que lo entienda un chico de seis años», como decían en una película que ya no recuerdo) es la que me llevó a pensar en cómo se suma el consumo de películas por internet a este ciclo. Si la evolución va de la TV a la TV por cable y de ahí al video, el consumo online es claramente el paso siguiente en la evolución del consumo cinematográfico, sí, pero también televisivo, musical y muchos etcéteras.
Hubo una primera etapa, que podríamos llamar la de la década del 2000, en el que el proceso de bajar películas era largo, complicado, sólo para especialistas en torrents, descargas directas, pegado de subtítulos y extensiones para muchos bizarras. Esa bajada física nunca terminó de preocupar a la industria porque no lograba expandirse más allá de los que sabían o podían manejar esas variables, un porcentaje creciente pero relativamente menor. Esa «bajada» física no era tan preocupante como los manteros y revendedores de copias truchas, mercado que sí cualquiera entendía y en el que muchos participaban sin cuestionar su legalidad. Ese «download», físico, podría ser equiparable al alquiler o compra de películas. O quizás a la TV por cable.
Pero la llegada y accesibilidad del streaming modificó y alteró rápidamente el mapa, y es el que seguramente marcará los próximos años del consumo audiovisual. El motivo es obvio: como YouTube, las plataformas de acceso son simples y sencillas, los subtitulados más fácilmente accesibles, los procedimientos mucho más cercanos a los de la televisión abierta. Cualquiera puede ver una película con mínimos conocimientos de internet, de la misma manera que lo podíamos hacer por TV. No había ni que aprender a manejar la videocasetera o el player de DVD. Es entrar, abrir el servidor online determinado, buscar lo que se desea y punto.
Lo curioso de todo esto es que nos vuelve el proceso a sus inicios: es como la TV que yo veía de chico. Está ahí, es gratuita, prendemos y miramos, no entendemos porqué deberíamos pagarla y los chicos de hoy, como lo hacía yo hace 30 años, no piensan quien gana o quien pierde dinero en el proceso. Se sientan, prenden y ven. Función privada, le podríamos decir.
Ahí es donde se produce el complicado proceso de la legalidad de estos sitios. Se dice, y es cierto, que Cuevana no paga por las películas que se exhiben a través de su portal. Los canales de televisión sí lo hacían. Pero los canales no nos cobraban ese costo a nosotros, si no que recuperaban su dinero a través de la publicidad. Esta debería ser la lógica de los sitios de streaming: en vez de pensar en cobrar o castigar o dejar sin oferta al usuario, lo que hay que encontrar es el mismo sistema que permitió durante tantos años -y sigue permitiendo- la existencia de la televisión abierta. Los sitios compran los derechos de las películas y ganan dinero a través de la publicidad. Nada nuevo bajo el sol.
No creo que a nadie le moleste ver 20 segundos de un aviso antes de arrancar con HARRY POTTER 2, o hasta una tanda de dos o tres avisos si es necesario y si eso garantiza tanto la legalidad como la calidad del producto. La cuestión es pensarlo así: el cine via streaming es televisión. O cine por televisión. Y punto. Se puede pausar, se puede elegir más, tiene particularidades y especificidades, pero su operatoria debería ser la misma. Warner podría poner colas de sus películas antes de las que se ven, Cuevana podría arreglar con Coca-Cola, o con las «empresas» que desee. Y no debería ser tan complejo encontrar una solución económica si se piensa a futuro.
Esto, para mí, plantea un problema a los start-ups y empresas (de Netflix para abajo) que intentan cobrar al usuario por el servicio de streaming. Cualquiera preferirá ver una película gratis que una paga, por lo cual el sistema de negocios se complica. Se podría pensar, sí, en estos servicios como un servicio premium. Esto es: el mismo modelo que representa la TV por cable a la TV normal. Las películas pueden llegar antes, sin publicidad, sin cortes, tal vez con más variedad y mejor calidad. Y el que quiere ese servicio, como el que quiere HBO, lo paga. Pero si la pantalla de internet es la tele del siglo XXI, los contenidos audiovisuales para el espectador deberían ser gratuitos. Lo demás, es cuestión de que las empresas, las autoridades, los institutos y «los dueños de los canales» encuentren un sistema de pautas para generar ganancias.
Para los consumidores, el streaming de películas no debería requerir de otro procedimiento que poner PLAY. Y listo.
Diego,
¿Comparar los años 70 con los actuales? ¿Estás seguro que 20/30/40 segundos de publicidad antes de la película le van a devolver a los dueños de los derechos algo? ¿el sitio como funciona rentablemente?
