Festival de la Riviera Maya: Parte 2
Saliendo un poco del asunto hotelero (¿a quién le importa lo que hace un crítico de cine en un hotel, después de todo?), quería referirme un poco a esta primera edición del Riviera Maya Film Festival. Decía antes que el festival combina dos tradiciones encontradas: el evento armado en función del turismo y la programación […]
Saliendo un poco del asunto hotelero (¿a quién le importa lo que hace un crítico de cine en un hotel, después de todo?), quería referirme un poco a esta primera edición del Riviera Maya Film Festival. Decía antes que el festival combina dos tradiciones encontradas: el evento armado en función del turismo y la programación de neto corte cinéfilo. Es un matrimonio complicado, pero es el mejor posible dadas las circunstancias.
Hay muchas cosas para celebrar y algunas para criticar del Festival. De lo primero, además de las películas (que ya es un logro bastante importante) hay que hablar de los laboratorios de proyectos y del gran nivel de invitados que tuvo. Más allá de los «nombres» para las fotos (Hawke, Owen, Sarandon), había muchos realizadores interesantes en Playa del Carmen. El problema era, bueno, encontrarlos. Muchos tuvimos la sensación de que el esquema hotelero dificultaba un poco la comunicación. Da la impresión de que al festival le faltaría un centro convocante. Si bien el lobby del cine de Playa del Carmen lo era, algo de aire acondicionado y alguna convocatoria más puntual («encuentro de cineastas», «happy hour», llámenlo cómo quieran) ayudarían a darle mayor entidad.
Las proyecciones eran muy buenas, los Q&A generalmente largos y generosos y como jurado fui atendido más que bien. Es cierto que, como pasa en muchos primeros festivales, hay desencuentros, malos entendidos y un mal que parece ser endémico en estas partes del mundo: interminables esperas y demoras. Eso, más que un problema del festival, es una suerte de mal latinoamericano que parece muy difícil superar. Aquí se sentía más ya que al depender siempre de movilidad ajena -por las distancias-, a uno no le queda otra que esperar y esperar.
Buenas películas, buenos invitados, buenos premios (en dinero para producción y distribución), buen trato con la prensa, funciones bastante llenas (al menos en PdC) hablan de un festival que salió bien, muy bien. Es cierto. Como también que hay muchas cosas que mejorar, en especial en la interconexión entre todas las partes y facetas del evento. Reitero: teniendo a la gente tan separada entre sí y con sedes alejadas a 50 kilómetros unas de otras, siempre es bueno generar hechos que las unan. Los «meeting point» -algo comprobadísimo en BAFICI- suelen ser muy útiles para esto. Y, claro, armar eventos un poco más accesibles en cuanto a distancias. Nadie niega que Tulum y Cozumel son lugares increíbles para conocer (en un festival centrado en el turismo es lógico), pero no está mal también poder cruzarse en algún lugar cercano, verse las caras.
Volviendo al cine, es el turno de la ficción. Aquí tengo la sensación de que LOS ULTIMOS CRISTEROS, con su propuesta algo radical, que bebe del cine «místico/bíblico» de Rossellini y Pasolini y que evita la narrativa clásica a la hora de hablar de un hecho histórico dejando los grandes eventos en un fuera de campo o en lectura de textos, fue lo más destacable. Pasando de la contemplación del paisaje a la de los rostros, Matías Meyer logra meternos en la situación de esos sobrevivientes de una lucha y, más que discutir ideas religiosas, nos hace sentir parte de una resistencia desesperada que alcanza estatura mítica. En cierto modo también me hizo recordar al cine de Bruno Dumont, que intenta capturar cierto misterio existencial en lugares, objetos y rostros. Cine en estado puro.
No hubo ficciones a esa altura. UN MUNDO SECRETO, de Gabriel Mariño, tiene un planteo simple y claro y una protagonista más que atendible (una adolescente que deja su aburrida vida cotidiana con su madre en el DF y se va de viaje por el país), pero tiende a recaer en algunos clichés obvios de las road movies, si bien se agradece que Mariño evite cualquier tipo de situación excesivamente tortuosa o degradante. ANIMA, de Antón Terni, muestra otro viaje (figura bastante repetida en las ficciones locales) de un joven hacia el desierto en busca de un chamán. Algunos buenos momentos y escenas (el encuentro con una pareja de viejos) no logran convertirlo de cualquier manera en un gran filme. Algo similar sucede con la enrevesada y algo confusa CESADO, de Daniela Schneider, más allá de algunos momentos logrados.
LA CASTRACION, de Iván Lowenberg, tiene una protagonista con puntos de contacto con la de UN MUNDO SECRETO, pero el filme se queda en el boceto y no logra ir mucho más lejos de una situación (un trauma familiar) trillada. EL SUEÑO DE LU tiene un viaje y una protagonista femenina (y una ballena) como muchos de los otros filmes de esta sección, pero es una película que se enreda en la tragedia de la protagonista (que pierde a su hijo) y tampoco logra salir de ahí hacia ningún lado superador. Digamos, la idea de ir hacia las ballenas como algo «curativo» no sólo parece haberse vuelto una moda sino que como recurso dramático se hace bastante trivial, banaliza y mucho las situaciones que se narran.
En ese sentido, poco y nada hay banal o trivial en LOS ULTIMOS CRISTEROS. Por el contrario, puede sonar rigurosa y hasta áspera, pero transmite al espectador que, por más lejana que sea esa experiencia a su vida real, tiene más que ver con la forma en la que uno experimenta las cosas que las narrativas convencionales que sólo parecen reproducir los hechos externos pero pocas veces las sensaciones interiores. Y LOS ULTIMOS CRISTEROS es justamente eso: un viaje interior.
Totalmente de acuerdo en casi todos los aspectos que refieres en tu nota. Los relacionados a la lógistica y desarrollo del festival y más aún los que respectan a la serie de filmes de ficción que se tuvieron que calificar. Ánima no sólo no pareció un gran filme, sino sólo un ejercicio que podría funcionar en una función entre amigos (del director, actor, etc) o en el youtube, pero en un festival la encuentro francamente fuera de lugar. Una búsqueda por el aplauso fácil y el culto a la personalidad, en ese sentido, tuvo éxito. Me quedó con la frase que cierra tu reseña, saludos desde algún otro hotel (con buffet más limitado asumo), en alguna otra parte de la ciudad.