«Hugo», «El artista» y los Oscar: cuando Hollywood se celebra a sí mismo

«Hugo», «El artista» y los Oscar: cuando Hollywood se celebra a sí mismo

por - Críticas
25 Ene, 2012 09:49 | Sin comentarios

Ya lo saben (qué viejas parecen las épocas en las que uno podía informar de estas cosas 24 horas después): HUGO y EL ARTISTA son las películas más nominadas a los premios Oscar, con 11 y 10 nominaciones cada una, muy lejos de las demás, que tienen de 6 para abajo. Y también deben saber […]

Ya lo saben (qué viejas parecen las épocas en las que uno podía informar de estas cosas 24 horas después): HUGO y EL ARTISTA son las películas más nominadas a los premios Oscar, con 11 y 10 nominaciones cada una, muy lejos de las demás, que tienen de 6 para abajo. Y también deben saber -si bien no se han estrenado aún en la Argentina- que ambas tratan sobre los inicios del cine. Además de la cuestión casi irónica de que la película francesa celebre el cine mudo hollywoodense de carácter más comercial y el filme norteamericano homenajee a un creador y experimentador francés, y del hecho de que ambos utilicen formatos muy específicos para hacerla (película muda y en blanco y negro en el caso de EL ARTISTA, en 3D en el caso de HUGO), hay algo en sus nominaciones que habla menos de las películas y más de los que las nominaron y celebran.

La conversación, hoy, pasa por el futuro del cine y no por su pasado ilustre. No quiero decir que los clásicos y la historia del cine se haya olvidado, pero el tema que más se debate actualmente es qué formas tomará el cine en el futuro: cómo se hará, cómo se distribuirá, en qué formatos, pantallas, modos, si a través de internet o no, qué pasará con la piratería, etc. Todo esto no existía cuando Hollywood construía su industria y Francia, aún antes, inventaba el cine. Da la impresión de que la industria, al celebrar estas dos películas (muy distintas entre sí, al margen de sus temas), se congratula y se celebra a sí misma, se homenajea y aplaude, se festeja por haber inventado y sostenido este arte que ahora -dicen- está en peligro. Nominarlas es, casi, decirle al mundo que «no se olviden que fuimos capaces de crear todo esto», «no nos abandonen».

Es lógico, en un punto. Si los que votan son parte de la industria, seguramente se sentirán tocados por películas que muestran el detrás de la escena de su propio universo. Son películas que hablan de lo que ellos hacen, de sus trabajos. Y son películas que dicen, finalmente, que más allá de las complicaciones que tanto la industria como la vida les trae a nuestros personajes, el cine siempre triunfa, el cine es una fábrica de sueños, el cine puede salvar vidas, curar heridas, sanar, enamorar…

LO QUE SIGUE CONTIENE ALGUNOS, MENORES, SPOILERS!!!

No voy a mencionar todas las nominaciones ni será este un post acerca de lo que significa el Oscar, ni quién sobra ni quién falta ni quién lo merece y quién no. Me voy a centrar en esos universos que Scorsese y Hazanavicius celebran, recuerdan, homenajean, en dos películas livianas, amables, entretenidas, bastante alejadas en tono al típico filme ganador de Oscars. HUGO se presenta como una película para chicos, si bien siento que es la que lidia con asuntos más adultos y complejos de las dos. THE ARTIST es una comedia leve, que va ensombreciéndose hacia el final, pero que uno sabe -por su planteo- que nunca pasará «de castaño oscuro» (siempre quise poner «castaño oscuro» en alguna frase, je!)

Scorsese es, previsiblemente, el más oscuro de ambos y su celebración del cine no es una celebración de la industria. Al contrario. El «descubrimiento» de Georges Melies por parte de un chico es, también, el redescubrimiento de una obra que la industria había olvidado, que el tiempo (la guerra, las circunstancias) había dejado en la basura. Es, en realidad, una celebración de la cinefilia, del «paso de la antorcha» de generación en generación acerca de lo que el cine significa y lo que se puede hacer para salvarlo. Lejos está la industria -cada vez más- de pensar en esos términos, con su objetivo metido en la recaudación del primer fin de semana y en ganar premios que se olvidan unos años después. Es obvio que Scorsese, «el restaurador oficial de la industria», su conciencia cinéfila más visible, tenía que hacer esta película y Hollywood tenía que celebrarla. Hay algo hipócrita en ellos: es la misma industria que pasó por encima muchos de los propios trabajos de Scorsese y es la misma industria que se ocupa poco y nada por mantener sus archivos fílmicos en condiciones, tema que es importante en HUGO.

Tengo la impresión de que EL ARTISTA va a ganar porque es más amable con la industria. No sólo desde recrear un formato en desuso, sino porque el planteo acerca de la crisis que provocó, especialmente en los actores, el paso del mudo al sonoro, no es un tema de lo que Hollywood se averguence a esta altura: de eso ya hablaba CANTANDO BAJO LA LLUVIA, hace 60 años. Con su uso modélico de escenas, música, con sus «robos» a películas (de EL CIUDADANO a NACE UNA ESTRELLA, pasando por decenas), Hazanavicius hace un homenaje mucho menos riguroso históricamente y más descuidado que el del profesor Scorsese, pero con el suficiente respeto hacia Hollywood como para generar la admiración de los votantes. En HUGO se critica a la industria por fallarle a sus autores, por olvidarlos y descuidarlos. En EL ARTISTA ni siquiera queda muy claro quienes dirigen las películas que filman los protagonistas, todo pasa por el productor (John Goodman) y los actores. Si bien es cierto que Hollywood funcionaba así (y en buena medida sigue funcionando), la decisión de Hazanavicius es la de centrarse en formatos clásicos del cine mudo, no las «bizarreadas» autorales que hacía Melies.

Esa paradoja (Scorsese celebrando el cine de autor, el director francés celebrando el Hollywood clásico) tiene más vueltas de lo que parece. También uno podría decir que, con sus invenciones y su magia, Melies es más el paradigma, el santo patrono del cine de fantasía sobre el que luego Hollywood creó sus géneros más célebres: cine fantástico, de ciencia ficción, efectos especiales, etc. Pero también viendo los filmes y las recreaciones de los rodajes de Melies, queda claro que lo suyo estaba más cerca de un David Lynch actual que, digamos, de un Spielberg.

Otra diferencia interesante es cómo Scorsese pone en eje en el cinéfilo, en el investigador y el historiador de cine (además del autor). En EL ARTISTA el espectador está fuera del eje de la discusión. Es «el público», el fan de la estrella que le saca fotos en la alfombra roja, o el que llena o no una sala cuando se estrena una película. Pero es «masa», está fuera del centro del debate, no está pensado como individuo.

Más allá de quien gane, lo interesante de esta «competencia» para los cinéfilos está también en ver, analizar y comparar dos películas que piensan el cine como fenómeno, se centran en él, y cómo cada una se ubica en su respectivo homenaje, lo que tiene para decir sobre el cine. Calculo que los votantes de Hollywood no pensaron, al menos la mayoría de ellos, en estas cuestiones que nos preocupan más a críticos y cinéfilos, ni han entrado en debates sobre si es más valido celebrar a Douglas Fairbanks y Rudolph Valentino, o a Harold Lloyd y Buster Keaton, y cómo lo hace (o no) cada película. Pero ver las dos películas y ver cómo el cine ha cambiado en los últimos 80/90 años es uno de los placeres extra que generará verlas. Se estrenan con una semana de diferencia, así que compararlas será una forma entretenida de pasar este caluroso veranito…