Roman Polanski, Twitter y la crítica «para especialistas»
«La crítica cinematográfica argentina es la única crítica cultural que solo se interesa masivamente por obras para especialistas.» – Daniel Molina (@rayovirtual) Twitter es una herramienta temible, generosa, contradictoria, extraña. Produce la sensación de estar participando de una especie de coro griego de eso que llaman realidad y, a la vez, también te hace pensar […]
«La crítica cinematográfica argentina es la única crítica cultural que solo se interesa masivamente por obras para especialistas.» – Daniel Molina (@rayovirtual)
Twitter es una herramienta temible, generosa, contradictoria, extraña. Produce la sensación de estar participando de una especie de coro griego de eso que llaman realidad y, a la vez, también te hace pensar que estás perdiendo el tiempo como un pelmazo y que el asunto no es más que una interminable sobremesa donde los comensales no se sentarían jamás a comer el mismo asado.
Pero Twitter es, por momentos, inevitable, inescapable, te succiona y no te deja salir. El otro día viajaba en un colectivo por la ciudad y chequeando Twitter en mi teléfono me topo con un tweet de Daniel Molina (@rayovirtual, para los que lo ubican por ese nombre) que me fue inevitable contestar. Decía lo siguiente: «No sé en qué momento la crítica profesional de cine se distanció para siempre del deseo del espectador de cine. Pero sucedió.» Previsiblemente, me fue inevitable contestar y seguir debatiendo durante lo que duró mi viaje. Logró, sí, que el trayecto se me pasara rápido…
Contextualizando. Daniel Molina se autodefine en Twitter así: «Crítico cultural. Estoy interesado en las nuevas experiencias. Argentina. Literatura. Entretenimiento. Cultura Web». Y es un tipo habitualmente lúcido que escribe en varios suplementos culturales, da clases, tiene una historia de vida muy fuerte y es bastante respetado en ámbitos intelectuales. Pero, por algún motivo que se me escapa (especialmente viniendo de alguien que se define como «interesado en las nuevas experiencias»), la tiene contra los críticos de cine a los que muchas veces llama snobs y, por consecuencia, también contra el BAFICI y todo lo que huela a «otros cines»…
Según entiendo, Daniel venía de ver UN DIOS SALVAJE, de Roman Polanski, una película que la crítica local no trató demasiado bien (en el mejor de los casos las críticas fueron respetuosas, la calificaron con un «bueno», y de ahí para abajo) y que a él le había gustado. Su comentario, claro, y los que siguieron luego de iniciar una amable discusión conmigo al respecto, trataban de establecer una lógica que a él le molestaba y que queda más o menos clara en los dos tweets suyos que ya copié arriba y que otros dos tweets posteriores reafirman: «Es como si yo solo elogiase libros de poesía hermética. Y dijera que el resto es basura o, cada tanto, algo kitsch, «de culto» y «No veo algo semejante (el desprecio por el espectador lego, pero culto) en la música, la literatura, las artes visuales, etc.»
La discusión es, por cierto, demasiado compleja para resolver en bloques de 140 caracteres y menos cuando terminarían siendo dos monólogos en paralelo para algunos espectadores virtuales probablemente pasivos. Intenté responderle usando tres ejes que son los que quisiera exponer acá, de una manera un poco más extensa. Por un lado, la idea del «deseo del espectador de cine» como una condición natural, preexistente, con la que todos venimos formateados de nacimiento y que nos dice, supuestamente, cómo deberían ser las películas para que nos gusten. Por otro, enorgulleciéndome de ese comentario suyo que nos ubica a los críticos argentinos como los únicos que nos interesamos de manera supuestamente masiva «en obras para especialistas», especialmente tomando en cuenta que en el resto del mundo se trata de la excepción (sólo basta, digamos, leer a Carlos Boyero en El País español). Y, tercero, tratando de dejarle en claro que no sólo nos interesan «las obras para especialistas», sino que el grueso de la crítica argentina celebró en los últimos meses, por ejemplo, películas como J. EDGAR, CABALLO DE GUERRA, LA INVENCION DE HUGO CABRET, MONEYBALL, etc, etc. Películas no particularmente hechas «sólo para especialistas».
