Los Globos de Oro y la rueda de los premios
El otro día, poco antes del anuncio de los Globos de Oro, leía una nota en Deadline (www.deadline.com) acerca de la Hollywood Foreign Press Association, la asociación que entrega esos premios. En la nota se hablaba porqué -viniendo de una agrupación tan poco seria como es esa-, los Globos de Oro no deberían ser tomados […]
El otro día, poco antes del anuncio de los Globos de Oro, leía una nota en Deadline (www.deadline.com) acerca de la Hollywood Foreign Press Association, la asociación que entrega esos premios. En la nota se hablaba porqué -viniendo de una agrupación tan poco seria como es esa-, los Globos de Oro no deberían ser tomados en serio. La nota es correctísima y precisa -conozco a muchos miembros de la HFPA y a la mayoría le importa menos el cine que a mí el patinaje artístico- y deja en claro que se trata de nominaciones y premios sin valor alguno. Sin embargo, al rato, ya estaba viendo la transmisión en vivo de los anuncios y subiendo a Twitter los nominados en cada categoría.
Más allá del carácter obsesivo de cada uno, hay algo de los premios y de las listas y de los galardones que atrae y fascina. Por más que sabemos cómo se distribuyen, de dónde vienen o quiénes los dan, no podemos evitar curiosear, comparar, criticar o estar de acuerdo. Y alegrarnos si le dan un premio a un filme que nos gusta o en el que alguno participó, por más que se lo den agrupaciones impresentables cuya sabiduría cinematográfica no resiste ningún análisis. Y esto sucede también en música, TV, libros, etc: queremos saber los premios, las listas, los ganadores y los perdedores. Después nos burlaremos de ellos o los relativizaremos, pero durante un período de tiempo nos fascinan, nos seducen, nos intrigan.
El caso de los Globos, como decía antes, es especialmente grotesco. Uno puede entender el interés por ver qué piensan determinados críticos, asociaciones de críticos, revistas, especialistas, colegas (los premios SAG, los Sur en el caso argentino), etc. Pero la HFPA tiene un criterio nulo, cero, ridículo. Y si en estos años hacen menos papelones que en los anteriores, creo, es porque saben usar Google y averiguar cuáles películas la crítica cree que son buenas y votan algunas de esas. O bien NBC, la cadena que transmite esos premios (ceremonia que tiene mucho rating, razón de ser de los premios y de la «bola» que se le dan), les ayuda a armar las listas.
Este año hubo dos nominaciones, para mí, especialmente lamentables, típicas de los Globos de Oro de antaño. La de mejor película extranjera a IN THE LAND OF BLOOD AND HONEY y la de un tema de Madonna en el rubro mejor canción. En el primer caso, sin ver la película, es obvio que está ahí para asegurarse la presencia de Jolie (remember EL TURISTA?), una «amiga de la casa», ya que ni siquiera puede considerarse una película extranjera, por más que transcurra en la ex Yugoslavia. En el caso de Madonna, que sí vi la película, la canción es practicamente inexistente en la historia y la película en sí es tan olvidable que, otra vez, la única justificación de nominarla es que la señora concurra a la ceremonia. Y peor aún: estaban las muy buenas canciones de LOS MUPPETS, que fueron completamente ignoradas.
De cualquier manera, pese a las reticencias y a las críticas que todos les hacen a los Globos de Oro, si uno lee en la prensa estadounidense las apuestas al Oscar (un premio que tampoco marca ningún criterio grosso de calidad, pero al menos es representativo del Hollywood promedio) han cambiado y se han alterado a partir de esas nominaciones. Lo que allí no figuró ha bajado en las apuestas, lo que allí fue celebrado ha subido. Y así… Es como si para alimentar la rueda de los premios, o la lectura de sitios y páginas de internet de medios que viven de la publicidad de los estudios en la «temporada de premios», sea obligatorio darle bola a cada una de estas nominaciones. Más avisos, más publicidad, más gira la rueda: es un sistema, el del Oscar y el de los que escriben sobre él, que genera egresos e ingresos, es un paquete económico para pasar el invierno cuando no hay tanques con enormes presupuestos de marketing que paguen la publicidad de esos mismos sitios.
Entonces sí, podrá ser LOS DESCENDIENTES o THE ARTIST, como dicen los Globos. O crecerán las chances de MEDIANOCHE EN PARIS, bajarán las de TAN FUERTE Y TAN CERCA, desaparecerán las de David Fincher, etc, etc. Material de lectura de una semana. Hasta otro premio, otra lista, otro giro más de la rueda. Lo más curioso de todo esto es que uno entra en ese juego. No tanto en el de los premios, pero sí en el de los balances. Y ahí vuelvo a la contradicción mía del principio: uno sabe que son inútiles, pero es divertido hacerlos. En la Argentina, especialmente, donde diciembre es un páramo sin casi estrenos cinematográficos de valor, no quedan muchas más opciones que cerrar el año valorando las cosas que pasaron durante los últimos doce meses. No hay honores ahí, ni dinero, ni publicidad, ni marketing, es un juego tan absurdo como tantos, que puede causarle simpatía a los que lo ganan y amargura a los que lo pierden, o ser totalmente pasados por alto. Y que duran lo que dura la victoria en un juego de mesa: una sonrisa leve que se olvida a las pocas horas.
Siempre es un buen ejercicio tratar de recordar qué películas ganaron ceremonias anteriores de Oscars o Globos de Oro. Sin ayuda de Google, uno casi no las recuerda, salvo casos especialmente paradigmáticos. Yo recordaré las películas que me impactaron, que me emocionaron. Si ganaron algo o no, seguramente lo olvidaré. De cualquier manera acepto mi contradicción: hoy acepto jugar el juego, me entretiene ver y pensar cómo ven y piensan el cine «los otros». Lo demás, es exceso de equipaje…