
BAFICI 2012: Adolescencias
Al cumplir los 14 años, el BAFICI parece haberse transformado en un adolescente hecho y derecho. No sólo por tener una sección llamada directamente ADOLESCENCIAS (dedicada específicamente al tema), sino porque la mayoría de las películas argentinas en el festival contaron historias de adolescentes y jóvenes. Esa adolescencia podría trasladarse también a cierta etapa, o […]
Al cumplir los 14 años, el BAFICI parece haberse transformado en un adolescente hecho y derecho. No sólo por tener una sección llamada directamente ADOLESCENCIAS (dedicada específicamente al tema), sino porque la mayoría de las películas argentinas en el festival contaron historias de adolescentes y jóvenes. Esa adolescencia podría trasladarse también a cierta etapa, o actitud, del festival que uno, acaso forzando los paralelismos, podría definir como «adolescente». O, al menos, un poco confundida, enmarañada e insegura.
Lo de las películas es sorprendente. Uno podría decir, pegando un rápido vistazo por los filmes seleccionados, que es el tema del festival. Las tres películas argentinas de la Competencia Internacional tienen a protagonistas de un rango que van de los 13 a los veintitantos años: los chicos en fuga de LOS SALVAJES, los hermanos de GERMANIA (título con doble sentido si los hay) y el adolescente tardío que encarna Martin Piroyansky en LA ARAÑA VAMPIRO son casi modélicos en ese sentido, si bien todos muy distintos entre sí. Y de los 14 títulos de la Competencia Argentina por lo menos la mitad tiene protagonistas adolescentes y/o jóvenes, de AL CIELO a MIS SUCIOS 3 TONOS, de IGUAL SI LLUEVE a EL ESPACIO ENTRE LOS DOS, y tampoco son del todo adultos, en más de un sentido, los protagonistas de VILLEGAS, DROMOMANOS y MASTERPLAN.
Muchas de esas películas, también, funcionan con la idea del escape, de la iniciación, el rito de pasaje, el fin de la inocencia y demás transiciones típicas de la adolescencia. Qué motiva que el cine argentino -a que sus directores y los seleccionadores- se haya puesto tan adolescente se me escapa, pero es llamativo que casi no haya adultos en sus historias, que raramente los protagonistas superen los veintitantos y que, cuando sí los superan, sólo parecen hacerlo en cuanto a la edad, no a la madurez.
En las cuatro primeras películas de la Competencia Argentina que cité, las similitudes exceden a la edad de los protagonistas: sus situaciones específicas son muy similares, sus intereses sexuales tienen bastante en común, lo mismo que el rol central que en todas ellas tiene la música. De una manera un poco más indirecta -con cumbia en alemán, digamos- uno podría sumar a GERMANIA. Más allá de las especificidades de esa comunidad, lo que les sucede a los protagonistas no es muy diferente.
Esa idea permanece en muchas de las películas extranjeras elegidas (el caso más «excesivo» es NANA, con su protagonista de 4 años) y uno podría atribuirla tanto a la casualidad, al gusto de los programadores o al hecho de que, tal vez, sea una pequeña obsesión de los cineastas de hoy hablar de sus adolescencias, recoger de ese arcón de recuerdos material para sus películas. Epocas confusas, realidades poco claras, da la impresión de que hablar de tiempos pasados es un reaseguro para los realizadores, así como una forma de universalizar sus propuestas.
Es que si hay otro tema central, y que muchas veces va en conjunto con el de los protagonistas adolescentes, es que los escenarios raramente son porteños. Salvo MASTERPLAN, porteña de pura cepa, las películas transcurren en ciudades más chicas, pequeños pueblos, en el campo, en ciudades del interior del país o en distintas locaciones del mundo, de Corea a Praga. Pero solo el filme de los Levy o los primeros 10 minutos de VILLEGAS están filmados aquí, lo que habla por un lado de la descentralización del cine nacional, pero también de la impotencia de los realizadores para encontrar historias valiosas para contar entre las millones posibles que pueden existir en esta ciudad.
