MISS BALA, de Gerardo Naranjo

MISS BALA, de Gerardo Naranjo

por - Críticas
21 Feb, 2012 07:29 | 1 comentario

Un cineasta que me había parecido hasta ahora bastante elusivo y misterioso es Gerardo Naranjo. En la línea generacional del cine mexicano me resulta difícil ubicarlo: no pertenece ni al segmento tradicional/clásico, ni a los que filman con la cabeza puesta en Hollywood (o una acá y una allá, ya saben quienes son) ni del […]

Un cineasta que me había parecido hasta ahora bastante elusivo y misterioso es Gerardo Naranjo. En la línea generacional del cine mexicano me resulta difícil ubicarlo: no pertenece ni al segmento tradicional/clásico, ni a los que filman con la cabeza puesta en Hollywood (o una acá y una allá, ya saben quienes son) ni del todo a los de la línea «Post Reygadas Lux», si bien en algunos aspectos se acerca más a este sector. Sólo había visto DRAMA/MEX y me había parecido tan banal como falsa. VOY A EXPLOTAR nunca la vi y los elogios que recibía por algún motivo (por las cosas que le celebraban, básicamente, y en relación a lo que yo había visto en su anterior filme) me hacía pensar que iba a odiarla.

Con MISS BALA me pasaba algo parecido. Es el tipo de película (tema, cineasta, ubicación en el mapa cinematográfico mundial, forma en la que se lo promociona, cuestiones que se resaltan cuando se la elogia) que casi pide por una reacción fuerte, a favor o en contra, que se resiste a quedarse allí, quieta, sin molestar demasiado (no es, en ese sentido, LAS ACACIAS). Y las reacciones que había generado me daban por pensar en que iba a irritarme, ya que a esas dudas se le sumaba algo extra: se trata, en principio, de una película «importante», sobre un tema «candente».

Y la verdad que la película es bastante buena: sólida, oscura, rigurosa, tensa. Su historia toca los «tópicos» que uno supone que hay que tocar, pero Naranjo ubica su cámara a la distancia necesaria para no enrollar al espectador en medio de una tortura cinematográfica en pos de un fin «aleccionador»: enseñarle al espectador lo mal que están las cosas de la manera más morbosa posible.

No. Llegado el caso, Naranjo puede ser acusado de usar una distancia calculadamente «arty»: planos que mantienen fijos los puntos de vista, tomas largas, cámaras subjetivas, un espacio entre la acción y la mirada que puede pensarse -si uno entra a juzgar las intenciones del director- como el intento de ubicar la película en el mapa festivalero, la versión «recatada» y más europea que la hollywoodense de Iñárritu. Pero lo cierto es que esa posición parece, a juzgar por el resultado, como la más lógica y sensata.

La historia de Laura -una chica que quiere ser modelo y que, al ser testigo de un ataque narco, termina relacionándose con ellos (bah, secuestrada), casi como una prisionera a la que no le queda otra que colaborar con esa «mano invisible» que parece tocarlo y alcanzarlo todo- está armada a través de secuencias extendidas y con un ritmo que parece coincidir más con el agobio que con la desesperación del personaje. Hay, en la mirada apagada y el andar cansino de Laura, una suerte de abandono, un rostro inocente que se va tornando resignado, de alguien que sabe que no va a haber una salida del todo digna a esa situación. Y la cámara la sigue en su peripecia, camina, se mueve junto a ella.

Hace poco en Berlín vi JUST THE WIND, la premiada película húngara de Bence Fliegauf, con la que MISS BALA tiene algunos puntos en común: una situación que se presenta tensa a partir de un disparador dramático y un director tomándose su tiempo para introducirnos en ese universo macabro. Pero allí donde Fliegauf parecía regodearse en tirarle a la cara del espectador el horror de la situación y movía a los personajes como marionetas ilusionadas a las que, nosotros sabíamos de entrada, la suerte no iba a ayudar, Naranjo logra detenerse antes, generando un enorme «fuera de campo» donde esos horrores, que sabemos que existen, transcurren.

Casi nunca la película nos convierte en voyeurs de las desgracias de Laura: sin disfrazar la situación en la que se encuentra, al menos no nos convierte en cómplices, no intenta (como tantos cineastas «importantes») poner al espectador en situación de culpa, de ser el tipo que debe aprender una lección sobre «estas cosas terribles que pasan en nuestro país».

Por momentos, claro, bordea MISS BALA esa zona. No es una película a lo Dardenne, que se desentiende de todo subrayado y avanza sin trampear al espectador, sin meterlo sinuosamente en situaciones «de fuerte contenido dramático». No, Naranjo se pasea en el límite de ese subrayado, y es esa rigurosidad y cuidado para mantener la distancia justa y respetuosa, con el personaje, lo que la hace crecer dramáticamente. Algunos podrán no verlo así (donde uno pone ese límite y esa distancia es una cuestión muy personal), pero al menos en mi concepción cinematográfica, MISS BALA es la mejor película posible que se puede hacer a partir de un tema que se presentaba, o bien para un thriller de acción hollywoodense (que podría haber estado bien, pero estaríamos hablando de otro universo), o bien para una explotación entre la acción y la denuncia en la escuela Ken Loach.

El problema, claro, está en porqué hacer una película como ésta, en la necesidad de muchos cineastas -para mí, casi incomprensible- de encontrar o inventar una historia (en este caso es una adaptación de un hecho real) que hable de un país, una situación política específica, una metáfora sobre «cómo somos» y «porque nos pasa lo que nos pasa», etc, etc. Ese tipo de motivación generalista, aptas para el consumo en festivales de cine del mundo, me generan dudas y temores. No es un tipo de cine que me interese. De cualquier manera, con eso, Naranjo hace una película respetuosa y justa. A la hora de meterse el desafío que es este tipo de «cine castigador», MISS BALA sale con la cabeza levantada.