El «primer eje» es un poco obvio y nos lleva a considerar la idea de que las estructuras narrativas clásicas y/o tradicionales son naturales al espectador, que no forman parte de una educación audiovisual que lo va llevando a esperar determinados tiempos narrativos y cierto realismo psicológico. Lo que «le gusta a la gente» -sea eso una superproducción estadounidense o un «filme de autor europeo»- es una idea con la cual la crítica argentina (o al menos parte de ella) ha venido discutiendo hace muchos años y da la impresión de que, más allá de muchos avances realizados (de los cuales el BAFICI es el ejemplo más claro) nunca termina de cerrar. La misma gente que no tiene problemas en experimentar en la gastronomía, en la música, en la literatura o en el arte, siente que el cine tiene un formato que debe ser respetado y que, cualquier modificación que se le haga, debe ser castigada, reprimida, tildada de «snob», pretenciosa, etc. Y no sólo los espectadores «comunes». Sino, se ve, también en ciertos círculos periodísticos y/o intelectuales.
El «segundo eje» se conecta directamente con el primero, ya que mi experiencia a lo largo de los últimos 15 años me permitió ser testigo de que el caso de la crítica argentina es envidiado en casi todo el mundo, especialmente en América latina o España. Son pocos, poquísimos, los lugares en los que los medios masivos tienen críticos de cine que todavía tratan de observar el fenómeno cinematográfico más allá de los estrechos paneles que dividen todo en Cine de Hollywood vs. Cine europeo, Cine comercial vs. Cine de autor o «cine vs. cine para entretenerse». Requerir que la crítica cinematográfica se sume al ritual de la autocelebración que tiende a existir en otras artes (buena parte de la crítica musical y literaria, sin ir más lejos), poniendo el pulgar para arriba en todo lo que «debe ser» aceptado y negando, o marginando, lo que no tiene permiso para serlo, es quitarle lo que algunos consideramos como lo mejor que la crítica local tiene para ofrecer: la posibilidad de mirar a su manera, de quebrar los razonamientos binarios que mantienen al cine en compartimientos estancos. Es un trabajo que muchos venimos haciendo hace ya 15/20 años, pero sigue resultando una batalla cuesta arriba. Y apenas se dice que una película de Polanski que «debería ser buena», no lo es, salen cientos de voces a criticar a los críticos.
El tercer eje es también obvio para todos los que leen las críticas en los medios argentinos. No sólo se celebran las obras para especialistas ni mucho menos. Hay un grado de heterogeneidad que permite que las listas de mejores películas anuales estén integradas, sí, por una película rumana y otra de Kiarostami, pero también por un dibujo de Pixar, por SUPER 8, por RAPIDO Y FURIOSO 5 o -como ya algunos saben- por un JACKASS 3D que despertó otro tipo de polémicas en su momento. De cualquiera manera, prefiero no centrarme en esto porque parece una especie de defensa o autojustificación («fijate que también nos gustan las películas que le gustan a la gente normal») y es lo que menos me interesa hacer ante este tipo de «acusación».
La crítica cinematográfica en la Argentina apoya el cine «para especialistas» tanto como la crítica musical o literaria puede apoyar a bandas que apenas venden unos pocos discos o libros que nadie conoce. Lo que no se consigue -y parece una batalla perdida a esta altura- es convencer a la gente que el cine también tiene el «derecho» a ser otra cosa, llámese como se llame eso que Molina define «para especialistas». Da la impresión que de todas las artes masivas, el cine es la única que está obligada por alguna especie de absurdo contrato quién sabe con quién, a ser siempre accesible para todo el mundo, a no poder tener un grado de «especialización», a tener que conformar siempre a todos por igual. Una exigencia que no se le hace a ningún otro arte o forma de entretenimiento.
De cualquier manera, la acusación de Daniel venía a partir de una película en concreto, que es UN DIOS SALVAJE, de Roman Polanski, que a muchos -inclusive a mí- nos parece una bastante mediocre adaptación de una obra teatral que tampoco da la impresión de ser demasiado interesante. No es éste el momento de hablar en extenso de los problemas de la película del habitualmente elogiado Polanski (los comenté aquí mismo en el momento de su paso por el Festival de Venecia), pero tampoco es difícil de entender, viéndola, porqué la crítica cinematográfica puede haber sido un poco dura con el filme, aún con lo respetado que es Roman como cineasta.
Más allá del interés que para algunos pueda tener como texto teatral, es una película con muy poco nervio y creatividad cinematográfica, algo raro en Polanski especialmente en situaciones de encierro y agobio. De hecho, es casi su especialidad y suele saber sacarle buen jugo. Acá está tapado por el texto o tal vez por el ego de actores que nunca estuvieron tan, digamos, «desprotegidos». O bien, librados a su suerte.