Es un poco una broma que esto coincida con la edición número 14 del festival. Y si bien el combo debe ser puramente casual (podría haber sido pensado como un tema del festival a la hora difundirlo, de haberse pensado así) a uno le tienta trazar equivalencias entre las películas y el festival que las aloja. Un evento que, a muchos de los que lo recorremos desde que nació, lo encontramos en un territorio extraño, por momentos irreconocible. Sigue siendo, sin dudas, uno de los festivales con mejores películas que conozco, pero a la vez uno no puede evitar observar una suerte de apatía, de confusión y hasta de inseguridad en él.
Con la inocencia perdida ya hace mucho tiempo por la lógica políticamente perversa que se impone en los eventos locales, el BAFICI parece medio confundido en su camino, si se quiere, hacia la edad madura. Con una programación discreta, entre errática y cómoda, que plagó las competencias de títulos de un nivel que no superaba lo aceptable en la mayoría de los casos, y una premiación bastante discutible aún dentro de esos parámetros (pero eso no le compete al festival, obviamente), la sensación que corría alrededor del Abasto es que no se trató de la más feliz de sus ediciones.
Uno podría suponer que es esa «adolescencia» la que lleva al festival a actuar como a la defensiva, entre fastidioso y apático, refugiándose en un básico sistema de amigos y enemigos, que nunca ayuda ni al análisis ni a la autocrítica. Autocrítica que también les (nos) corresponde a los periodistas, a los que trabajamos allí y entendemos que nuestras críticas, de haberlas, son para ayudar a hacer un mejor festival, no para otra cosa. Monólitico hacia afuera, impenetrable en sus contradicciones, el BAFICI 2012 fue de 14 años en más de un sentido. En las pantallas y en los pasillos también.
Excelente y valiente análisis.
me parece que un tema fundamental que hace a la cuestion tematica «adolescente», es la edad de los autores; en casi todos los casos son gente joven y en muchos son operas primas… me parece muy logico que se hagan peliculas sobre un terreno en el cual los realizadores se sientan mas comodos…
tambien habria q preguntarse porque la gente que quizas filmaria otras cosas (pero que generalmente empezo por un lado parecido) no lo hace tan seguido: Martel, Rejtman, Alonso (que su corto me parecio de lo mejor del fest, igual)…
saludos.
En muchos casos, sí, es cierto. Pero no todos son de veintipico (Fadel, Medina, Perrone). Si vos mirás MIS SUCIOS 3 TONOS, EL ESPACIO ENTRE LOS DOS, IGUAL LA LLUVIA y AL CIELO es increíble lo que se parecen, en muchísimas cosas. Demasiadas.
Diego, cuando te escapás de las meras reseñas y te acercás al análisis escribís y descubrís cuestiones interesantes. Celebro esta nota.
El Bafici está rancio, se huele y se siente, se escucha. Urge un cambio, un volantazo, un gesto radical; pero no creo que llegue bajo la programación actual, que pareciera querer conformar las exigencias macristas; suposición extraña, porque no creo que haya ni un integrante de la programación que sea macrista (no puede existir un humano interesado en la cultura que apoye a Macri), pero aún así, casi mágicamente, el espíritu macrista pareciera filtrarse en la programación; no en el contenido, no en los films, sino en la manera de programar, cuidadosa, demasiado populista.
Y en ese sentido (con el perdón de retomar pasadas polémicas) es MUY extraña la NEGACIÓN de Tierra de los padres; es por lo menos sospechosa la negación, el borramiento, dentro de tantas películas argentinas; si no querían programarla en competencia, que la programen donde sea, pero es indefendible su negación. Me imagino que debe haber otros casos similares.
Si encuadrar es un acto moral y político (además de estético), programar un festival también.
Sería interesante analizar el Bafici según pasan los años/gobiernos/directores artísticos. Qué fue cambiando en cada gobierno, bajo cada dirección artística?