Si es donde todo el mundo mira las películas los precios de la publicidad tendrían que crecer.
No sé cuanto se paga el segundo ahora ni cómo está organizado el negocio, pero una página que asegura ser vista por 12 millones de personas a diario puede cobrar bastante, no? Al menos como para pagar el derecho a pasar las películas en la ventana correspondiente…
Estoy de acuerdo con tu apreciación. Es mas, me sorprende que no todos los sitios de internet tenga publicidad antes de acceder a la pagina. Una publicidad de pocos segundos pero que no haya forma de saltear. Ojo, odio eso, pero me da la sensacion de que cuando se aviven todo va a ir hacia alli.
El problema es que en la televisión de antes había publicidad de 3 o 4 minutos cada 15 o 20 minutos. No se puede pretender recaudar lo mismo que en 30 segundos o un minuto cada hora u hora y media, por más que esos 30 segundos sean mucho más caro que los 30 segundos de 12 minutos de publicidad por ahora.
La solución tiene ser una mezcla de pago mensual, publicidad, alquiler individual y que haya una amplia oferta, con precios diferenciados entre estrenos y películas de hace 2 o 3 años. Y todo tiene que tener un precio razonable. Pocos van a pagar 8 o 10 pesos argentinos por una película de hace 5 o 10 años y encima en SD.
Diego, la idea es muy buena y parece mentira que no se haya instrumentado aún, no? Pero se me ocurre que tiene su «lógica», por decirlo de alguna manera. Antes, en la época de la TV, los canales compraban primero las películas (con lo cual los derechos quedabam resguardados de antemano) y luego recuperaban lo invertido a través de la publicidad. Un sitio como Cuevana exhibe una inmensa cantidad de pelis y series… ¿estaría en condiciones de pagar por adelantado los derechos, es decir «comprar» esos títulos para su exhibición gratuita, confiando en recuperar luego esa inversión via publicidad? Me parece que no, de modo que la operatoria debería ser al revés: las compañías cobrarían no por «vender» esos títulos a cuevana (o mejor dicho por ceder los derechos para su exhibición on-line) sino que pasarían a cobrar contra auditoría de usuarios. Es decir: tantos vieron tal película, tanto te corresponde de la torta publicitaria. Quizás no quieran asumir el riesgo… quizá prefieran ir a lo seguro (no me extrañaría nada, dado que la tendencia de este capitalismo que nos toca vivir es cada vez mas hacia ganar sin correr riesgo alguno). Por otro lado, es curioso también como se dio el cambio de la tele de aire (gratuita) a la tele de cable (paga). En aquel momento, mucha gente prefirio pagar antes que fumarse la tanda publicitaria (la ausencia de publicidad en la programación por cable era uno de los atractivos promocionales de entonces). También es cierto que la oferta del cable era mucho mas variada que la de la TV abierta, al menos en cantidad de canales (ya que luego estaba el hecho de que repetían 500 veces lo mismo, o que las buenas películas las daban en horarios insólitos y reservaban los peores bodrios para el horario central, etc). En cualquier caso, alguien va a tener que ceder algo, porque sino la cosa va a ir para peor y creo que está clarísimo que la solución no pasa por perseguir al usuario (lo que además es prácticamente imposible). Parráfo aparte sobre los derechos en el cine: hace unos años, le preguntaba a un amigo que trabaja en televisión por qué, siendo que había tantos y tan buenos documentales sobre cine (making of de todo tipo, entrevistas, etc), la televisión argentina no contaba con un programa sobre cine que fuese mas allá de pasar los trailers de las películas con algún comentario pedorro hecho por una modelo que se notaba entendía tanto del tema como Carlos Teves de física cuántica. «Lo que pasa», dijo mi amigo, «es que si querés pasar algo de todo eso hay que pagar los derechos». «¿Pero como… vos estarías pasando material promocional… o sea publicitando un filme… y por eso tendrías que pagar derechos????» «Claro». Es el día de hoy que no entiendo esa lógica… a ver si alguien la explica.
la peli de la cita es «Philadelphia». Gran sitio, lo acabo de descubrir. Saludos
No creo en las cosas gratis Siento placer en pensar que aunque sea un minimo de lo que le pago a Direct TV va a parar a Eastwood Campanella Ford Wayne o los Estudios que produjeron las Peliculas que veo una y otra vez Acabo de rever HATARI Hawk Wayne Tembo Sonya valen mucho mas que lo que me cobran