El mismo Molina lo dice en uno de sus tweets antes de la discusión: «tal vez no sea cine, pero los espectadores la van a disfrutar». Ahí, probablemente, radique buena parte del problema: somos críticos de cine, no policías de tránsito del potencial disfrute del espectador. Nos interesa si lo que vemos es o no es buen cine. Si el espectador lo disfruta o no, no sólo es otro tema sino que no lo podemos saber. Por suerte, hay críticos de cine en este país que superaron el «vaya, la va a pasar bien», el «se deja ver» o el «mejor quédese en su casa». Pedir por eso es querer girar la rueda del tiempo 30 años atrás. O, tal vez, hacernos preparar para el estilo «rebaño» que tarde o temprano se impondrá y que, parece, ni siquiera molestará a los intelectuales.
Muy buena tu nota Diego. Coincido en todo. Aunque cada vez que leo al snob y tendencioso de Noriega entiendo que haya gente, como quizás este Daniel, que quiera agarrársela con los críticos.
Nunca es bueno generalizar.
Saludos.
Maria
Hace años vengo diciendo algo parecido, que no es «control de calidad» lo nuestro, que no aseguramos a inversión de los treinta mangos de entrada Pero hay un problema adosado: se le permite a la crítica literaria, a la crítica de arte, a la crítica musical el derecho de valer como texto en sí mismo; no así a la crítica cinematográfica. El núcleo del problema es requerir de procedimientos industriales (no necesariamente una industria) para existir. Y que el consumo masivo le es indispensable. Probablemente en eso radique la confusión por un lado y lo insoluble, por otro: para que el cine pueda existir como otra cosa, debe existir también como un arte ligado a estructuras «naturales» al espectador. Pero esto al mismo tiempo perpetúa cierta asimetría, más bien una desigualdad de oportunidades flagrante para el cine que se aparta de esas estructuras. Y cuando los críticos llamamos la atención al respecto, terminamos considerados como snobs (paralelamente, si destrozamos un «film natural», somos el enemigo).
Creo que es hora de decir que en la Argentina de las últimas décadas, la crítica de cine siguió manteniendo ese equilibrio entre dirigirse a un lector no necesariamente especializado cumpliendo una tarea si no didáctica sí de incentivo de la curiosidad, sin por eso -como bien decís- dejar de considerar los méritos o deméritos de cualquier film sin importar origen o proyecto estético. El problema no es que tal cualidad no se reconozca -no tendría sentido- sino que se discuta la crítica de cine argentina como si siguiera ejerciéndose como hace treinta o cuarenta años Y la verdad de la situación es que cada vez se lee menos y con menos atención. Si no se nota respecto de la crítica teatral, literaria, plástica o musical (quizás con el rock pase algo similar a lo que sucede con el cine pero es una conjetura) es porque solo la leen aquellos a quienes les interesan el arte teatral, el arte literario, el arte plástica y el arte musical (y la división de la literatura entre lo que le pertenece y lo que no es notoria en el trato que se le dan a los best-sellers, sin ir más lejos, en cualquier suplemento literario) más que en cualquier ejemplo concreto. Y con el cine, el lector está interesado en las películas antes que en cine. No es un punto menor, y el uso de numeritos y estrellitas al que los medios nos obligan (mea culpa: en tres medios quise eliminarlos y jamás lo logré) es parte de la misma lógica.
Abur
Estoy de acuerdo en casi todo lo que decís, salvo en un punto: no creo que la crítica de cine se lea menos que antes. Tal vez se lea menos en profundidad o una menor cantidad de gente, pero el acceso online a todos los medios permite a cualquiera leer infinidad de críticas, algo que no podíamos hacer nosotros si no comprábamos los diarios y revistas.
El tema es qué críticas se leen y cómo se reacciona a ellas. Lo que sí creo es que se desconfía mucho de ellas y se prefiere la versión online del «boca a boca» que son las redes sociales.
Troy
Diego, pregúntale a Daniel Molina qué película prefiere, si Un Dios Salvaje o Bridesmaids. Cuando se reprocha la falta de sintonía con el público por parte de la crítica siempre es a costa de películas como la de Polanski (o las de Allen), dirigidas a un espectador medio que se considera a si mismo como «culto» y que nunca iría a ver ni Bridesmaids, ni Jackass 3D. Para ellos (aquí puedes meter también a Boyero) hay espectadores y «espectadores».
Es que, como decis, no debe haber ido a ver BRIDESMAIDS. Por lo que adivino, o lo que él dice, es -como muchos otros- un intelectual de los ’60 arrepentido, que dice «vi todo Godard en su momento», pero algún quiebre hizo en el medio y empezó a odiar ese tipo de películas. Me intriga cómo, cuándo y porqué se produce (no sólo en él, sino en muchos a los que les pasó lo mismo) ese cambio.