Creo que dicho repaso histórico sería un buen comienzo para encontrar alguna idea sobre este tema. Digo, ya son casi 15 años, que no es poco…
Creo que en algún sentido reflejan el contexto político, pero por otro lado tengo la impresión de que reflejan también muy bien -o al menos esa sensación tengo- la personalidad de sus directores. Y no me refiero específicamente a las películas. Un festival absorbe un poco la «personalidad» de su director, sus obsesiones y costumbres, y eso se transmite.
No sé, es una impresión que tengo. Obviamente que no se descarta el análisis político…
Sin duda, el festival refleja los gustos y la personalidad de su director, cierto. Pero también es inevitable que el contexto político se filtre.
Y por eso lo discutible es el contenido; no hay objetividad posible para defender el argumento (dicho en las presentaciones de cada año) ´´esto es lo más importante del cine argentino de este año´´. Más bien deberían decir: ´´estas son las películas que a nosotros, programadores del Bafici, nos interesaron de todo el material que recibimos´´. Si los festivales son ´´de autor´´ no hay que disfrazarlos con objetividad.
Entonces el festival no es de ¨Buenos Aires¨, sino de los programadores.
Todo festival es de sus programadores, lo demás es un título de fantasía. Lo que sí existe es una tradición. En festivales con una cierta «personalidad» de programación se trata de buscar siempre directores y/o programadores que representen una línea. Digo, Berlín y Cannes han cambiado, poco, de nombres, pero no han cambiado tanto de forma. Veremos que pasa ahora con Venecia, por ejemplo. ¿Es el festival de la ciudad o de quienes lo hacen? Yo creo que un poco las dos cosas, pero más lo último. Fíjense en Mar del Plata…
Es cierto, en la actualidad, lamentablemente el festival ES de quienes lo hacen. Pero, por eso, si quiere acercarse este hacia algo parecido a la democracia, es necesaria la autarquía, y un recambio cada X cantidad de años de sus caudillos. Si un festival legitima siempre lo mismo, no hay progreso, no? Es quizás ese uno de los problemas del Bafici? No se nota cierto aburrimiento, cierto cansancio?
Y con respecto a la adolescencia, va una paranoica reflexión: el público adolescente está lleno de potenciales (y fáciles) futuros votantes del PRO en el corto plazo.
Y no es casual el incremento de la publicidad del PRO este año.
Como nunca antes me dio un asco tremendo ver al Bafici plagado de publicidad macrista. Siento que me lo robaron. Que lo coparon. ´´Hay un lugar para vos´´. Nunca antes el Bafici estuvo plagado de tanta maldita publicidad oficial.
Creo que tiene que haber un límite. No podemos aceptar que nos copen el Bafici por ´´permitirnos´´ realizarlo. El Bafici es mío y tuyo, de todos, no del Pro.
Es cierto lo que decís de la publicidad oficial, pero no olvides que el festival de Mar del Plata, por ejemplo, también es usado como coto político por el gobierno nacional. No sólo publicidades, sino hasta discursos de apertura y cierre que parecían más de campaña que de otra cosa.
Mientras los festivales sigan siendo públicos va a ser imposible que no se publiciten los gobiernos que lo organizan. Es ya una cuestión de la cultura política argentina -o de la política cultural-: ponerle el sello que diga ESTO LO HICE YO, VOTAME PARA QUE SE SIGA HACIENDO…
Acá, en Mar del Plata y en todo festival «estatal» que existe…
Gracias Diego por responder los comentarios, es un tema interesante.
Es cierto, en Mar del Plata pasa lo mismo con la maldita publicidad oficial del gobierno nacional. En todo el país es igual.
Si se obtuviera la deseada autarquía, se evitarían esos problemas?
Sucede lo mismo con otros festivales del mundo? En Uruguay y Chile no vi el mismo uso político que se da acá. Por qué será? Es así en Cannes, Venezia, Berlín, Locarno, Rotterdam, Viena?
Solo ese uso político se le da a un un festival (´´esto lo hice yo, el actual partido, agradeceme-votame´´)? O se traspasa algo de eso a la programación?
Las respuetas a tus tres preguntas son siempre ¨NO¨.