Diario del Festival de Berlín – Parte 3

Diario del Festival de Berlín – Parte 3

por - Críticas
13 Feb, 2012 08:29 | comentarios

Quiero declarar en este preciso momento que, si mi memoria no me falla, es el primer día de la historia -de mi historia- de la Berlinale en que veo cuatro buenas películas en un día. Y ninguna mala. Ni floja, ni fallida, ni fuera de lugar. No. Cuatro películas seguidas y todas buenas. No puede […]

Quiero declarar en este preciso momento que, si mi memoria no me falla, es el primer día de la historia -de mi historia- de la Berlinale en que veo cuatro buenas películas en un día. Y ninguna mala. Ni floja, ni fallida, ni fuera de lugar. No. Cuatro películas seguidas y todas buenas. No puede estar pasando. Alguien me está gastando, seguro es una broma pesada.

Es que Berlín es un festival tan irregular, que resulta casi imposible ver cuatro buenos filmes «en continuado», especialmente si uno está siguiendo la competencia oficial y el programa se lo arma más el festival que el propio deseo. De hecho, diría que las dos películas en competencia fueron las mejores de las cuatro. Y que se suman a las dos muy buenas de ayer, en algo que se parece demasiado a un milagro.

METEORA es una película del griego Spiros Stathoulopoulos, director de padre griego y madre colombiana, nacido en Colombia, que había dirigido una película de un solo plano largo llamada PVC-1 que nunca vi. Era la historia de un hombre que cargaba con una bomba. Este filme va completamente por otro lado. Cuenta la historia de amor que parece surgir entre un cura y una monja que viven en dos monasterios enfrentados en la zona de Meteora, en Grecia. Es una serie de monasterios de los cristianos ortodoxos que existen y que están arriba de montañas, en lugares tan asombrosos como intrigantes.

El filme tiene algo del cine de Carlos Reygadas, especie de mezcla de JAPON y LUZ SILENCIOSA ya que enfrenta el mundo estrictamente religioso con el más mundano, cuando la película muestra a algunos habitantes del pueblo más cercano. El extrañamiento del lugar, la mezcla de lo contemplativo y riguroso con algo más humorístico y hasta absurdo (hay escenas de animación) le hacen bien a una película que podría haber caído en algo casi reverencial.

METEORA tiene sus problemas. La calidad de imagen es bastante pobre y eso desconcentra un poco -especialmente en este tipo de filme de carácter contemplativo y que se apoya en el clima que generan sus imágenes-, lo mismo que algunos subrayados innecesarios en los pocos diálogos. Pero el filme de Spiros (no me pidan que vuelva a tipear el apellido) es una grata sorpresa, un relato de pequeños gestos, de sutiles miradas, que va y viene sin miedo de lo «celestial» a lo «carnal», suspendido en el medio, un poco como esos increíbles monasterios.

CAPTIVE, de Brillante Mendoza, me hizo acordar mucho a CHE-GUERRILLA, de Steven Soderbergh, película que me gusta mucho. El realizador filipino cuenta la historia de un grupo armado islámico que toma rehenes en un resort filipino (algo que sucedió realmente, en 2001) y trata de negociar, uno a uno, su liberación. Pero todo se va complicando, tanto por la torpeza de los captores como por la brutalidad del ejército y, además, porque muchos de los cautivos no tienen el dinero que ellos suponían. Uno de esos casos es el del personaje (ficticio) de Isabelle Huppert, una trabajadora social que cae en la volteada casi de casualidad…

La comparación con CHE viene a cuento porque el filme no psicoanaliza ni dramatiza ni subraya mucho lo que sucede. Hay un personeje más o menos central (el de Huppert), pero lo demás es una crónica día a día de una fuga por la selva que se va tornando cada vez más caótica, complicada y desesperante. Momentos violentos, otros humorísticos por la vía del absurdo, una sumatoria de errores que hará que la situación se extienda en el tiempo mucho más de lo debido.

También la película se extiende de más (podría haber durado 15/20 minutos menos, es verdad), pero Mendoza logra transmitir lo que siempre transmite con sus películas: nervio, tensión, impacto directo. Es un cineasta con garra, por momentos casi torpe, de esos que ante la duda van para adelante a golpede cámara, lo cual es más que adecuado para transmitir el nerviosismo y la desesperación de ésta, una de las tomas de rehenes más extrañas que vi en mi vida… cinematográfica.

El cine de Vincent Dieutre se mueve en el límite entre el diario personal, la «memoir» y el documental más íntimo imaginable, con un grado de exhibicionismo personal que a algunos les resulta algo insoportable. Y si bien hay momentos en los que puede ser excesivo (esa película que filmó en Buenos Aires, por ejemplo), lo cierto es que en la mayoría de sus filmes logra ser muy honesto, sincero y emocionalmente abierto. Sus películas casi siempre hacen eje en su vida personal, poniendo el acento en su sexualidad, sus parejas, las relaciones difíciles que tiene con ellas y la dificultad de la vida cotidiana de un hombre gay sexagenario.

En JAURES cuenta su relación de pareja con un hombre llamado Simón, al que nunca vemos. El filme consiste en planos filmados desde la ventana de la casa de Simón, su pareja/amante durante un tiempo, con el que ya no está más. Esos planos son comentados, en un estudio de grabación y casi en forma de entrevista (realizada por Eva Truffaut, la hija de un tal Francois), por el propio Dieutre, mientras en apariencia mira las mismas imágenes que vemos nosotros.

Lo curioso es que si bien uno de los ejes del filme es su relación de pareja, y la mezcla de placer y sufrimiento que él sintió mientras duró (lo del dolor viene ligado a que Simón siempre ocultó públicamente su relación con Vincent), la mayoría de los planos nos muestran las vidas de un grupo de refugiados afgano que viven a la orilla del río en el barrio parisino de Simon, el que da título al filme. Narrativamente, a partir del trabajo social que hace Simón -según cuenta Dieutre-, uno y otro mundo se unirán y el documental logrará combinar lo íntimo y lo privado con lo público y social, de una manera natural, genuina, como una continuidad lógica entre ambos universos, conectados por diferentes formas de marginalidad, y de vida en los bordes de lo socialmente aceptado.

Quizás lo más flojo del día haya sido lo último, KEYHOLE, de Guy Maddin. No podría decir que es una mala película, lo que sí es que no logré engancharme lo suficiente para pasar de la admiración que me despierta la manera en la que filma como para interesarme realmente en lo que sucedía en la película. Pero es algo que me pasa habitualmente con Maddin: me parece increíble lo que hace, estilísticamente, y a la vez no puedo dejar de ver la habilidad. Especialmente porque sus historias tienden a volverse en extremo crípticas, ilegibles, casi imposibles de seguir. Es entonces que uno se engancha en el gesto, casi como viendo teatro noh o una performance de danza.

En otros filmes suyos logré compenetrarme más en la situación (THE SADDEST MUSIC IN THE WORLD y MY WINNIPEG me vienen a la mente ahora), aquí me quedé en la admiración y en el análisis de la técnica, ya que me costaba unir los lazos rebuscados y en extremo bizarros de la historia. En relación a los otros filmes del día, casi podría decir que estuvo a punto de romper el «hechizo de las cuatro buenas películas seguidas», pero creo que me interesó lo suficiente como para dejar esa calificación. Claro, antes de ver la de Maddin, iba a ser el día de las «muy buenas películas». Pero no pudo ser…