Me temo que una década nos va a pasar a nosotros también, je!
Abrazo
d
Curioso (para no decir una boludes) lo que dice este Molina porque si hay algo caracteriza a la crítica argentina es la de ser permisiva y bastante tolerante con lo popular. Miren sino los puntajes y el porcentaje de desagrado de las películas en Todaslascriticas, pareceria como si todos las estrenos en Argentina fueran obras maestras. Si habría que pedir algo sería en realidad que fueran más rigurosos y no tan complacientes y difusores de los productos de la industria (no si fue inconsciente o qué, pero el tema con «Las Acacias» por ej fue bastante turbio para mi gusto el manijeo que hubo).
Los números de todaslascriticas son un poco engañosos por dos motivos. La numeración tiende a ser, para mí, más alta que lo que dicen los textos, por un lado. Y, por otro, el muestreo es de una amplitud tal que los resultados son bastante particulares.
Molina, calculo, no leyó 50 críticas de la de Polanski. Habrá leído dos o tres en grandes diarios, y eso le hace pensar que todos la odiaron cuando no es así. Si tomás un muestreo amplio de críticos, lo que dice Molina no se aplica. El, creo, está hablando «de algunos» y, por más que él diga que no, yo me siento incluido.
LAS ACACIAS no es un producto «de la industria» ni ahí. Se lo puede discutir todo lo que quieras, pero no por ese lado…
Está bien, tenés razón, «Las acacias» no es el mejor ejemplo, claramente no un producto de la industria, pero en ese caso particular creo que se mezcló en la crítica las ganas de que a la película le vaya bien (entendible) con las propias virtudes de la película y se terminó generando una (mini)lobby por una película que honestamente no difiere demasiado del 94% de películas nacionales que se estrenan en el año.
Sí, todo eso junto pero sobre todo díganle que «solo» como adverbio va con tilde: «sólo»!!!
Twitter tiene un grado de tolerancia importante con el tema de los acentos. Y yo -que soy de morfarme muchos- no podría decir nada, je!
El fenómeno de la crítica es interesante. El cine que se considera buen cine, el que se le hace lobby, el que tiene apoyo en festivales, es bastante parecido entre sí. Y luego tenemos ese extraño fenómeno que describe muy bien Serge Daney cuando le preguntan sobre el cine argentino y él responde: «Ese cine que llega a nuestros festivales, un cine de autor que se parece mucho al nuestro cine de autor» y finalmente dice que las películas de la Koka Sarli le parecen más interesantes.
Por otro lado se niega la relación teatro y cine, por un cine a favor de la imagen, y esto se lo confunde no se por qué, con la fotografía. Siendo que los teóricos en los que se basan tanto como Bazin, Godard, Rivette, y la pos «nouvelle vague» tenían una relación fluida con el teatro. De hecho Hugo Santiago en Francia trabajó en sus últimas películas con la transposición de textos teatrales.
Negar la calidad cinematográfica de un film, por su contenido devenido de lo teatral, sería negar la historia del cine. ejemplos sobran; Melie, Cassavetes, Orson Wells, Jean Renoir, Ingmar Bergman, Hugo Santiago, Rivette, etc.
Tenés razón, en un punto, y creo que se puede ver la relación entre cine y teatro en buena parte del más nuevo cine argentino (los herederos de Llinás, por ejemplo). Pero creo que la película de Polanski no construye una idea muy interesante de cómo trabajar el teatro desde el cine. Es una puesta en escena histérica de la obra y no siento que le haya encontrado ninguna vuelta original.
Digo, sólo basta mirar como Rivette trabaja sobre el teatro y te das cuenta que son dos cosas muy distintas… O, en la Argentina, cómo lo hace Matías Piñeyro, y ves que hay una idea clara, una apuesta a encontrar un lenguaje que haga dialogar al cine y al teatro que Polanski, al menos en esta película, no parece encontrar.
Coincido y celebro que se renueven esos vínculos históricos con lo teatral, hecho que se vino negando durante mucho tiempo con la falsa idea de progreso del cine hacia un lenguaje puro. Pero por otro lado, tanto Rivette como Piñeyro trabajan desde una estética precisa. Rivette lo decía, lo suyo era como filmar un documental sobre una obra de teatro. Todavía sigue en pie esa mirada opuesta hacia la teatral, como evitando contaminarse. Cuando en la escena contemporánea, ya sea teatral como cinematográfica, está todo contaminado. Quizás un buen ejemplo sea Lars Von Trier, pero sé que no es bienvenido a la mayor parte de la crítica. Pero el asunto es no adueñarse de la palabra cine y menos del cine independiente.